LA INVISIBILIDAD DE LAS MUJERES ARTISTAS EN LA HISTORIA DEL ARTE

La historia del arte a lo largo de sus siglos invisibilizó o redujo a un segundo plano a las mujeres artistas. Haremos un muy breve recorrido por las injustas y retrogradas ideas que mantuvieron al margen de la historia a esas grandes artistas.

El oficio de artista visual durante mucho tiempo estuvo lleno de connotaciones peyorativas, una profesión que se ejercía con las manos no era un oficio bien visto o “no tenía mucho sustento económico”, una idea que aún en pleno siglo XXI sigue persistiendo. Si este oficio que no era aceptado por la mayoría de la sociedad como “muy rentable” estaba ejercido en su mayoría por hombres, es de esperarse que no fuera una profesión digna de ser profesada para una mujer, con estos  criterios socialmente prejuiciosos y machistas, el ejercicio de las artes en ellas estaba destinado a un carácter de entretenimiento anecdótico y decorativo. 

Estos mismos prejuicios durante siglos también dentro de las artes visuales acallaron, censuraron  e hicieron caer en el olvido a una enorme cantidad de artistas mujeres que no tenían nada que envidiar en cuanto técnica y discursos artísticos, estando a la par, al mismo nivel  o siendo superiores a los artistas más reconocidos de la historia del arte. Tal es el caso de Hilma Af Klint (1862 – 1944), artista sueca que con una inmensa cantidad de obras paso casi todo el siglo XX siendo totalmente desconocida; actualmente se la considera la principal impulsora de la pintura abstracta en 1906, puesto que ocupaba -en todos los libros de historia del arte- el pintor ruso Vasili Kandinsky con su famosa acuarela abstracta en 1911. En estas últimas décadas el revisionismo histórico la rescato de la oscuridad y la puso donde se merece actualmente.

Recordemos que a finales del siglo XXI pintoras como las impresionistas Berthe Morisot (1841- 1895) y Mary Cassatt (1844- 1926) exponían sus obras con los artistas del grupo impresionista (Claude Monet, Edgar de Degas, Pierre August Renoir, Camile Pizarro, etc.) quienes recorrían los bulevares y los márgenes de París en busca de la luz pintando al aire libre, aun así ellas no podían hacerlo porque estaba socialmente mal visto que una mujer confraternice con hombres, se sentara con ellos en un bar o simplemente pintara con ellos al aire libre, por eso podemos ver que en general las obras de estas artistas poseen una  temática que se reduce al ámbito familiar, al universo de su hogar. Al contrario que el del resto de los hombres del grupo.

Si esta situación es complicada ya en el siglo XXI nos remontemos al siglo XVII con la artista Artemisia Gentileschi (1593- 1656). Durante muchos siglos su obra se consideró obra de su padre Orazio Gentileschi y de sus hermanos, dedicados también al oficio de la pintura. Artemisa literalmente luchó contra la voluntad de su padre para poder ejercerla, venciendo la disputa familiar pudo vencer y lograr su voluntad. Pero como nada es un cuento de hadas, Artemisia fue abusada por el maestro de dibujo Agostino Tassi, suceso que la marcó de por vida e influyó en su obra. Obligada a demostrar su virtud y decoro en un juicio iniciado al violador, además de su condición de mujer, el ser artista le hizo imposible que pudiera demostrar su honra. Artemisa debió mudarse de ciudad y comenzar desde cero, paradójicamente esto hizo que emprendiera una brillante carrera como pintora llegando a hacer encargos para importantes personajes de la época: Cosme II de Médici​, la gran duquesa Cristina de Florencia y Carlos I de Inglaterra.

Otra artista que también sentó un antecedente para que fueran las mujeres aceptadas en las academias de arte es la Italiana Sofonisba Anguissola (1535- 1625) que en Roma conoció a Miguel Ángel Buonarroti y se convirtió en una alumna informal del gran maestro del renacimiento, fue pintora de Felipe II de España y se retiró en su vejez gozando de gran fama. Sofonisba también fue olvidada durante siglos en los libros y manuales de la historia del arte universal. 

Sofonisba Anguissola, Autorretrato, 1556, Museo Lancut, Polonia

Toda esta situación de invisibilidad que venimos planteando nos acerca a la artista estadounidense Judy Chicago con su obra emblemática de 1974/1979  The Dinner Party. La Instalación consta de una mesa triangular donde están representadas simbólicamente treinta y nueve mujeres de todos los ámbitos de la historia, en cada lugar aparecen sus nombres escritos en un mantel con platos y cubiertos individuales representando a cada una de manera particular. La obra muestra, reflexiona e interpela el recorrido histórico simbólico de la mujer en la civilización occidental. 

Son innumerables las corrientes que hoy reivindican el rol de las artista mujeres y de otras corrientes que fueron relegadas por su color de piel, sexualidad, raza e ideología; como el colectivo artístico anónimo de artistas feministas y antirracistas Guerrilla Girls que en 1988 se unieron a una manifestación en protesta en el M.O.M.A de Nueva York  donde se presentaba una exposición de los principales referentes del arte de su época, y donde no figuraba ninguna artista mujer. Como vemos hemos avanzado mucho pero falta mucho por hacer, pensemos en ¿cuántas artistas mujeres conocemos que no sean Frida Khalo y el romanticismo que rodea a su figura? La respuesta es obvia,  no se trata solo de que sean mujeres, sino de su arte, su calidad como artistas; cuando nos amparamos en este criterio y solo éste, seremos un poquito mejores. Mientras tanto la lucha por darle voz a aquellas que fueron olvidadas por error o por omisión continúa. Por último es llamativo que la mayoría de las matrículas de aprendizaje artístico sean de mujeres y que los que dominen el mercado o tengan mayor visibilidad sean hombres. Para pensarlo.

cartel de las Guerrilla Girls de 1985.

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