Pueblada de imágenes: comentario al libro de Dardo Solórzano.

Dardo Solórzano nació en la ciudad de Monteros, pero actualmente está radicado en San Miguel de Tucumán. En el año 2013 publicó su primer libro, Pueblada, bajo el sello editorial Llanto de mudo (Córdoba). En ese poemario, Solórzano, recupera imágenes y voces del pasado para transformarlas en materia poética.

A lo largo del libro los lectores recorremos los diversos caminos que atraviesan una serie de escenarios personales que, a su vez, son compartidos. El poemario, dividido en seis capítulos, estructura un inventario de rumores que, como bien lo advierte Juan Ahuerma Salazar en el Prólogo, “surgen desde un espejo roto, de un mundo pisoteado”. El libro cuenta con un Epílogo en el cual Solórzano sostiene: “Quizás sea este solo un vano intento de dejar esa huella, tan solo un pequeño aporte a la cultura de mi pueblo, o un intento para que ‘esos otros’ no mueran”.

Nos preguntamos: ¿cuál es la relación que se establece entre el sujeto que enuncia y ‘esos otros’?

En su obra La casa y el caracol (2005), Raúl Dorra explica que “la voz llama y espera, hace camino; también, y por eso mismo, una función derivada de la voz es la de definir la identidad del sujeto hablante, la de exponer esa identidad”. En sus poemas, el escritor tucumano, construye una voz que “llama y espera”, una voz creadora de múltiples puentes tendidos hacia los otros porque sólo con ellos es posible identificarse y, por lo tanto, definirse. Y es que “esos otros” atraviesan un espejo astillado, pero no mueren, por el contrario, dan forma a la voz que los nombra. En este sentido, se trata de una construcción mutua: yo me construyo en/con los otros.

Pueblada es un poemario que pone en diálogo la poesía con el arte pictórico. Hacia su interior el lector deviene espectador al observar los dibujos de Mario Albarracín, que se incluyeron y que complejizan la lectura del libro. Es sabido que Tolstoi les brindó un consejo a los escritores al decirles: «Pinta tu aldea y pintarás el mundo». En Pueblada encontramos una voz aguda que pinta su aldea y una mirada atenta que rescata detalles para pintar con ellos un cuadro hecho con palabras.

En una conferencia sobre los vínculos entre pintura y literatura pronunciada en 1999 en el Museo Nacional de Bellas Artes, Isidoro Blaisten sostuvo: “Así como el pintor necesita ‘leer’, ‘hacer una lectura’ del cuadro, el escritor, muchas veces, necesita dibujar.” Esa necesidad de dibujar que siente el escritor, podemos observarla en el poema que transcribimos a continuación:

SOLA

En esta casa ya hubo alguien,
es lunes para ser lluvia
pero nadie sabe que recuerdo su pelo derramado.
Por la ventana llora la casa ausencias de otros dueños.
¡Qué gris mi alma!,
me ha susurrado el aroma de la luna,
esa mujer que he perdido,
y sus cabellos acariciando mi almohada.
La casa cerró sus ojos a la calle San Martín.
Hoy me ha dicho: _”No vuelvas inquilino con tus sombras,
sola, así estoy bien,
no vuelvas nunca, no hay donde habitar,
hoy aquí me pueblan los ausentes”_. (p.92)

Los poemas que integran este libro se caracterizan por la extensión de sus versos que, por momentos, se asemejan a la prosa. Sin embargo, los cortes logran una cadencia que revela la no coincidencia del sonido y del sentido, acentuando la indefinición de las imágenes. Casi como si se tratara de una pintura ensombrecida, la imagen del poema “Sola” es trágica y terriblemente dolorosa.

“La casa”, ahora despoblada, expulsa a quien la habitaba, pues prefiere llorar por las “ausencias de otros dueños”. Este “inquilino” ahora es un huérfano que no tiene “donde habitar”. La expulsión ha sido definitiva, “no vuelvas nunca más”, y certera, no hay posibilidad de retorno: “sola, así estoy bien”. Frente a ello, la voz recuerda a “esa mujer que he perdido,/ y sus cabellos acariciando mi almohada.” En el poema, el recuerdo está vinculado con la ensoñación, con el despertar y con el dolor. Es una voz sin casa ni recuerdos puesto que ella ha sido clara y le “ha dicho: _”No vuelvas con tus sombras,”.

En esta composición existe un juego interesante en relación con esas sombras que habitan el poema, ya que si bien es cierto sabemos que quien enuncia es una primera persona (basta con observar los verbos y pronombres), existe una ambigüedad en relación con algunos referentes como, por ejemplo, el de esa voz que, en estilo directo, irrumpe en el poema. ¿Quién le impide al inquilino volver a la casa? ¿Quién dice: “sola, así estoy bien”? ¿La casa, la mujer? Se produce una zona de claroscuros que impide identificar los límites entre casa y mujer. Esto probablemente se deba a que el recuerdo de esa mujer está vinculado con el de la casa.

No obstante, si prestamos atención a ese “hoy” y “aquí” del poema, descubrimos que ambas nociones remiten a una instancia temporal y espacial específica. Es decir, el “hoy” y “aquí” remiten a la casa, pero sobre todo, remiten al poema. Si el poema es una casa para la voz, es el poema el que habla y dice: “me pueblan los ausentes” que, como sabemos, también son los otros. Desde esta perspectiva, el huérfano, el inquilino no es otro que el lector.

En definitiva, Pueblada es un poemario que permite reflexionar sobre la escritura como un acto de generosidad; puesto que, a través de ella, es posible conservar los recuerdos en un lugar al que siempre será posible volver.

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