Cabriolas en el aire irrumpe ardorosamente la poesía actual. Con este libro Víctor funda una religio voluptuosa a través de sus versos perforados por la luna llena. Una ligazón panteísta para alabar la seducción y el placer pero también para orar los duelos silenciados
La idea de monstruosidad, a la que estamos tan acostumbradxs, se revierte para invitarnos a leerla desde otra perspectiva. Este poemario pareciera engendrarse desde la resistencia a lo normativo como una fuerza vital que humaniza al “monstruo” desde lo más potente: el deseo.
Aquí el fauno no persigue a la ninfa: en este monte lunar los faunos se encuentran para gozarse. Las alas mutan en pezuñas donde lo aparentemente deforme se convierte en belleza y la alteridad es poesía.
El amor y el odio se funden, como en el tormento de otro poeta, en una misma cornamenta de éxtasis. El fauno también es profético y así vaticina que estos versos, saltarines y danzantes, resonarán en ese monte que es catamarqueño pero, al mismo tiempo, universal.
CABRIOLAS EN EL AIRE – VÍCTOR ALEJANDRO AYBAR
CAPRICHOS DEL SEXO
I me soñaba golondrina no como las de Bécquer que eran oscuras y volvían a eso que nunca tuvimos en casa balcones ni como las del gordito salteño que eran brasitas negras no tuve coraje ni un poquito de coraje para no soñarme y ser golondrina se me tatuaron esas alas en los pies patitas y garras se duplicaron cuatro patas salinas y sin cansancio me hice a fuerza de otra especie de coraje quizá veneno de Ícaro caído tomé un día y me embriagué ahora como recuerdo antiguo voy rumiando mors mort mors que dicen y ya me voy ya me iré como las golondrinas de otro poema III y si esta cabra dejara de rodar por este valle de lágrimas prepotente y audaz lactal y cornuda si dejara que sus balidos no se confundieran con los gemidos de un putito si dejara de caminar loca loquísima contra el viento norte en los agostos llenos de muertos si dejara de derramar su todo germen lunar en la arena si dejara de creer en la luna el sol el giro el amor y otras hierbas para amarrar a ese otro cuerpo si esta cabra dejara de rodar no sería esta cabra montuna y vallista V quien no tiene ni buey ni cabra toda la noche labra te vi te escuché agitar con tus manos esa chota faunal el monte abría su sendero solo el ancoche te cubría quién rondaba tu cabeza rojo remolino erecto quién subía sudor arriba esa transparencia morena me viste y todo terminó tu deseo en mis ojos mi boca en la sorpresa tu sudor en la tierra una acequia de estrellas en la siesta de abril
CAPRICHOS DEL AMOR
III la mano sube la curva peluda sube y baja a contrapelo también peina ese lomo caliente echado a cuatro patas sobre sus muslos tensos que esconden la pulsión mayor el sol alto arqueó su cintura y el norte señaló al sur hincar el punto exacto puede tumbar vidalas de amor el cuerpo siendo apero entero abraza a la bestia y esquiva la cornada febril allí el pastorcito se hace pastor IV camina enchotado ha rumiado todo el día la idea el amor y el odio dicen son dos cuernos del mismo chivo
CAPRICHOS DE LA MUERTE
III me voy a recorrer toda la tierra piedra a piedra palmo a palmo el pálpito urgente de olvidar pecho adentro la pena esta pena que se apuna en la altura temblor y sombra en la tierra el rumor se eleva mi consuelo es conversar con las piedras de pena en pena palmo a palmo en la puna todo temblor V con la mandíbula que sube y baja y la boca fruncida por los años el rumor de sus ojos se alarga en la distancia como cabra vieja empecinada encorvada bajo el alero trenzándose los dedos es una piedra más en el arenal rumia el deseo de verlo volver descarriado su cabrito recuerda cuando la siesta calcina afiló el ángulo mortal y pétreo ese que calló el cencerro y el balido de su cabrito