Mi primera sangre a los diez años. Una guirnalda de fuego en medio de la niñez corona chiquita como mi nombre en el borde opaco del invierno. Fue una celebración para mi madre y mi padre me regalaron flores una luz intermitente de alegría de dolor el tallo reverdecido de mi género. Mi primera sangre en una tela con puntilla y dibujos de colores. En la tele, María Soledad Morales y yo sin entender que las correspondencias entrampan que crecernos la cuerpa es como saltar las vallas sabiendo que hay que caer y que a veces, sólo a veces, hay flores del otro lado. Dejame decirte que cuando río con vos me siento una pajarita alegre y circular una parte de mi risa es tuya viaja hacia vos migra a tu cara que es otra pájara que me recibe el vuelo como abrazando. Y dejame decirte que cuando lloro con vos me siento una tacuarita mojada llenas las plumas de un agua de puntilla y que no es rocío sino aguacero y que cuando vos me mirás y tus manos me sostienen, amiga, hago un nido un poco de hija y otro poco de madre hago un nido que cuidás con ramitas y barro. Yo sé que muchas cosas cuando tiemblan germinan el viento. Como vos y yo cuando somos mujeres con urgencia de pájaro y la ternura atenta para alumbrar todo lo que caiga de la ramada. (de Cacerías, 2021. Edit. Palo Santo)
I Lo súbito: el chajá alto y poderoso, una mojarra entre los dedos, una comparsa de loros y chicharras. El verano. IV El tente bruma verde. Incandescencia. Una flor es invocada en su lenguaje de aire atravesada por su fálico vuelo de lentejuelas. Tentenelaire como un soplo como el corazón de la tarde galope galope galope. Caballito transparente. Campana de rocío. Que se le va el día entre ser pájaro y mariposa. XI La noche parpadea. Es una fuente de idiomas desconocidos. Una correntada de luces y de bufidos anónimos. Alguien reza mientras se descosen las aguas. Alguien sostiene de pie la estampida del aire. Somos un ánfora sedienta. Crece en el bochinche de los patios un augurio secreto inapresable que sabremos de algún modo nombrar en el filo de la palabra en un instante humano humildísimo de criaturas difusas y miedosas atadas a un tiempo que apenas existe. (de El asombro de los días, inédito. Premio Fray Mocho Poesía 2023)
Carla Olivera nació en Gualeguaychú en 1985. Es poeta y profesora de Lengua y Literatura. Ha publicado los libros de poesía Partición de voces (2006), Intemperie (1° edición, 2014 Ed. Singular. 2° edición, 2021 Editorial Palo Santo), Cacerías (2021 Editorial Palo Santo). Ha participado en antologías literarias, entre las que se destacan Poetas argentinas 1981-2000 (2023 Ediciones Del Dock), Flotar (Camalote, Paraná. 2021), Liberoamericanas, 80 poetas contemporáneas (ediciones Argentina-Uruguay- España. 2018). Sus obras han recibido distinciones en diferentes certámenes literarios. Su obra El asombro de los días fue distinguida con el Premio Fray Mocho poesía 2023, máxima distinción literaria que otorga el Gobierno de la Provincia de Entre Ríos. Integra el grupo de lectura Las curanderas, y equipos de trabajo para la gestión y producción de eventos culturales en Gualeguaychú. Forma parte del proyecto Editorial Palo Santo.