Cinco poemas de Carla Olivera

Mi primera sangre a los diez años.
Una guirnalda de fuego en medio de la niñez
corona chiquita como mi nombre
en el borde opaco del invierno.
Fue una celebración para mi madre y mi padre
me regalaron flores
una luz intermitente
de alegría
de dolor
el tallo reverdecido de mi género.
Mi primera sangre en una tela con puntilla y dibujos de colores.
En la tele, María Soledad Morales 
y yo sin entender 
que las correspondencias entrampan
que crecernos la cuerpa es como saltar las vallas
sabiendo que hay que caer
y que a veces,
sólo a veces,
hay flores del otro lado.





Dejame decirte que cuando río con vos me siento una pajarita
alegre y circular
una parte de mi risa es tuya
viaja hacia vos 
migra a tu cara que es otra pájara que me recibe el vuelo
como abrazando.
Y dejame decirte 
que cuando lloro con vos me siento una tacuarita mojada
llenas las plumas de un agua de puntilla
y que no es rocío sino aguacero
y que cuando vos me mirás y tus manos me sostienen,
amiga,
hago un nido 
un poco de hija y otro poco de madre
hago un nido que cuidás con ramitas y barro.
Yo sé que muchas cosas cuando tiemblan germinan el viento.
Como vos y yo cuando somos mujeres con urgencia de pájaro
y la ternura atenta para alumbrar todo lo que caiga de la ramada.

			                          (de Cacerías, 2021. Edit. Palo Santo)
I

Lo súbito:
el chajá alto y poderoso,
una mojarra entre los dedos,
una comparsa de loros y chicharras.
El verano. 




IV

El tente
bruma verde. Incandescencia.
Una flor es invocada en su lenguaje de aire
atravesada por su fálico vuelo de lentejuelas.
Tentenelaire como un soplo
como el corazón de la tarde
galope
galope
galope.
Caballito transparente.
Campana de rocío.
Que se le va el día
entre ser pájaro
y mariposa.




XI

La noche parpadea.
Es una fuente de idiomas desconocidos.
Una correntada de luces y de bufidos anónimos.
Alguien reza mientras se descosen las aguas. 
Alguien sostiene de pie la estampida del aire.
Somos un ánfora sedienta.
Crece en el bochinche de los patios
un augurio secreto inapresable
que sabremos de algún modo
nombrar en el filo de la palabra
en un instante humano
humildísimo
de criaturas difusas y miedosas
atadas a un tiempo que apenas existe.

		(de El asombro de los días, inédito. Premio Fray Mocho Poesía 2023)

Carla Olivera nació en Gualeguaychú en 1985. Es poeta y profesora de Lengua y Literatura. Ha publicado los libros de poesía Partición de voces (2006), Intemperie (1° edición, 2014 Ed. Singular. 2° edición, 2021 Editorial Palo Santo), Cacerías (2021 Editorial Palo Santo). Ha participado en antologías literarias, entre las que se destacan Poetas argentinas 1981-2000 (2023 Ediciones Del Dock), Flotar (Camalote, Paraná. 2021),  Liberoamericanas, 80 poetas contemporáneas (ediciones Argentina-Uruguay- España. 2018). Sus obras han recibido distinciones en diferentes certámenes literarios. Su obra El asombro de los días fue distinguida con el Premio Fray Mocho poesía 2023, máxima distinción literaria que otorga el Gobierno de la Provincia de Entre Ríos. Integra el grupo de lectura Las curanderas, y equipos de trabajo para la gestión y producción de eventos culturales en Gualeguaychú. Forma parte del proyecto Editorial Palo Santo.


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