No importa cuánto vamos a durar pobres. Que la hacienda ha sido mala no le discuto, porque aquí el animal se hace de andar y del monte, no es como en el llano, y más ahora con la mejora de las pasturas, todo eso se ve para el llano, le repito. Pero tampoco es esa la preocupación. En mi familia no hubo ningún vacudo. Siempre tuvimos linda chacra y antes muy buena verdura. Zanahorias de este alto, lo dice ilustrándome con un dibujo imaginario entre sus manos torcidas, que van para adentro. Las manos juntas podrían formar un nido, pienso, podrían encajar como dos gajos.
La mirada es la de un hombre que ha descosido varios oficios, y otros le han sido dados sin que él los buscara. Pircador era desde niño, cuando andaba componiendo esas pircas antiguas, levantadas quién sabe si por el abuelo de su abuelo. Luego hizo kilómetros de pircas para don Juan León y los otros Córdoba, del otro lado. Trenzaba el cuero cuando se estaba quieto, incluso después de que perdiera aquel ojo al que le había saltado cal hirviendo.
Arriero fue por años y también realizó las otras tareas de campo: señalar, asistir un parto de cabra, mular o vaca. Ordeñar, enlazar, hachar, menos cazar con trampas; había elegido yuyos, sabía trazar caminos de agua para las vertientes, conocía los secretos de la gravedad y podía diseñar por dónde vendría el agua para un rancho con un dibujo elemental, que parecía haber sido realizado por un niño.
“Jamás me pude ir. Mire que tengo una hermana en Comodoro casada con un juez. No soy cuñado de ninguna autoridá, le dije bromeándolo cuando me quiso llevar cuando recién había cumplido los 80. Y aquí me quedo a morir en lo mío. Quién nos va a sacar. Ahora dicen que hay ese litio debajo de todas las sierras. Mi hijo está afligido haciendo los papeles; estas casas, estos campos han sido de nuestros agüelos y todos los otros eran de la gente antigua y hoy siguen sus hijos y sus nietos sin papel más que la palabra. Esta es zona de cría de cabras. Antes hubo una mina de mica que trabajaron unos sanjuaninos. Pero ahora quieren que nos vamos, dicen que van a ofrecer casa en otros lados y alguna plata para callarnos la boca. Yo de acá no me muevo y le firmo ya que ninguno de los viejos quiere dejar su querencia, su rancho, este aire, estas plantas, el río. Sentir el balido de los animales, los cantos de los pájaros o cuando baten alas y palmas con las hojas de los arboles a la oración. Quién me va a quitar lo dueño que soy de mirar la lluvia pegando contra el río. Eso no es nada y eso es todo, dijimos todos, en la reunión que se hizo en la escuela. ¿Qué quieren este pedazo del mundo si ya tienen todo el mundo?”
En Cuentos Reunidos. Editorial Maíz Rojo. Publicado en abril de 2023.
Enrique Traverso, catamarqueño, publicó en poesía: Entre pajaritos de maíz y luces de neón, Canto a los licores ocultos del paisaje y Pulsando el crepúsculo con una sola yema. En narrativa: Historias de las comadrejas y otros cuentos son visiones (cuentos), Crónicas andariegas y Cuentos Reunidos (2023). Es codirector y editor de las editoriales Maiz Rojo y Cerro Negro. Escribió en diarios y revistas de Catamarca, Córdoba, Capital Federal y España. Coordina talleres literarios desde hace dos décadas. Fue conductor de programas de radio de arte, jazz y tango piazzoleano.