Entrevista a Célica Véliz

Sus trabajos tienen el terrible peso de la levedad. Charlamos con la fotógrafa radicada en La Plata sobre las técnicas alternativas y el recorrido vital de su trabajo.

Daniel O: Una pregunta obligada. Cómo te acercaste a la fotografía? Recordás las cámaras de tu infancia? Cómo empezó todo?

Célica V: El acercamiento a la fotografía se dio desde muy pequeña. Mi abuelo paterno, Carlos A. Véliz era fotógrafo (“amateur” diríamos). Sus imágenes cotidianas tomadas a partir de la década del ‘50 aún me fascinan: las vacaciones en Córdoba, en el mar, la Buenos Aires de los ‘60, los bosques de Ezeiza en los ‘70. Había llegado desde Tucumán a Buenos Aires cuando todavía era un adolescente. Fue una persona muy creativa con una sensibilidad de otro planeta. Lamentablemente se fue demasiado pronto, cuando yo tenía 7 años. Quedaron sus cámaras, sus copias manuales, su guitarra y una tristeza enorme.
La primera foto que tomé fue a los 4 años, mi papá me dio una cámara telemétrica Minolta. Le quería hacer un retrato pero como era muy chiquita terminó siendo una foto de sus manos.  Nací cuando mi papá era muy joven, tenemos una relación re complicada pero ese momento de conexión siempre lo recuerdo con mucho cariño. La fotografía siempre aparece para salvar, para hacerte acordar que no todo es tan choto.

DO: Une transita el camino, aprende y es influenciado a la vez por otres. Cúales fueron tus influencias en la fotografía?

CV: Además de lo que conté anteriormente, mi mayor influencia fue el cine. Cuando era chica, no hacía demasiado en el mundo real, solo ir a la escuela y observar. Vivir en el conurbano en los ’90 era muy violento y aburrido[1]. El videoclub fue mi salvación en la niñez, alquilaba cualquier cosa. Vivía en mi cabeza, en la fantasía. En mi adolescencia vi un par de pelis en el cable que me volaron la mente una fue El Espejo y las otras fueronEl enigma de Kaspar Hauser (el título original me parecía desolador[2]) y La tercera parte de la noche. Fue ver eso y decir quiero hacer imágenes y contar historias. 
Cuando terminé el colegio estaba decidida a estudiar cine, pero como nos mudamos con mi familia de Ezeiza a las sierras de Tandil me anoté en la carrera de Fotografía y en el Profesorado de Artes Visuales, porque carrera de cine aún no había por allá. Yo no conocía nada de la historia de la fotografía y en la carrera me empecé a interesar por las imágenes de los inicios. En ese entonces, me encantaron los laburos de Julia Margaret Cameron, de Nadar y del grupo Photo Secession (y Camera Work). Hoy todavía los muestro en las clases y me emociono, sobre todo un retrato frontal[3] de JMC: una placa de vidrio totalmente hipnótica que decís: ¡pero che! ¿Cómo hizo esto?


[1] Coming of age 2020
 
[2] Jeder für sich und gott gegen alle (Cada uno para sí y Dios contra todos, Werner Herzog, 1974)
[3] “Julia Jackson”. Julia Margaret Cameron. 1867
 

DO: Hay un vínculo entre imagen y palabra en tu trabajo. La literatura puede y es un punto de influencia. Qué autores te gustan o qué tipo de literatura preferís leer?
Cómo transitas ese pasaje de ida y vuelta entre la palabra y la imagen en tu trabajo?

CV: Los textos son complementarios, son chiquitos, cortitos. Me pasó en laburos anteriores como Bosque Cerrado y MADER que los textos eran tan cortitos que parecían totalmente desconectados de las fotos, los entendía yo, que había estado ahí. Son también laburos muy autorreferenciales. Me pasaba que no quería sobre explicar y me daba un poco de vergüenza que se conociera mi historia personal. 
Si bien intento que la imagen sola tenga fuerza, tenga su narrativa, con el texto se enriquece. Capaz de una foto de El cuerpo roto, sin texto decís: uh que interesante pero la interpretas para el lado que te pinta. Quise que se entienda que es un laburo sobre la enfermedad, sobre el cáncer, sobre un cuerpo amenazado de muerte y el no poder escapar de esa amenaza porque la llevas dentro.
Cuando era más chica, cuando recién me había mudado a Tandil, escribía y enviaba muchas cartas, que fueron el punto de partida de Bosque Cerrado diez años después.
Hace un par de años escribo para mí, para leerme en algún momento. Esos textos pequeños que acompañan las fotos son escritos viscerales de algún momento, pero pasados por un filtro. 
Me embolan mucho las críticas a los cruces entre literatura y fotografía: leer cosas como “si me tienen que explicar la foto dedíquense a escribir” o que despectivamente se hable de “cuentógrafos”.
El año pasado leí Cómo desaparecer completamente de Mariana Enríquez y me pareció increíble, debe ser la identificación con esa adolescencia conurbana y el horror en lo cotidiano. 
Antes de la pandemia yo viajaba muchísimo en tren y en micro para ir a laburar (doy clases). Esos eran mis espacios de lectura. Ahora estoy un poco dispersa y la pandemia me agarró leyendo mucho sobre historia de fotografía y sobre técnica. El último libro que leí fue Diario del dinero de Rosario Bléfari. Ya con la frase en la contratapa: “(…)para quien pueda llegar a preguntarse de qué modo sobrevive en este mundo alguien como yo” se ganó mi corazón. Hablando de influencias por fuera de la fotografía, ella siempre estuvo ahí, fue y seguirá siendo alguien admirable que me emociona muchísimo.

DO: Por qué elegís los procesos alternativos? Qué encontrás en ellos?

CV: Yo venía muy enojada con mi formación fotográfica en la que se menospreciaba la historia, que era lo que más me había interesado de la carrera. En los 2000 habían declarado el fin de la historia de la fotografía: tiremos todo llegó lo digital! Yo me resistía y quería indagar un poco más sobre la técnica que había visto solo en teoría. 
En la década siguiente les pibes más jóvenes fueron quienes recuperaron el interés por las técnicas. Yo empecé a dar talleres de lo que había estado aprendiendo por mi cuenta y eso me llevó a aprender un montón de cosas nuevas, viajar muchísimo y conocer gente increíble. 
Me interesa todo el proceso de hacer una copia, la parte química y transmitirlo sobre todo. Siento que estamos reviviendo un poquito de la historia de la fotografía, obviamente que adaptada a nuestra época y las posibilidades materiales. 
No sé si estoy muy de acuerdo que los procesos por sí solos no son nada, que hay que hacer obra con ellos sí o sí porque de otra manera no tienen valor.
Decir: bueno así se trabajaba en el siglo XIX o esta también es una manera válida de generar imágenes me parece importante.
Yo trabajé durante mucho tiempo con cámaras rotas, maltrechas, pegadas con cinta. Me identificaba con esos artefactos, además de que siempre estuve en apuros económicos. Me puse a hacer fotos con cajas, lo que había a mano. No sé si hay mucho de elección en eso, El proceso de toma y copia son largos y el resultado es tal vez lo más parecido a lo que imagino. Ahora les tengo cariño a estas cámaras precarias pero estoy pensando en abordar algún tipo de imagen nueva para mí.

DO: Tu trabajo, El Cuerpo Roto, fue expuesto en el 2019 en el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti de La Plata y luego en el Mumbat. Un registro intimista y en formato de diario sobre esta etapa de tu vida. Cómo llegás a tomar conciencia y decidís ponerte en ese momento frente a cámara? Cómo fue ese click?

A finales de 2018 me diagnosticaron con cáncer de colon en fase III, después de años de diagnósticos erróneos mientras seguía bajando de peso y sintiéndome pésima físicamente. No venía haciendo muchas fotos en esa época, trabajaba como docente sin parar. Unos meses antes había hecho unas fotos estenopeicas y las revelé ya para cuando tuve el diagnóstico. Me sorprendió lo que vi y seguí haciendo autorretratos sin demasiada intención.
Justamente, el otro día charlando en una clase dije: chicos yo no tengo la más pálida idea de lo que hice en ese trabajo, fue muy intuitivo, lo que me iba saliendo en el momento. ¿Por qué hice determinados autorretratos? No lo sé, me surgía hacerlos según como me iba sintiendo. Ya cuando me llamaron tanto del Museo Pettoruti como de 494 Ediciones (para hacer el primer fanzine) ahí sí empecé a trabajar con alguna dirección. Lo que no me interesó hasta el final fue hacer fotos en los ambientes de hospital, no me interesaba en lo más mínimo. La crónica es de los momentos que quedaban en medio de eso.
Durante varios meses no las pude ni mirar, envolvía los fanzines para enviar y lloraba al verme tan hecha pelota en esas fotos.

DO: Tomamos las palabras de Natacha Ebers, curadora de la muestra, que nos dice que El cuerpo roto es el cuerpo borroso, el autorretrato como catarsis. Hay una tensión a medida que se atraviesa la obra y que nos lleva a la reflexión sobre el cuerpo y en este caso el cuerpo que ocupa cada vez menos espacio mientras es recorrido por el amor pero a la vez el miedo y la incertidumbre. Ese cuerpo que es atravesado por diversos estados puede ser tomado como una geografía de huellas y a la vez testimonio y sobretodo de resistencia?

CV: De El cuerpo roto me dijeron: “¡Pero cómo te animas a exponerte así! Yo no podría.” Yo no podría haber hecho otra cosa. Fue mi manera de resistir, empezar a mostrar de a poquito, al principio en redes sociales, luego en el primer fanzine y finalmente con la muestra, como hacía para atravesar esa situación de mierda y de incertidumbre, donde no sabía si me iba a morir en la operación o qué. Yo recibí muchísimo amor de mis alumnas, amigxs y colegas, fueron clave, hay días en que la cabeza no me daba más de saber que llevas esa amenaza de muerte encima y no podés hacer nada más que esperar a ver si resultan los tratamientos. 
Natacha Ebers me ayudó bastante a acomodar el material, y también las coordinadoras de la sala del Museo Pettoruti. En un principio iba a haber una instalación hecha con las cajas de medicamentos, recetas y también había pensado en incluir unas fotos de calle tomadas en La Plata a finales de 2018, pero quedaron descartadas esas ideas. 
Ya las fotos del hospital están planeadas, yo me interné con una cámara estenopeica con la idea de: bueno, si salgo viva de esto hago unos autorretratos, si no salgo que Natacha haga la muestra igual. 
La última foto que hice para la muestra es la “foto de las flechas”, es la más performática y la que menos tiene que ver con el conjunto, la hice después de la primera operación y antes de la muestra. Es un autorretrato con un traje que hizo una amiga para un desfile hace años.

DO: De El Cuerpo Roto se desprendió hace muy poco su lado B, Las Vías de Escape, crónica de 33 días de radioterapia. Surge ante la respuesta buscada y latente de cómo transitar una enfermedad. Qué nos podrías decir sobre este complemento?

CV: Quería hacer un trabajo autorreferencial sin exponer imágenes de mi cuerpo. Las fotos de Las vías de escape fueron hechas en el momento en que peor estuve físicamente (a principios de 2019). La idea de esta publicación surgió a finales de 2019 cuando ya estaba bien de salud, mientras que El cuerpo roto fue hecho en tiempo real, junto a los tratamientos y operaciones.
La radioterapia hace mierda al cuerpo y si hay fotos de esa época me las guardo para mí. Tuve que equilibrar entre mostrar la dureza de la situación y preservarme del morbo de la gente, porque a veces compartís algo en redes sociales y la gente te escribe cada cosa! El tabú cáncer=muerte sigue estando y ver a alguien joven y enfermo te refleja tu propia mortalidad. Una persona, cuando todo ya había pasado me dijo: “¡al final, el cáncer ya no es lo que era!”¿Por qué yo sobreviví? Desgraciadamente, si: ES. ¿Cuánta gente perdemos todos los días? Ahí por un ratito me arrepentí de no haber hecho más crudo a El cuerpo roto.

Cuál o cuáles son tus proyectos a futuro?

CV: Me gustaría juntar los dos zines más todas las fotos posteriores sobre la misma temática y generar un trabajo ya con un poco más de distancia. Como dije anteriormente El cuerpo roto fue editado en tiempo real, los pedidos del zine los tomaba en la cama del hospital. Me gustaría que se transforme en un libro en algún momento. Y Seguir adelante, no quiero quedarme enganchada con esa etapa de mi vida.




Célica Véliz

Fotógrafa, profesora de artes visuales y técnica ceramista. Actualmente coordina talleres de fotografía estenopeica, laboratorio b&n y procesos fotográficos alternativos en su espacio virtual “Superficies Sensibles”. En los últimos años trabajó en varios proyectos fotográficos: El Cuerpo Roto, MADER y Bosque Cerrado, son algunos de ellos. Vive en La Plata, Buenos Aires.


Instagram: https://www.instagram.com/celicaveliz/ /// https://www.instagram.com/superficies.sensibles/

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