Puntual, baja al lobby del hotel donde se desarrollará la entrevista. Sus años de estudio y el tiempo que vivió en México, Colombia, España y Venezuela se reflejan en su perfecta pronunciación de nuestro idioma. Escucha con atención cada pregunta y luego comparte con entusiasmo sus experiencias y opiniones.
A partir de sus estudios de idioma español, el doctor Ryukichi Terao, reconocido académico japonés e investigador literario, quedó fascinado con la literatura de América Latina. Su primera traducción fue un ensayo de Ernesto Sábato, “El escritor y sus fantasmas”, y luego adaptó obras de Juan Gelman, Juan Carlos Onetti, Juan José Saer, Guillermo Cabrera Infante, José Donoso y Silvina Ocampo, entre muchos otros. Al español se encargó de traducir a Kobo Abe, Junichiro Tanizaki, Kenzaburo Oe y Ryunosuke Akutagawa, en versiones que fueron elogiadas por críticos y lectores.
Aprovechando su visita a Tucumán para brindar una conferencia organizada por la Embajada de Japón, lo entrevistamos para conocer los detalles de su trabajo y de su método: Terao rechaza las traducciones literales y defiende la reinterpretación de los textos manteniendo siempre su esencia.
Ryukichi Terao: Hasta ahora he traducido unos 50 libros, la mayoría del español al japonés. Más que traductor, me considero un investigador literario. Entonces hago la selección desde ese punto de vista. Sólo traduzco obras que en mi opinión tienen un valor cultural, literario, histórico. Afortunadamente no traduzco por encargo, siempre escojo yo qué obras traducir. Me pagan mucho menos, pero es más divertido (risas). Sólo me quedo con las obras que me gustan. Los escritores dicen que ellos no buscan los temas, sino que los temas los buscan a ellos. A mí me sucede algo parecido. Hay momentos en que siento que algunas obras me persiguen para que las traduzca. Ese también es un criterio muy importante. Hay obras que se posesionan de mí. Durante mucho tiempo me obsesiono hasta terminar de traducirlas.
RT: Hay obras que yo disfruté mientras leía pero que son difíciles de traducir. Por ejemplo Noticias del Imperio de Fernando del Paso, que tiene unas 800 páginas. A mí me costó muchísimo traducirla. Disfruté la lectura, pero sufrí muchísimo la traducción. Me angustié porque es voluminoso y por más que avanzaba sentía que no se acabaría nunca. Hay otras obras que no me dan tanto trabajo. De Silvina Ocampo traduje La furia y Las invitadas, y ella tiene un estilo muy fluido y muy preciso. En ese caso disfruté la lectura y también la traducción.
RT: Definitivamente, José Donoso. Es un escritor un poco olvidado en América Latina, pero curiosamente en Japón tiene lectores fanáticos. De hecho, en vida Donoso se extrañaba porque sus libros se vendían bien en Polonia y en Japón. Su obra más importante, El obsceno pájaro de la noche, se tradujo a principios de los 80 y tuvo un éxito inaudito. Llegó a vender unos 5000 ejemplares y se reeditó después. Su novela Casa de campo permaneció inédita en japonés durante muchísimo tiempo, a pesar de que había mucha expectativa de la gente que leyó El obsceno pájaro de la noche. Yo la terminé de traducir en 2014 y se publicó ese mismo año. Tuvo mucho éxito. Se vendió la primera edición de unos 2000 ejemplares en un año y se hizo una reimpresión de mil ejemplares que está por agotarse. Tres mil ejemplares vendidos en este momento, en que se venden muy pocas novelas latinoamericanas, es una cifra significativa.
RT: Tanto en Argentina como en Japón hay lectores muy sagaces y muy voraces, que leen mucho y siempre están en busca de lo extravagante. Donoso vino muy bien para esos lectores muy cultos y con una capacidad de comprensión muy desarrollada.
RT: Sí. Siempre lo siento como una responsabilidad y me doy cuenta de la importancia que tiene la labor de traducción. Hago todo lo posible para no equivocarme y, aunque a veces he tenido errores, trato de no preocuparme demasiado porque sería peor que una obra de valor quede inédita.
RT: Le doy mucha importancia a esas vivencias. La experiencia de haber vivido en esos países me ha servido mucho. Es importante tener un buen conocimiento y dominio del idioma que nos interesa. Eso es lo básico. Y en ese sentido creo que no hay que apresurarse: veo que los jóvenes traductores quieren establecer su fama de manera muy temprana y eso puede llevar al error. Primero es importante vivir en ese contexto cultural durante un buen tiempo, para tener buen conocimiento de literatura y de las costumbres. Sin eso yo no podría traducir tan rápido. El primer libro de traducción que publiqué fue en 2007, cuando tenía 36 años. En ese momento ya había vivido en Colombia, Venezuela y México, y tenía buen dominio del español.
RT: Yo comencé a traducir a autores japoneses para mejorar mi español. Yo quería escribir bien en español porque tenía que escribir mi tesis de grado en ese idioma. Comencé a traducir las obras de Tanizaki y el escritor venezolano Ednodio Quintero me las corregía. Así fui mejorando mi escritura en español. El proceso es un poco diferente. Normalmente, el proceso de traducción inicia con la asimilación del texto: me apropio del texto y lo convierto en otra obra. Cuando traduzco al español, el proceso se da al revés. Me des-apropio, me despego del texto. Por eso necesito que alguien me corrija. Tiene que ser un escritor, alguien de confianza, una persona que yo sé que escribe bien. Cuando traduzco literatura latinoamericana lo hago desde mi rol de investigador. La traducción del japonés al español la hago para compartir el placer de la lectura.
RT: Hay una figura muy importante que se llama Project Itoh. Así se denominó. Murió muy joven. Dejó dos obras de ciencia ficción maravillosas: una se llama Armonía y la otra se traduciría como Aparato Genocida.
RT: No soy adivino y no sé qué pasará en el futuro, pero todavía creo que somos superiores a la traducción automática, por ejemplo la de Google, que comete muchos errores. Puede servir para conversaciones muy básicas, pero para traducciones más avanzadas o para captar sutilezas del lenguaje o de la cultura no sirve. Así que todavía hacemos falta los traductores (risas).
RT: (Piensa) Traduciendo a Silvina Ocampo me ha sucedido que no me gustaron algunos de los finales de sus cuentos o me parecieron demasiado crueles. Ella tenía eso: mostraba crueldad en sus cuentos. A veces me daban ganas de “corregirlos” o “suavizarlos”, pero procuro no hacerlo. En ese sentido asumo la responsabilidad de ser fiel al texto. Borges a su antojo cambiaba frases, modificaba la historia, eliminaba algunas ideas. Él tenía derecho a hacerlo porque era escritor. Yo soy investigador literario y trato de ser fiel al texto. Eso no quiere decir que yo haga una traducción literal. Hay que hacer una interpretación y hay que saber escribir bien en el idioma al que se traduce. Es importante que se lea con fluidez, pero yo no me atrevo a cambiar los textos.
RT: Borges sigue siendo un escritor muy importante en Japón. Hay un asociación que se llama Asociación Borgeana, que realiza actividades de forma periódica. Incluso se llegó a invitar a su viuda, María Kodama, para que dictara una conferencia allí. La gente se sigue reuniendo para discutir la obra de Borges. Para mí es una figura muy importante. Lo leí cuando tenía 19, 20 años, y a mí me fascinó ese mundo fantástico tan particular, ese juego muy serio y metafísico que propone. Me sigue fascinando hasta hoy. Al principio sólo apreciaba los cuentos de Borges, pero aprecio cada vez más sus poemas. Hay un poemario muy bonito, que se llama Elogio de la sombra, que tiene el mismo título que una obra de Junichiro Tanizaki. Estuve leyendo esos poemas últimamente y me parecieron muy bonitos, sobre todo cuando hablan de la vejez. Probablemente sea porque estoy envejeciendo.
RT: Las notas obstaculizan la lectura. Eso no me gusta. Al texto como tal hay que respetarlo. Poner una nota es, de alguna manera, influir en el texto. Al no usarlas, en muchas ocasiones se hace difícil resolver una traducción. Me sucedió con Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, una novela en la que aparecen palíndromos y juegos de palabras. Por ejemplo, tuve que pensar muchísimo si ponía tal cual la frase “Amor a Roma” con una nota al pie de página que dijera “palíndromo en español”. Pero me pareció muy absurdo. Así que tuve que pensar muchísimo la solución e inventé un palíndromo equivalente en japonés: “Me gustaría ser homosexual también en Italia”.
RT: Siempre estoy leyendo novedades para buscar cuál se podría traducir. Así descubrí, por ejemplo, La forma de las ruinas de Juan Gabriel Vásquez y El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura. Procuro no confiar mucho en el criterio ajeno. Agentes literarios me escriben a cada rato para recomendarme alguna obra. Hay obras que se publican con mucha publicidad, sobre todo cuando ganan algún premio importante de las editoriales, que son pura propaganda y no tienen nada que ver con el valor literario. Pero sí confío en el criterio de los amigos escritores con quienes tengo mucha confianza.
RT: Me gustan las novelas históricas. También aquellas que profundizan en problemas sociales. Novelas serias (risas).
RT: “Porvenir”. Por su construcción y sonoridad. También porque aparece como el nombre de un periódico en una novela que me gusta: Nostromo de Joseph Conrad.
Ryukichi Terao (Nagoya, Japón, 1971) es traductor, especialista en literatura española e hispanoamericana y Doctor en Letras por la Universidad de Tokio. Tradujo al japonés obras de Ernesto Sábato, Mario Vargas Llosa, Juan Gelman, Juan Carlos Onetti, Juan José Saer, Guillermo Cabrera Infante, José Donoso y Silvina Ocampo, entre muchos otros autores. Adaptó al español libros de Kobo Abe, Junichiro Tanizaki, Kenzaburo Oe y Ryunosuke Akutagawa.
*Fotografías de Mario Díaz