Sakura
Esta noche miro las paredes blancas, las mismas paredes blancas de todos los días, y me pregunto de qué color serán tus paredes, y si también pensarás en mí. ¿En tus paredes también hay sombras de relojes parados? Los míos marcan la misma hora desde hace tanto tiempo que a lo mejor se olvidaron de que nacieron para girar. ¿En tus paredes también hay espejos quebrados? Me paro frente a ellos y veo mil veces repetido mi rostro y un solo cuerpo asustado de sus propios sentimientos. Y la única certeza, desnuda como el hueso de la cereza de mi pecho, es que te extraño. Cada día que pasa falta menos y sé que pronto voy a verte con los ojos llenos de ilusión y el rostro pintado de aurora. Sé que nuestros corazones se reconocerán en el encuentro de ese abrazo que los dos hace tanto nos debemos. Porque cada noche sin sueño, con las ideas bailando el vals sobre mi cabeza, tu nombre se me escapa de los labios y una sonrisa cómplice se me dibuja en el alma. Porque en el inconsciente ya sabía, y sé que vos también sabés, que los latidos no piden permiso cuando la cereza ya está en flor.
Canto a la injusticia
Las cabezas de plata instaladas en sus poltronas echan raíces profundas para absorber las esperanzas de los vástagos tiernos que buscan un asiento -cualquiera sea, donde sea- entre las agujas del reloj. Las cabezas de plata riegan sus raíces con ignorancia, dan flores de soberbia y de acomodada estancia. Reclamar no hay quien reclame porque batallar es entrega y las bocas sin voz ni un dedo se arriesgan; por eso lustran las poltronas con lisonjas inciertas para que al menos a sus pies parte del dominador se sientan. No les importa el pisoteo ni la humillación constante, pues para ganar el muelle asiento una cabeza de plata ha de adoptarles. Yo no quiero la tiranía de las cabezas de plata que en su despótico dominio nos quitan hasta las ganas; yo quiero el dominio joven, la voz del vástago rebelado que incendia cada poltrona del que limpiamente no la ha ganado.
El abrazo
La piel quema y se funde en la fragancia, en el perfume, de la piel que la abraza, en la piel que la abrasa. Son tus dedos inquietos que recorren las líneas ajadas de mis manos como ríos sin agua, ansiosos por la sed. Tu cabeza de mil ideas que se apoya sobre mi pecho, y mi corazón desbocado que te aviva la sonrisa. Son mis dedos, temerosos, que buscan a escondidas tocar tu cuerpo sin que notes que te quiero hacer caricias. ¡Qué deseo de que no me sueltes, qué ganas férreas de abrazarte! El canto dulce que nos envuelve de Morfeo me distrae. Ya tu mano que se cierne contra mi mejilla desvelada, y mis ojos que no te sueltan porque me derritís el alma.
Las hijas de Eva
Dicen que soy la carne de la carne un cacho de costilla hurtado, la compañera del hijo del padre, la serpiente que a la raza ha condenado. Dicen que a la mancha yo la hice, que la felicidad eterna yo les he quitado, que el dolor de la vida me merezco y el sometimiento atroz de un esclavo. Ellos dicen que mis carnes son pecado, que mi cuerpo a Dios ofende, desvelado, que mi esencia de fémina lunática de tan real deja al hombre avergonzado. Ellos taparon de mi desierto las dunas, la cabeza a fuerzas me agacharon, la garganta a sangre fría me cortaron y mis manos al quehacer han subyugado. Yo no soy de mí, no me pertenezco, mi padre me decía su tesoro más preciado, una posesión soy, como un objeto, que para un trueque provechoso han reservado. Y en la historia de los tiempos ignorante sin estudios racionales me han dejado, todo para hacer más sencillo el controlarme cual muñequita del hogar y del bordado. «Niña, así no te sientes si eres bien educada», «Niña, esos juegos son solo para hombres», «Niña, la mujer para el parto fue creada», «Niña, tú ve a la cocina y mejor no digas nada». El espíritu de mujer que ha atravesado la historia nos hermana aunque seamos distintas, nos hace una para borrar la injusticia, nos abraza en este cielo de amatista. Es este el grito de la lucha que me consume: el deseo de ser por fin libre y cortar las cadenas, ser mujer no es un castigo ni una pena, ser mujer es un designio de grandeza.
Fortaleza
A mis pies la tierra árida me da el beso maternal del polvo. Yo no elegí nacer en este valle; no elegí ser hija de este suelo, no escogí llevar esta lengua enquistada en los dedos. Pero elegí ser tierra; elegí ser vientre fecundo para otros seres de barro rojo, elegí ser polvareda que los unja de tradiciones antiguas olvidadas en la vergüenza. Yo soy la voz del viento que susurra entre los algarrobos, que late viva en las montañas para quitar el hambre del alma. También soy el agua del río, en un cauce armonioso y eterno, que recoge las penas amargas de los hijos del barro. Y soy el fuego; la ardiente llama que ilumina la oscuridad de la ignorancia, la oscuridad de la vergüenza y del olvido mezquino. Soy tu madre y tu hermana, de mi ser naciste desnudo y a mí en los huesos volverás. Polvo serás como polvo antes fuiste, te unirás a mí, que soy polvo, y de nosotros la vida una vez más surgirá morena y aborigen, renegando tristeza en la vidala que canta su nombre: Catamarca.
Poema irresoluto
A veces el sol brilla en lo más alto y la brisa del día es una caricia cálida; ¿pero qué soy yo mientras tanto? ¿Qué más que una máscara gastada? A veces el cuerpo se siente diferente y ya no es una parte de mi todo, sino un envase de pasiones y miedos, un contenedor que apenas si contiene. A veces el mundo es como una perla bella en cada ínfimo destello, pero ante mis ojos solo hay tinieblas y no tengo luz para disiparlas. A veces tampoco quiero.
Sofía Perea Acosta nació en San Fernando del Valle de Catamarca en el año 2000. Una de sus grandes pasiones es la escritura -principalmente de poesías- desde los inicios de su adolescencia y es uno de los motivos que la llevaron a estudiar Profesorado en Letras. Participó en algunos concursos y talleres literarios hasta sus primeras publicaciones en antologías (Libro con alas y palabras duendes y Voces del viento joven) durante el 2019. Actualmente, publica sus escritos en el sitio Espacio Menesunda bajo el seudónimo Minerva di Barbaro.