Susana Cabuchi

In memoriam

Este pasado 26 de julio, Susana Cabuchi, poeta referente de Córdoda, nos abandonó de imprevisto, aunque solo en cuerpo, no así en poesía. Sus poemas serán siempre un volver a ella. Extrañaremos a esa mujer cálida y amiga; su abrazo sincero, su palabra tranquila. Maestra precisa. Quienes la conocieron y quienes la leyeron saben de la gran pérdida que referimos. Eduardo Robino, poeta salteño amigo de Susana, esboza aquí unas palabras en homenaje a la gran poeta que fue y será, siempre, Susana Cabuchi.

Fotografía a Susana, en su última visita a Tucumán, en el Festival Intergaláctico de escritores III (2019).

Susana y Mafalda. Fotografía cortesía de Eduardo Robino

Conocí a Susana Cabuchi en el 2016. Leonor Fleming y Carlos Aldazabal nos habían invitado a una lectura de provincias en la Feria del Libro de Buenos Aires y allí concordamos Susana Cabuchi, de Córdoba; Fernando Toledo, de Mendoza; Gustavo Romero Borri, de San Luis, Jorge Spíndola. Susana recientemente había sido operada y estaba en un tratamiento,  por lo cual su capacidad de caminar se veía enlentecida. Con Vale, mi esposa, hicieron migas en el acto: Susana, de andar lento, y Vale, de mirar mucho. Aún no habíamos oído nada de ella, y viceversa, pero acordamos en el mirar pausado, en el asombro ante los detalles, en el amor por Quino y Mafalda, en la concepción política de proteger a quienes menos tienen y crear oportunidades desde la educación y la posibilidad de créditos.

Los tres recorrimos San Telmo, Plaza de Mayo, la calle Corrientes, con un andar de pueblo que nos permitía mirar distinto.

Cuando la escuché leer me encantó. Tanto su forma, no ligada a la cadencia normalizada por la época, sino a la manera en que se lee una carta en voz alta o en que una mujer lee un diario de la adolescencia que encuentra muchos años después y que consideraba perdido. 

Sus poemas eran tan humanos. Allí se hablaba de la cotidianidad de una familia, del vínculo amoroso entre amigos, ligados a quehaceres muchas veces menores, pero que sostenían y construían una urdimbre de cariño, complicidades, que convertían lo cotidiano en símbolo, en memoria.

Su poesía, ligada al presente, retenía aquello antiguo, genealógico, fundante que consistía en la piedra basal de la mirada sobre el ahora. Y esa mirada era la ternura y el cariño, la comprensión y cierta tristeza serena que aún poblaba la percepción de los días y de las cosas.

Recuerdo que aquella vez me regaló unas impresiones de poemas aún inéditos, que aún conservo con un afecto intacto. 

Nos vimos otras veces, en Córdoba, en Tucumán. Recuerdo, como anécdota, que las dos veces que nos encontramos en Tucumán –Vale y yo viajamos para verla– la hicimos declinar de su vegetarianismo para comer asado –y ¡qué asado!– en casa de Florencia Vivas y Bernabé Pico Estrada. Ella estaba encantada, con un placer de niña desobediente.

Las veces que la vimos sentimos felicidad de verla, y sé que era mutuo.

La noticia de su fallecimiento la leí en el Facebook de Elena Anníbali, poeta de Córdoba, que supe entonces que la adoraba. La tristeza fue fuerte, pero ví que muchísimos poetas comenzaban a compartir sus escritos, su dolor, y la percepción de todos acerca de Susana coincidía: una mujer, en el mayor sentido de la palabra, buena. 

Creo, dos días después, que su obra seguirá leyéndose –es realmente hermosa–, e imagino –ahora no más secretamente– que en un párrafo del poema «Los justos», de Borges, Susana nos lee un poema sobre un viajero, una amiga, mientras afuera aún no termina el día. 

Eduardo Robino


Susana en el Festival (FIDEO III y FEI II), sosteniendo su primera edición de El corazón de las manzanas (1978).

Poemas de Susana*

CARTA A MIS ABUELOS


Vuelvan.
Cúbranme de su idioma
volador
como las arenas de Maalula.
Denme la luz
los rostros y los nombres queridos
que dejaron allá,
donde tú
abuelo
usabas botas negras y los ojos alegres
y tú, abuela
bordabas el viento
en los manteles
y estabas con tu madre
y sonreías.
Cuéntenme de la tarde
cuando se conocieron
y del paisaje donde nació mi padre.
Cuéntenme la tristeza que tenían, 
cuéntenme los recuerdos que trajeron,
cómo cantaban mientras lavaban ropa.

Hoy viajan en mi sangre
las calles de su tierra, 
la piel oscura de sus hombres,
el calor de sus casas
como piedras calientes.
Y me suben a la boca
dátiles como hostias
y aquella fe en El Libro
que nunca dejaban de leer.
Y me crecen
higos dulces con nueces  
y viajes con mucha pobreza
y niños vendiendo telas en canastas
y pueblos enteros caminando
y arroz envuelto en hojas húmedas de parra
y leche agria con menta seca
y cruces
y más cruces
como el dolor de toda la familia.

Yo bendigo la tierra
que le han dado a mi alma
y esta música
ardiente
como el sol de Damasco.

Ahora
que duermen con todos los parrales
en la tumba
y que en la casa
no están ustedes y han muerto
los canarios,
les prometo un racimo de uvas
este verano.


(De El corazón de las manzanas, 1978)
EL DULCE PAÍS


Entonces, tus ojos eran caramelos de miel
y hablabas
de las bicicletas que regalaba el Niño Dios
a los que no podíamos comprarlas.
El río se callaba para que tú contaras figuritas.
Yo era alegre,
y eran alegres los nísperos del patio.
Y tú eras otro,
no el hombre de hoy
lejano como todos.
Cada domingo era una sorpresa de ciruelas,
de plaza con hamacas.
Tu padre cantaba en el taller
mientras tu madre
lavaba mamelucos de amor y aceite.
El mío no había partido todavía
y llegaba al hogar con dulces y regalos.
Yo oía con asombro tus mentiras
y creía en gigantes voladores
y en ángeles guardianes
que cuidaban tu ropa y mis zapatos.
Por cada diente el ratón nos compraba mandarinas.
La abuela, abría el gran ropero
y sacaba
turrones envueltos en papeles crocantes.
Si vuelves, como entonces, 
con sombrero de piel y las manos con barro
verás, que guardo aún
el corazón de las manzanas.


(De El corazón de las manzanas, 1978)
EL VIAJE


Decías que mis ojos
eran dos marineros
huérfanos
que estaban siempre partiendo
sin despedir a nadie.
Que un aire de silencios
o un llamado
de invisibles palomas
me rodeaba.

Y me invitabas
a festejar la lluvia
y los sembrados.

Pero no me detuve.
Era viajera como las mariposas.


(De El corazón de las manzanas, 1978)
HOJAS


Una hoja
desprendida de otoño.

En qué silencio
en qué callada muerte
presagio de cenizas?
                          Cae.

Un vuelo último
en este dieciséis 
                de abril
ante mis ojos.

Y hay otras hojas,
murmurando.

(de Patio solo,1986)
MEMORIA


En el mar
               recuerdo
los suaves campos
de mi pueblo natal,
sus colinas verdes,
las azules y lejanas montañas;
si te beso
pienso en el beso
                           de aquel
que no veré más.


(de Patio solo,1986)
CERTEZA


Llevo
una ventaja
a los que habitan
en las grandes ciudades.
Conozco
los rostros
que asombrará
mi muerte.


(de Álbum familiar, 2000)
PASOS


He bebido las aguas
del Shu–Am
como si no estuvieran
contaminadas.
A orillas
del río silencioso
crecen flores amargas
sobre las que he descansado,
                                leyendo.
Y no he pecado
sino 
lo necesario.


(de Álbum familiar, 2000)
MIÉRCOLES DE CENIZAS

II


Pasan los trenes hacia el norte.
Desde las ventanillas encendidas
otras máscaras miran.

Nosotros esperamos
que se aquiete el humo,  
que enmudezcan las cenizas
para preservarlas
en  pequeñas bolsas de cretona
que hicimos en diciembre.
Hay que guardarlas
en cajas de costuras,
en roperos, entre frutas o sábanas.
Para que Momo no se vaya
-no del todo- con sus dones:
reprobar la ignorancia,
enfrentar a los hipócritas
y burlar a los necios.

El verano terminará pronto.
Debajo de la rueda
que lo mantuvo atado
frente a la Estación
el niño ofrenda
una corona de hojas verdes.

El rey
           o el dios
                        o el hombre
nada promete.

Pero creemos
que alguna vez
                    traerá la lluvia.

(de Detrás de las máscaras, 2008)
VIII


Por las mañanas
la casa era
aquella madre
de ágiles movimientos, 
el ruido de las tazas
y el olor del café.
El viajero prefería
beberlo
sentado sobre un grueso leño
detrás del aljibe.
Pero los días de lluvia
aceptaba
entrar en la cocina 
y compartir la mesa.
No hablaba.
Nosotros
no hacíamos otra cosa 
que escuchar su silencio.


(de El viajero, 2018)
XXIII


Una tarde le mostré al viajero
mi cuaderno de versos.
Algunas líneas,
imágenes sencillas sobre la primavera,
mi perro, los muertos, el río, 
y poemas copiados de diarios del domingo.
Sonrió y me acarició la cabeza.

Niña —dijo— has nacido herida.

A cada golpe de la vida,
a cada palabra que escribo,
a cada dolor que resisto,
lo recuerdo.


(de El viajero, 2018)
XXV


El viajero
se ha ido.
Sabíamos que se iría,
hasta esperábamos que lo hiciera
porque para nosotros
más que un hombre
era un viaje.
Ha dejado flores
sobre la mesa de todos
y la cadena 
con su amuleto de madera oscura,
colgada
en el respaldo de mi cama.


(de El viajero, 2018)
ENCIERROS
 

Ahora sé 
porqué Merini
dictaba sus poemas por teléfono,
 
de aquella Tierra Santa
no podía salirse de otro modo.
 
Ella lo hacía.
 
En noches apagadas,
en veranos violentos
lo hacía. Esperaba
la hora más esquiva
para entregar su miedo,
traducir lo callado, cantar.
 
Ahora
esta poeta de provincia
que soy,
también como ella
encerrada e insomne,
dicta poemas a distancia,
por correo electrónico, por zoom,
al amigo, a los desconocidos,
a quien acepte.
 
Escribía en el exilio como yo escribo,
confinadas las dos, cercadas
por un mal invisible.
 
Qué es esto desconocido,
preguntamos,
que nos retiene
en nuestra Tierra Santa
tan cerca de la muerte?
 
Ella lo hacía.
 
No es difícil.
Solamente hacen falta
un teléfono, un cuerpo
que dé contra las piedras
sin romperse,
temer la enfermedad, acostumbrarse
a morder tinieblas y naufragios,
poseer una voz luminosa,
llamarse Alda.

(de Confines. Antología en tiempos de riesgo, 2020)
IV

Qué sé, qué desconozco para que ella repita
varios meses después, Susana, no lo olvide
-suena firme su voz en el teléfono-
escriba sobre Siria.
Qué espera, qué me pide?
Hablaré de Quneitra,
del pasto crecido sobre los escombros,
de los testimonios del Golán?
Ibrahim me muestra unos montículos de nada
y dice: esta era mi casa.
Por esta calle iba a la escuela cada mañana.
Y señala la escuela, lo que debo
creer que fue una escuela,
cemento y hierros
arrasados por las topadoras.
De quiénes eran las tumbas?
Cuántos lloraban entre los olivos?
Alguien preguntó
sobre la poesía después de Auschwitz,
también yo lo pregunto
desde las ruinas de Quneitra,
sus hospitales muertos, sus calles incendiadas,
las infinitas filas de cruces blancas sobre
la vergüenza del mundo.

De quiénes son las tumbas?
Cuántos están llorando
                                          ahora
entre los olivos?


(de Siria, 2022)
ULEILA


Porque no hay que viajar
grandes distancias,
además es apacible, es bello,
encantador, decían.
Y cada año autorizaba el ocio
una población serrana
cuyo nombre proponía
un juego sin salida,
un interminable y misterioso acertijo:
Salsipuedes.

La calle principal
era de oscuro y empinado asfalto
y ondulaba, perfecta para el patinaje
y sus consecuentes advertencias.
Juntábamos piedras, mariposas,
plantas medicinales. Buscábamos
víboras, avispas, miel. 
Pero lo inolvidable
fue el nombre de la casa alquilada:
Uleila del Campo.
Uleila sonaba a oleaje campesino,
a ciclos lunares en una lengua antigua,
a ulular marítimo,
a lagunas nocturnas, a luz.
¿Uleila era una flor silvestre,
un extraño y distante país,
un pájaro prodigioso y desconocido,
una mujer?
Desde entonces, en secreto,
llamamos así a nuestra madre:
—¿Llegó Uleila del Campo?
—Uleila dice que ordenemos el cuarto.
—¿Ha visto usted a la señora Uleila?

Nos había prometido estarse viva,
tostar zapallos porque —dijo— serían muy dulces
ese verano,
hacerme un vestido de seda verde 
para los bailes de carnaval.
A veces la nombramos.
En las calientes noches,
desde cualquier lugar, le preguntamos:
Señora Uleila,
Uleila del Campo,
¿dónde está, por qué no vuelve,
por qué demora?
¿O está en el Mirador 
reconociendo amaneceres, colinas,
lejanías,
y no puede salir?**


**Mucho después de escribir este poema supe que en Galicia, España, existe un lugar llamado Uleila del Campo y que Uleila es una palabra árabe que significa Mirador. 


(de Siria, 2022)

*La presente selección de poemas se realizó en base al libro inédito: Hojas, antología poética. Falta Envido Ediciones.

Susana Cabuchi en Tucumán, durante el Festival (FIDEO III, 2019), con Daniel Ocaranza, Daniela Díaz y Zaida Kassab.


Susana Cabuchi (Jesús María, Córdoba, Argentina, 1948 – 26 julio 2022). Publicó: El corazón de las manzanas (E. y G. López, 1978), Patio solo (Alción Editora, 1986), Álbum familiar (Alción Editora, 2000), El dulce País y otros poemas (Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación, 2004), Detrás de las máscaras (El copista, 2008), Poética 1965-2010 (El taller del Escritor, 2010), Album de famille – Livre CD (París, 2015),  El viajero (Viento de Fondo, 2018) y Siria (Barnacle, 2022). Textos de su autoría fueron incluídos en numerosas antologías argentinas, americanas y europeas. Con distinciones nacionales e internacionales. Figura en estudios críticos de poesía hispanoamericana y de literatura escrita por mujeres. Fue traducida al francés, al italiano, al portugués y al árabe. Como gestora cultural organizó ferias de libros, talleres de animación a la lectura y a la escritura, seminarios sobre creación, publicación, crítica y traducción de poesía y concursos literarios. Colaboró en revistas especializadas y en sitios virtuales. Coordinó talleres de escritura. Su último poemario Hojas, una antología poética, aún se encuentra inédito.


Nuestro inmenso agradecimiento a Susana Cabuchi, por su amor, su calidez, su sinceridad y su poesía.


Eduardo Robino. Salta (1974). Psicólogo, escritor, y docente. Escribió: Certezas Cotidianas. (1999. Primer Premio Concurso Literario Provincial 1998. Poesía. Ed. Fundación de Canal Once Salta), Puebla (2004. Premio Accésit en el Concurso Literario Provincial. Poesía. Ed. Artes Gráficas Crivelli), Los Tesoros Ingratos (2006. Poesía.  Ed. La Chuña), Hasta que irremediablemente llegue el día (2010. Primer Premio Concurso Literario Provincial. Poesía. Ed. Ministerio de Turismo y Cultura de la prov. De Salta. –  Talleres Gráficos Altuna Impresiones), Dificultades de la Poesía (2010. Varios autores. Ensayo, Bitácora del Abordaje. ED. Del Dock. Bs. As. 2010), Tartagal 1940 (2015. Poesía) y Hubo un alud nuevamente en el valle (2021. Primer Premio Concurso Literario Provincial 2021, publicado recientemente).


Nuestro agradecimiento a Eduardo Robino por su tiempo y por sus palabras.


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