Tres poemas, dos haiku y un microcuento de Gabriel Amos Bellos

Escucho el trino
que me acerca el viento
no veo al ave

Resignación

Jamás podré
escribir como
Vallejo
: me faltan cuero
y dolor, me faltan

el hastío
y los huesos;
ni sangre tengo.

Ni silencio.

No bastará
siquiera haber nacido
los hijos que me
han dado y
que no;
ni la sintaxis, o
esas pobres derrotas;
los ronroneos ni
los abandonos...

Ni haber servido a lo
inservible, bastará.

Tampoco alcanzarán
mis tantas muertes,
este ingenuo esperar
en la llovizna,
mi gata perdida,
fusionarme al monte,
mis gritos,
la intemperie.

Impropia

-No; no es mía-, negó en tono extrañado el tipejo; un oficial de aduanas griego le mostraba, sosteniéndola frente a sus ojos con obvio esfuerzo, una enorme bola de boliche en una funda de cuero con manija de la que colgaba una etiqueta de equipaje.
Revolvió un bolsillo de la mochila de excursionista que descuidadamente pendía de su hombro izquierdo, y mostrando su pasaporte abierto, tomó con la derecha la etiqueta colgante y aclaró:
-¿Lee?, mi apellido no es Sisifus-.

Extraterritorial

Escribo
sin que eso
inscriba
memoria en la literatura
o haga mella
en los oídos ávidos de lírica
de los doctos
de los jurados de certamen
de los compiladores
que inventan
otra vez
métodos de análisis
sistemas de calificación
criterios selectivos.

Ex-isto:
Fuera de territorio
ni por acaso llego a ser
un poeta excéntrico
distanciado del
ambiente,
misterioso,
lejos de La Gaceta,
del cientificismo
y del tinto barato,
expuesto a la intemperie
de fuera de La Carpa
(¿exótico?)
o netamente ajeno
a todo y hasta al corpus
localista.

Insisto:
Nada de lo cotidiano.
O de lo urbano.
De los paisajes agrestes
de los cerros.
De la miseria romantizada
en la esclavitud
de la caña.
Del ingenio cerrado.
Del ingenio
moliéndonos.
Del Familiar
moliéndonos.
Del párroco
moliéndonos.
Del policía
moliéndonos.
Del periodista
moliéndonos.
Del televisor
moliéndonos.
Del general
moliéndonos.
Del político
moliéndonos.
De lo amado
moliéndonos.
Del smartphone
moliéndonos.

De la resiliencia
moliéndonos.

No soy un poeta
ni siquiera
uno
de fuera del canon.

Persisto:
Apenas si soy parte
de lo que resta
de esa camada huérfana
de héroes,
desencantada
y llena de fantasmas:
la última en tomar
leche de botellas verdes,
la de dos dictaduras,
la enterrada en la piedra
de debajo del hielo
en esas islas.

Telescope

Eso allá ¿ves? es Nergal, en la constelación
de Sagitario. La luz que llega a
tu ojo, dicen los que saben, partió hace
trescientos
setenta
y dos
millones de años;
día más, semana menos.

Entonces yo no era tu último tren
ni vos mi maquinista.

Cercano en paralaje ahora
-si pudiésemos verlo- ronda Plutón
(siento su nombre como el de un viejo amigo
que no necesita hablar y no traiciona)

Nada me hace pensar
que no han colgado
de este cielo un montón de misiles y de cíclopes
curiosos de tu sexo,
tu lista de compras,
tu club de barrio,
tu opinión sobre sus cíclopes y sus misiles,
tus parientes lejanos migrando al norte,
tu inútil voto, mis ganas
de sentarte arriba mío
y enroscar otra vez tu mechón en mi índice
tres vueltas.

Nuestro cielo de todos.
Nuestro cielo de tontos vigilados en vano,
inofensivos
frágiles
superfluos.

Te hizo ese guiño, Nergal, aunque nadie lo sepa
y pese a todo, ese destello de unos pocos minutos
hace -dicen los que saben- trescientos
setenta y dos
millones de vueltas
de tu mechón a mi índice en el viento de agosto
con Plutón acechando invisible
silencioso
mi espera
tu gemido
Nuestro cielo de tontos.
El gato empuja
una copa servida
libera el agua

«para revista El Ganso Negro; fines de noviembre de el año de la peste»

GAB

Gabriel Amos Bellos 

es hijo de una bibliotecaria colegial y un minúsculo industrial textil (Z”L), santafesinos afincados en Tucumán poco antes de la época del cierre de ingenios. Judío laico egresado de bachillerato comercial no tan laico, ex boy-scout jalutziano, aikidoka no muy esmerado, ambientalista poco convencido, antibelicista escéptico, anticolonialista resignado y humorista mal comprendido, ha devenido en un licenciado en psicología ligeramente excéntrico, formado además en otras ciencias sociales, filosofía y psicoanálisis. Describe el clima tucumano como «subtropical semiárido», creyendo justificar así una sostenida actitud de amable cactácea. Investigador y docente universitario, amador de la fotografía y el teatro. Escritor casual desde su adolescencia (bastante inédito o escritorzuelo, según se mire), fue parte de varios ignotos grupos literarios y publicó esporádicamente en revistas de circulación local; apenas ha compartido su obra en uno que otro festival, y merecido algunas ínfimas menciones en tres o cinco olvidados certámenes de poesía, sin que ello baste para disuadirlo. Entre 2011 y 2014 fue asiduo colaborador de la Biblioteca Parlante Haroldo Conti, en cuyo marco fundó y codirigió Ediciones de La Eterna. Mejor destino ha tenido su dispersa ensayística, y entre sus publicaciones cuenta un libro de apotegmas, «Noccidental», agotado en papel pero disponible en línea. Tiene comprometida con Falta Envido Ediciones (del Colectivo Escuchara), la 2ª edición de su poemario «Diáspora» para 2021, mientras pergeña la reedición jujeña de «Refracciones», su dubitabundo tomo de microensayos.

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