Abro el libro de la poeta tucumana Alejandra Diaz, Música de Cuerpos Rotos (Falta Envido Ediciones. 2023). Me encuentro con un poemario conciso, como 23 campanadas que suenan en esta siesta casi de primavera. En este desfasaje climático y anímico, alguien tira o agita una soga, y el metal se golpea. El sonido del golpe se extiende en el ambiente. La música limpia el aire. Nada de lo que veo es este presente. Sino una sucesión de él. Una melodía.
Me permito preguntarme aquí, ¿de quién son los poemas?, ¿a quién le pertenece lo dicho? Ese sonido que se habla quizá diría Quignard, es un poema.
Leer Música de Cuerpos Rotos me llevó a sentir al poema como una extensión de mí, como si estuviera creado para que yo hable. Una voz poética que se entrelaza con la nuestra, la del lector o lectora, y resignifica la corporalidad, según en qué parte del todo puedan alojarse sus palabras.
¿Es que el cuerpo se rompe, o es como aprende a respirar? la hendija, el texto, la palabra, el movimiento que dispersa, mezcla las cartas, y los sentidos, hasta que algo o alguien lo vuelve a posicionar, como si cerráramos los ojos, para comenzar el canto.
Al leer el título, imaginé que me iba a encontrar con un libro desmedido, por el desborde de un cuerpo cuando dice sentirse roto. Pero quizá ese es el secreto de esta voz, la posibilidad de la precisión, como un juego musical. La estructura del lenguaje que crea la voz poética para ver desde una esquina las partes del todo, como si estuviera entretenida en el suelo, en un intento de ensamblar piezas pensando en la belleza. Como si la parte rota bastara en sí misma para traer algo de la memoria. Y el ensamble es un cuerpo nuevo, una oda al desfase del tiempo y la pérdida.
El poemario arranca con estos versos:
cada rastro que creemos olvidar / es un indicio / raspamos el recuerdo / cada día / en pequeños detalles
Me pregunto si el olvido implica el olvido de unx mismx. Las pérdidas son sagradas, se acalla una palabra, se acalla una risa, se va olvidando el tono de voz, y el color de los objetos. Mientras las cosas se pierden, se van, marchan, buscamos una mínima posibilidad que trascienda lo evanescente.
Al leer los poemas de Alejandra, comienzo a indagar en el silencio que resuena. Una sonoridad que solo el tiempo en su máxima expresión puede captar. El tiempo del instante, ése en donde algo es detenido, no para observarlo precisamente, sino para ser escuchado. Quizás, cada palabra que diga, es un golpe que nace después de una larga forma de enmudecer. No sabemos qué le pasó al cuerpo de la voz poética. Pero hay versos claros, por donde la tristeza transita y la palabra la libera:
la tristeza emerge / de casi todas las cosas / uno / tan diminuto / en este universo
¿Será la pluma, esa punta filosa que aprieta sobre la hoja, del mismo modo en que aprieta el silencio? Son 23 poemas que quedan vibrando en el ambiente, como una resonancia de vocales que levanta uno a uno los pétalos caídos de las flores. El libro se cierra, y la escenografía se levanta, queda un jardín donde la palabra es bruma, y también continente:
cuando otro ser vivo nos mira / a los ojos / regresamos del abismo
Creo que estos versos son claves para entender el esfuerzo de esta voz. Existe un movimiento silencioso de las cosas, la melodía, la música de lo que sucede con ellas. Y el cuerpo que debe afilar sus sentidos, lo que circunda la danza para acompañar la caída o para sostener la transición.
Dice la autora: escribo / y el mismo gesto / es en otro lugar / comienza / una marcha incesante / lugares como espejos / femicidios / e impotencia / de nombrar / lo siniestro
Vemos los fragmentos, pero no vemos el detalle de lo que fue. Ni de lo que quiere ser. Como si no existiera un deseo, más que la calma por sobrevolar la certeza de esos presentes, la experiencia de la alquimia del lenguaje:
animales / ojos llenos / de palabras / que me llevan / a seguir con vida.
Al mismo momento en que leo el poemario de Alejandra, me encuentro con la lectura inmadura del libro de Paul Preciado Dysporia Mundi. Cito un pequeño pasaje: “somos los cuerpos a través de los que la mutación llega para quedarse” (…) “la pregunta ya no es quiénes somos, sino en qué vamos a convertirnos”.
No puedo evitar el diálogo de los textos a los que me quedo prendida algunos días afirmando las incertidumbres, y pluralizando las búsquedas como si nos encontráramos en este sistema en donde el cuerpo desencaja con facilidad y sin firmeza. No puedo evitar leer Música de Cuerpos Rotos por fuera de este contexto emocional. Y los poemas de Alejandra como baldosas de la infancia sobre las que saltamos en un pie para llegar al cielo, al destino, a la palabra:
se lleva sus momentos de gloria / acomoda pequeños momentos de amor / de canciones de juventud / se lleva su paso reciente por el beso / esos rostros ocultos de la vida / calla calla calla / es la manera en que opone resistencia / entonces escribe
Para qué la poesía si no podemos hablar con ella, para qué la poesía si esa intimidad no nos afecta, para qué la poesía si no me afirmo en la tensión de los murmullos. ¿Cuál será su próxima ceremonia?
todas esas cosas soy / desprendida de un sueño / como quien vaga desencarnada
Alejandra Díaz nació en Bella Vista, Tucumán, Argentina. Es poeta y narradora, profesora en Letras y en Lengua Inglesa, egresada de la Universidad Nacional de Tucumán. Gestora cultural y tallerista. Publicó en numerosas antologías de Argentina, España, Uruguay, Nicaragua y Chile; entre ellas: Rapsodia. Ensamble de voces. Arpegio (2017), Voces unidas en cuarentena (2020) y Contra molinos de viento (2020). Publicó los poemarios: La piel del mundo (Ed. Parque Chas, 2013), Polaroid (Ed. de autora, 2015), Ceremonias —memoria del agua— (El Ingenio Edita, 2017), Itinerarios de silencio ( Ente de Cultura de la provincia de Tucumán, 2023) y Música de cuerpos rotos (Falta Envido Ediciones, 2023). Difunde autores y artistas en los blogs: instanteluz y pieldemundo.
Una idea sobre “Ceremonia y gratitud: «Música de Cuerpos Rotos» de Alejandra Diaz”
Excelente nota sobre un poemario hecho para trascender, de mi amiga y gran poeta Alejandra Diaz. Amplifica ls voz poética y nos manda al libro sin excusas. Voy por él.