Escritos que ya desean viajar de Julia Tiraboschi

Querer

Yo solo quería
que la casa no me quede tan grande
que mis pies dejen de destejerse
que el perro deje su mirada de ternero
y que los abrazos duren más

                                                                                                                                 que la sensación viajera de su recuerdo.

Yo solo quería
que algunos días no me duelan tanto
pero sí un poquito
pero no tanto.
Qué la lluvia llene mis pulmones
y nazca un Nardo profundo
de la utopía por navegar
más allá donde superficie no hay.

Yo solo quería
que mis palpitaciones no hagan temblar la tierra,
que en una coreografía de carnavalito
-dibujando esferas con las siluetas-

nuestras miradas se conozcan
y percibamos el animal que aúlla dentro del otro,
calmemos la sed de labios agrietados
de quienes aún son desconocidos para el viento.

Yo solo quería y sigo queriendo
que esta vida me siga estafando con 7 días
que esta vida me haga desgarrarme las vestiduras
una y otra vez
para levantarme con más ganas de rasgar mis límites.



Chumbicha 

A María Emilia
La cáscara se amalgama 
en un baile suave que perpetúa 
el perfume de los duendes verdes
que nacen lánguidos de la tierra.
Y tu recuerdo se reúne entre mis pestañas
pareciera asomarse entre las nubes
y me llueven tus manos
y me apapachan las montañas que nos rodean.

Tengo las manos sucias 
por la cosecha,
la saliva embriaga en mandarinas
las papilas extasiadas en cosquillas
y pienso que tu risa 
-tan estruendosa-
es tan dulce como la calma honesta
que brota del corazón de mi tierra.

La tarde desfila sobre los tic tacs
-somos dos niñas jugando a la sombra de lo incierto-.

Los cacareos resuenan en nuestros tímpanos
en el aire saltan los diminutos viajeros
las cabras descifran los nudos que cargamos en los cabellos
el viñedo de los abuelos
coronan el instante
y vos me enseñas que en los rincones más sencillos de la vida
se originan las mejores obras de arte.

En el instante donde mi enredadera
hace raíces
nos sentimos eternas.
Y el viento, en su dulce canto,
juega a ser la abeja que besa la flor
desarticulando los atropellos,
ahuyentando el hastío en los sabores de mis palabras.

Me enseñas que mi piel
es parte de la geografía que habitamos. 
Quizá los enigmas de una vida atareada
penetran las capas de la tierra
y los avatares de las relaciones humanas
inyectan vértigo en el alma
enajenan lo más humano.

Por instantes 
soy un Cóndor que planea desde lejos
el cuerpo de aquella mujer,
y vos siempre sos aquel impulso
que reanima mi sangre.



Sentencia

Sus vidas: 
Galerías de masivas destrucciones,
con borracheras de tragos misantrópicos
regurgitan incoherencias.

Su persona:
Emerge un alter ego pobrísimo 
que acopia oportunidades ajenas,
ad lítteram el ficticio sangre azul
con déficit neuronal
que participa en una “competencia de carencias”.

Un mito:
Ellos, los hijos del poder
creen pisarle los talones a cronos, 
con maleficios carentes de transitivos,
son prestidigitadores políticos,
alfiles de un déspota charlatán 
que los amontona en una profunda inopia.

Las moiras:
Vaticinan la noche eterna, 
las hijas de júpiter miden el tiempo
les cortan las piernas,
les vendan los ojos.
Cuando la chabacanería llegue a su fin
se dará inicio a un nuevo ciclo
donde seamos dueños
de nuestros propios pensamientos.



Aristoinfame

por las voces degradadoras de la cultura 
a quienes viven plenamente su vida

Desde lúgubres recodos
vociferan apáticos sermones destilados
edulcorados en desazón,
los reclutas de nefastas costumbres.

Ramas en trama
pariendo estrabismo,
sesgados por la estereotipada antología
de proclamarse ejemplo vivaz.

Veo, veo! Gusanos arrastrarse,
veo, veo que su patología
es amontonarse en el cenáculo larvario,
bandidos autómatas
de alma inhumada
suspendidos en el descontento,
esclavos del ojo que lo regula todo.

Nos resulta impar el espacio
cuando señalan dividiendo:
en su himno alienante
se ensañan morbosos
decapitando las voces ancestrales.

Cuando el manto estrellado
acuna sus espaldas
las verdades de ultratumba caen por su propio peso:
el destino los dejó sujetando la vela.



El chabacano artista

Dícese de la existencia
bajo el yugo de la comodidad,
que habita donde los jueces alumbran
y no le interesa
prostituir su moral con la bandera de turno,
bajo el brazo su maestría  en todología.

Aquel con el atrevimiento
de llamarse artista
y es la hoja amarilla que no revegeta
es la polilla que corroe
es la lluvia ácida y precoz
es el antonimo con su mejor traje
es el virus que enferma y educa
para la miseria
pues late la morbosidad por encajar
y no se anima a incomodar.

Oiga, yo no le digo de qué manera
va a levantar la medianera
pero pregúntese dónde, cuándo,
si acaso es válido el precio
por el que perdió sus convicciones
si esgrime con las palabras
si esgrime con el cuerpo
a sotavento la identidad
pues es avezado en el arte de embaucar.

Se erigen cajones fúnebres
de almas que intentaron abrirse camino
en el fango putrefacto de orgías larvarias.

Así pasa que las coces de una mula
pueden ser ultimantes.
Así pasa que solo queda una triste voluta
en una tapa de diario olvidada,
asi pasa que somos el cartucho famélico
de la fotocopiadora social.



Descifrar(te) 

Hablame. Quiero que empieces con minúsculas hasta llegar a las mayúsculas. Quiero que las palabras corran disparadas a quema ropas con tu aliento, que no haya sombra para el remordimiento, simplemente un silvestre y esporádico cuento que me  hable sobre el calor naciente en tu ombligo. Habláme. Decime a borbotones cómo es que la cáscara te vibra en una sintonía acelerada, en la que la bahía agita las olas y te empapa las manos. Esas manos con las que de-construís mi cuerpo y moldeas la escultura más desopilante y hasta aterradora.  Habláme. Narráme sin importar los relojes hastiados, cuánto te excita llevar mis dedos a caminar por tus labios, juntar jugo dulce y hacerlos dejar rastro de lunar en lunar, de succión en succión, todo en la intermitencia de pestañeos y bocanadas extasiadas. En la fricción de los reptiles, las llamas condenan los idiomas y se abren paso sedientas de sudor. Insisto, háblame y seguíme deleitando con tu voz, que la imaginación me hace estallar los músculos en nudos violentamente deliciosos. Nos lamemos como perros bajo los faroles de la ciudad. Explicame cómo químicamente tu semblanza va mutando entre gemidos caniculares que la envuelven en una cabalgata deseosamente dilatada. Dale, háblame, que parecemos una pintura de Schielle, donde tu cuerpo empieza en una línea nebulosa y termina fundido en el mío, en una morbidez casi adictiva, voraz, distinta. Dictamináme los espacios donde las firmezas se alzan en vuelo y los lobos aúllan del placer, porque parecen preferir lo hipnótico de la perla en el cielo que la simple carne cruda. Antes del cierre del telón, el gato incrusta sus garras en la presa y espasmódicamente deja en libertad el último tibio ronroneo.  Dale, háblame de tu orgasmo.

Para Emanuel, que avivó el fuego
 más febril de mi cuerpo.

Y en tu pecho
la intermitencia del foco;
tu espina galopante palpita
como el cantar de un gorrión a la espera.

La libertad de navegar en tu cuerpo
como una quimera embravecida,
tomando con ambas manos
tu apetito,
sintiendo el magma burbujear,
para luego desvanecernos en el suelo
enfriar los muslos
desparramar el sudor
tomar aliento para volver a correr
una maratón idílica por nuestros cuerpos.

La edad de la razón se interrumpe:
el alma vocifera una nota aguda,
tu aliento resbala en el envés,
se esconde en el badén pluvioso
donde no existen modos
de identificarnos
entras en mi
entro en vos.

Decime
cómo debo hacer
para tu olor quitar de mi ropa,
para ese deseo inquieto controlar
para cegar mi cuerpo
cuando pide por vos.

Cuando caen las manos de la luna
venís perturbada del día
para arrebatar con brío la lumbre del alma, la nuestra.
Te basaré las lágrimas que se desnudan
bajando por tus mejillas, inocentes,
las uniría al encuentro del puerto
más sincero, sin infección.
Acariciaré tus brazos fatigados de tanto conflicto,
para que mañana, al saludarte los rayos del sol,
sigas viviendo, noctiluca.
Dejaré descansar tus miedos en mi pecho
para que puedas correr donde los siniestros espectros
no quieren que vayas
porque saben que allá sos dueña
del mundo que caminas,
Porque tu risa es canto de libertad
que se vuelve arma de doble filo
cuando te miro embelesada
unirte al mar de estrellas de cielo más bello.
Leemos para encontrarnos
en la estirpe de aquel otro 
que también mastica y traga briznas
de esta órbita.
Y podría decirte
que tu piel huele a las hojas de un libro joven,
cada vez que avanzo
te sé un poco más…

Julia Tiraboschi nació el 19 de octubre de 1994, en el Valle Catamarqueño. Desde temprana edad se desenvolvió en el ámbito artístico, como actriz de teatro y en lo audiovisual. La literatura es un lugar que le permite transformarse, reinventarse libremente, por eso escribe desde los 13 años. Su madre fue una gran influencia ya que acostumbraba leerle cuentos y poesía desde muy pequeña. En el año 2018 publicaron dos textos de su autoría en la Antología del II Encuentro de Escritores de la Nueva Generación. Actualmente estudia la carrera del Prof. En Letras y da clases particulares de Lengua y literatura. Integra el grupo de teatro independiente “Mise en scène”.

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