Querer Yo solo quería que la casa no me quede tan grande que mis pies dejen de destejerse que el perro deje su mirada de ternero y que los abrazos duren más que la sensación viajera de su recuerdo. Yo solo quería que algunos días no me duelan tanto pero sí un poquito pero no tanto. Qué la lluvia llene mis pulmones y nazca un Nardo profundo de la utopía por navegar más allá donde superficie no hay. Yo solo quería que mis palpitaciones no hagan temblar la tierra, que en una coreografía de carnavalito -dibujando esferas con las siluetas- nuestras miradas se conozcan y percibamos el animal que aúlla dentro del otro, calmemos la sed de labios agrietados de quienes aún son desconocidos para el viento. Yo solo quería y sigo queriendo que esta vida me siga estafando con 7 días que esta vida me haga desgarrarme las vestiduras una y otra vez para levantarme con más ganas de rasgar mis límites. Chumbicha A María Emilia La cáscara se amalgama en un baile suave que perpetúa el perfume de los duendes verdes que nacen lánguidos de la tierra. Y tu recuerdo se reúne entre mis pestañas pareciera asomarse entre las nubes y me llueven tus manos y me apapachan las montañas que nos rodean. Tengo las manos sucias por la cosecha, la saliva embriaga en mandarinas las papilas extasiadas en cosquillas y pienso que tu risa -tan estruendosa- es tan dulce como la calma honesta que brota del corazón de mi tierra. La tarde desfila sobre los tic tacs -somos dos niñas jugando a la sombra de lo incierto-. Los cacareos resuenan en nuestros tímpanos en el aire saltan los diminutos viajeros las cabras descifran los nudos que cargamos en los cabellos el viñedo de los abuelos coronan el instante y vos me enseñas que en los rincones más sencillos de la vida se originan las mejores obras de arte. En el instante donde mi enredadera hace raíces nos sentimos eternas. Y el viento, en su dulce canto, juega a ser la abeja que besa la flor desarticulando los atropellos, ahuyentando el hastío en los sabores de mis palabras. Me enseñas que mi piel es parte de la geografía que habitamos. Quizá los enigmas de una vida atareada penetran las capas de la tierra y los avatares de las relaciones humanas inyectan vértigo en el alma enajenan lo más humano. Por instantes soy un Cóndor que planea desde lejos el cuerpo de aquella mujer, y vos siempre sos aquel impulso que reanima mi sangre. Sentencia Sus vidas: Galerías de masivas destrucciones, con borracheras de tragos misantrópicos regurgitan incoherencias. Su persona: Emerge un alter ego pobrísimo que acopia oportunidades ajenas, ad lítteram el ficticio sangre azul con déficit neuronal que participa en una “competencia de carencias”. Un mito: Ellos, los hijos del poder creen pisarle los talones a cronos, con maleficios carentes de transitivos, son prestidigitadores políticos, alfiles de un déspota charlatán que los amontona en una profunda inopia. Las moiras: Vaticinan la noche eterna, las hijas de júpiter miden el tiempo les cortan las piernas, les vendan los ojos. Cuando la chabacanería llegue a su fin se dará inicio a un nuevo ciclo donde seamos dueños de nuestros propios pensamientos. Aristoinfame por las voces degradadoras de la cultura a quienes viven plenamente su vida Desde lúgubres recodos vociferan apáticos sermones destilados edulcorados en desazón, los reclutas de nefastas costumbres. Ramas en trama pariendo estrabismo, sesgados por la estereotipada antología de proclamarse ejemplo vivaz. Veo, veo! Gusanos arrastrarse, veo, veo que su patología es amontonarse en el cenáculo larvario, bandidos autómatas de alma inhumada suspendidos en el descontento, esclavos del ojo que lo regula todo. Nos resulta impar el espacio cuando señalan dividiendo: en su himno alienante se ensañan morbosos decapitando las voces ancestrales. Cuando el manto estrellado acuna sus espaldas las verdades de ultratumba caen por su propio peso: el destino los dejó sujetando la vela. El chabacano artista Dícese de la existencia bajo el yugo de la comodidad, que habita donde los jueces alumbran y no le interesa prostituir su moral con la bandera de turno, bajo el brazo su maestría en todología. Aquel con el atrevimiento de llamarse artista y es la hoja amarilla que no revegeta es la polilla que corroe es la lluvia ácida y precoz es el antonimo con su mejor traje es el virus que enferma y educa para la miseria pues late la morbosidad por encajar y no se anima a incomodar. Oiga, yo no le digo de qué manera va a levantar la medianera pero pregúntese dónde, cuándo, si acaso es válido el precio por el que perdió sus convicciones si esgrime con las palabras si esgrime con el cuerpo a sotavento la identidad pues es avezado en el arte de embaucar. Se erigen cajones fúnebres de almas que intentaron abrirse camino en el fango putrefacto de orgías larvarias. Así pasa que las coces de una mula pueden ser ultimantes. Así pasa que solo queda una triste voluta en una tapa de diario olvidada, asi pasa que somos el cartucho famélico de la fotocopiadora social. Descifrar(te) Hablame. Quiero que empieces con minúsculas hasta llegar a las mayúsculas. Quiero que las palabras corran disparadas a quema ropas con tu aliento, que no haya sombra para el remordimiento, simplemente un silvestre y esporádico cuento que me hable sobre el calor naciente en tu ombligo. Habláme. Decime a borbotones cómo es que la cáscara te vibra en una sintonía acelerada, en la que la bahía agita las olas y te empapa las manos. Esas manos con las que de-construís mi cuerpo y moldeas la escultura más desopilante y hasta aterradora. Habláme. Narráme sin importar los relojes hastiados, cuánto te excita llevar mis dedos a caminar por tus labios, juntar jugo dulce y hacerlos dejar rastro de lunar en lunar, de succión en succión, todo en la intermitencia de pestañeos y bocanadas extasiadas. En la fricción de los reptiles, las llamas condenan los idiomas y se abren paso sedientas de sudor. Insisto, háblame y seguíme deleitando con tu voz, que la imaginación me hace estallar los músculos en nudos violentamente deliciosos. Nos lamemos como perros bajo los faroles de la ciudad. Explicame cómo químicamente tu semblanza va mutando entre gemidos caniculares que la envuelven en una cabalgata deseosamente dilatada. Dale, háblame, que parecemos una pintura de Schielle, donde tu cuerpo empieza en una línea nebulosa y termina fundido en el mío, en una morbidez casi adictiva, voraz, distinta. Dictamináme los espacios donde las firmezas se alzan en vuelo y los lobos aúllan del placer, porque parecen preferir lo hipnótico de la perla en el cielo que la simple carne cruda. Antes del cierre del telón, el gato incrusta sus garras en la presa y espasmódicamente deja en libertad el último tibio ronroneo. Dale, háblame de tu orgasmo.
Para Emanuel, que avivó el fuego
más febril de mi cuerpo.
Y en tu pecho la intermitencia del foco; tu espina galopante palpita como el cantar de un gorrión a la espera. La libertad de navegar en tu cuerpo como una quimera embravecida, tomando con ambas manos tu apetito, sintiendo el magma burbujear, para luego desvanecernos en el suelo enfriar los muslos desparramar el sudor tomar aliento para volver a correr una maratón idílica por nuestros cuerpos. La edad de la razón se interrumpe: el alma vocifera una nota aguda, tu aliento resbala en el envés, se esconde en el badén pluvioso donde no existen modos de identificarnos entras en mi entro en vos. Decime cómo debo hacer para tu olor quitar de mi ropa, para ese deseo inquieto controlar para cegar mi cuerpo cuando pide por vos.
Cuando caen las manos de la luna venís perturbada del día para arrebatar con brío la lumbre del alma, la nuestra. Te basaré las lágrimas que se desnudan bajando por tus mejillas, inocentes, las uniría al encuentro del puerto más sincero, sin infección. Acariciaré tus brazos fatigados de tanto conflicto, para que mañana, al saludarte los rayos del sol, sigas viviendo, noctiluca. Dejaré descansar tus miedos en mi pecho para que puedas correr donde los siniestros espectros no quieren que vayas porque saben que allá sos dueña del mundo que caminas, Porque tu risa es canto de libertad que se vuelve arma de doble filo cuando te miro embelesada unirte al mar de estrellas de cielo más bello. Leemos para encontrarnos en la estirpe de aquel otro que también mastica y traga briznas de esta órbita. Y podría decirte que tu piel huele a las hojas de un libro joven, cada vez que avanzo te sé un poco más…
Julia Tiraboschi nació el 19 de octubre de 1994, en el Valle Catamarqueño. Desde temprana edad se desenvolvió en el ámbito artístico, como actriz de teatro y en lo audiovisual. La literatura es un lugar que le permite transformarse, reinventarse libremente, por eso escribe desde los 13 años. Su madre fue una gran influencia ya que acostumbraba leerle cuentos y poesía desde muy pequeña. En el año 2018 publicaron dos textos de su autoría en la Antología del II Encuentro de Escritores de la Nueva Generación. Actualmente estudia la carrera del Prof. En Letras y da clases particulares de Lengua y literatura. Integra el grupo de teatro independiente “Mise en scène”.