EL ÁRBOL INVERTIDO
I
De pronto un día, la fuerza de gravedad cambió su sentido. Las cosas empezaron a caer hacia el cielo turquesa, sin una nube. Y al hombre lo salvó su parentesco con el mono. El mundo se despobló rápidamente. Pero unas pocas familias, que estaban en la selva, quedaron agarradas de los árboles. Sólo lo que tenía raíces no cayó. Cuando una se pone a hablar de abismo, no sabe lo que está diciendo: ese mar azul que nos esperaba allá abajo era una experiencia de otra dimensión. La gente habla de caer…pavadas. Deberían haber colgado de ese árbol, como estuve yo, viendo alejarse a la humanidad en un viaje sin fin, y además a una velocidad que no le daba a una tiempo para citar a Osho. Había que acomodarse entre las ramas para no sumarse al éxodo.
II
Pasada la primera sorpresa, advertí a un adolescente en el árbol vecino. Yo escuchaba su voz pero no podía entenderlo. Él soltaba las palabras, desde su árbol, pero inmediatamente lo azul de allá abajo las absorbía. Creo que quería pasarse a mi casa. La desesperación por estar junto a otro ser humano, nos hizo descoser, con cuidado nuestras ropas para obtener un hilo largo largo que pudiera unirnos. Quedamos desnudos. Era muy flaco. Se le notaba la clavícula. Pecoso en demasía. El viento llevó el hilo de mi árbol al suyo.
III
Pronto supimos que el hilo era muy débil. Para lo único que servía era para dar suaves tironcitos de un extremo y comunicarnos. Nos costó inventar un código común: ni él ni yo conocíamos el lenguaje de los puntos y los bastoncitos. Por ejemplo: tres tirones con muy poca fuerza querían decir “tengo frío”. Solía desvanecerme de cansancio. A veces soñaba que le pasaba un trapito húmedo por la espalda, tratando de borrarle las pecas. Al amanecer me despertaron los tironcitos suaves del chico: eran como una caricia. El mensaje decía de hacer un túnel. Claro, tenía que haberlo pensado: los pozos seguían existiendo a pesar de todo; nada más que se cavaban hacia arriba, y la tierra extraída se desplomaba hacia el firmamento. Era más fácil cavar de esa manera aunque una quedara más sucia.
IV
Habré tardado una semana en traerlo por el túnel. Todo emporcado de tierra. El pezón de su tetilla, como un niple en una chapa y sus marcas solares quedándoseme en la piel. Enrollando hilo, fabriqué una estopa. Con ésta, limpié su cuerpo y el mío escupiendo en el guiñapo de vez en cuando, para mojarlo. La máxima concentración de pecas estaba en su nariz, en su frente, y alrededor de su miembro viril.
V
Cuando abrió los ojos me acerqué despacito, para saber de qué color eran. La tierra me había enceguecido un poco. Recorrí con mi nariz su nariz y su frente; le hice cosquillas con la lengua en cierto lugar, y él me contestó con una risa que yo había escuchado hace mucho tiempo no sé dónde. Acto seguido, sus pupilas enfocaron las mías, y el color azul me devoró. Mi despertar fue una larga caída, hasta reventarme contra el techo de la vigilia. Como pude, dejé la cama y enfrenté el día.
Lorenzo Verdasco
Una idea sobre “«El árbol invertido» de Lorenzo Verdasco”
Esta bastante bueno, con imágenes muy interesantes. El final me parece un poco simple y resolutivo tomando en cuenta la bastedad de mundo que propone