Stranger Things, Freaks and Geeks y Cobra Kai; una infinidad de remakes, precuelas, secuelas y reinicios de pelis clásicas. Bandas de nuestro país como Barco y Bandalos Chinos o mega estrellas de la talla de The Weeknd. ¿Qué tienen en común?
Son parte de la nostalgia ochentera en el cine, la música, la moda; que en general lleva bastante más de una década y parece no tener fin. Los 80’s se han convertido en una fecha permanente en la cartelera de la cultura retro y todo parece indicar que queda todavía un montón de material para explotar. Y si no me creen, créanle a Simon Reynolds, institución periodística del rock, que palabras más palabras menos lo dice en su libro Retromania: La adicción del Pop a su propio pasado. Entre muchas otras cosas, lo que el autor británico explica en ese volumen es que, aunque la nostalgia por otras décadas es algo que ya sucedió, la duración de la presente melancolía ochentosa no tiene precedentes. Al punto que el revival de los 80’s ya va durando más que los mismos 80’s. Los primeros años de los dos miles vieron aparecer a bandas como Franz Ferdinand, Interpol, LCD Soundsystem, The Rapture y muchas otras que buceaban sin empacho en los arcones de los héroes del pasado saqueando ese legado para traerlo a un nuevo público. Alrededor del 2010 apareció otra camada de artistas con sonido distinto entre ellos, pero cuyas búsquedas apuntaban al mismo momento en el tiempo. Desde Tame Impala a Grimes pasando por The War on Drugs, M83 o Neon Indian el sello de los ochenta podía oírse en todas partes. Ya fuera en la forma de producción o en las distintas influencias que se escuchaban en la música de estos noveles artistas, los ochenta estaban presentes en todo su amplio abanico.
¿Pero cómo llegó lo retro y lo vintage a ser cool? ¿Cómo sobre todo cuando el rock (por lo menos en sus inicios) creía que lo mejor siempre estaba esperando en el mañana? Algunos culturólogos de masas y periodistas especializados rastrean el origen de este loop en la resistencia del pasado a morir, volviendo al presente en un eterno retorno (al mejor estilo Dark) en los 70’. Como si cada década tuviera su gemelo malvado que vuelve del más allá, los 70’ experimentaron el revival de los 50’. Grease, que lanzó a la fama a John Travolta, y American Grafitty son un buen ejemplo en la gran pantalla. Y en la música: ¿qué fue el punk sino el rock de los 50’s tocado más rápido?, (digámoslo de una vez por todas aunque alguien se ofenda), pero con menos onda.
El síndrome se repitió en los 90’ con el asalto del Brit Pop de la música de los 60’ y 70’. En fin, los ejemplos sobran y podríamos agregar muchos más, pero ya peligramos con aburrir. Largos como los dedos de E.T y pegajosos como el chicle, los ochenta se resisten a irse. No obstante, lo que asombra es no solo la duración que lleva su rescate, sino que sea esta década particularmente la que venga teniendo tanto éxito en su resurrección. Con su hombreras gigantes, pelos batidos y sintetizadores omnipresentes los ochentas fueron para muchos y por mucho tiempo la quintaesencia del mal gusto. Algo para esconder, no para exhibir. Hasta hace un par de años ser fan de la década en cuestión no cotizaba para nada. Entonces, ¿por qué se volvió tan difícil escapar de los 80’s? Hay algunas razonables razones, como también una o dos teorías que tal vez lo expliquen. Sigamos.
La mayoría de los que componen, escriben las canciones y películas que vemos hoy fueron niños, adolescentes o jóvenes durante los ochenta. Y gran parte del público que consume estas creaciones también están más o menos en la misma franja etaria. No obstante, hoy a diferencia de entonces, tienen mayor poder adquisitivo (salvedades pandémicas hechas). Así el revival estaría sostenido por los treinta y cuarenta añeros que con su consumo sostienen la tendencia. Este seria nuestro argumento “sociológico”.
La década del neón y de la frivolidad tiene hoy su revancha, y vista en retrospectiva nos muestra otras facetas ¿Cuáles? Entre otras, un marco propicio para contar historias por las implicancias que plantea con nuestro presente. Además, el continuado interés de directores, músicos y guionistas ha terminado por revalorizarla. La vuelta de los zombies a nuestras pantallas y el matiz profético que adquiere en plena crisis sanitaria no hace más que remarcar la relación entre nuestro presente y la década de la que nos ocupamos. Otro ejemplo de esto que decimos es la secuela de Wall Street (que ya tiene diez años). La película de Oliver Stone nos ayuda a unir los puntos que van desde la mentalidad pirata de los yuppies y las políticas de Brasil y Estados Unidos en esta crisis, priorizando la marcha sagrada de las ruedas de la economía por sobre las vidas de sus habitantes.
De la misma forma, Stranger Things es no solo una inmersión en la ciencia ficción de los 80, sino que logra (al menos para aquellos a los que nos gusta la serie) capturar la magia de los tanques pochocleros del periodo. Magia que Hollywood hace rato intenta volver a capturar pero con una calamitosa ausencia de ideas. Dato no menor: los hermanos Duffer nacieron en 1984. Otra cosa que esta presente en la serie (tratada de una forma ATP eso si) es la Guerra Fría. Con Rusia y China consolidadas como potencias y compitiendo por la hegemonía mundial con Estados Unidos nuestro presente de paranoia pandémica y teorías conspirativas se parece cada vez mas a una película de los ochenta.
Así los ochenta se nos aparecen más que un cartel de luces chillonas, como un espejo en el que encontramos mucho de los que nos pasa hoy a nivel político, al mismo tiempo que recuperamos mucha de la música y del cine que marcó nuestra infancia. Por otra parte, el fenómeno, gracias a la toda poderosa red, no se ha quedado en el nicho de los jóvenes adultos, sino que también ha logrado cautivar a los adolescentes. Ya sea a través de la música, de las series o través de esa versión down tempo del Hip-Hop que es el trap, los ochenta se han transformado en algo así como la madriguera del conejo blanco de Alicia. Un agujero de gusano donde todos los caminos se unen, un espejo cultural que parece no haber agotado su potencial comercial y metafórico para seguir hablándonos del pasado y el presente.
Una idea sobre “Porque los 80 volvieron (y no quieren irse)”
Afirmar que el punk es el rock de los 50 tocado más rápido es desconocer completamente el punk, además de juzgarlo como algo meramente estético. Es sacarlo de contexto social y económico. Muy errado