Arte invisible: concepto desbloqueado

En el universo del arte todo es factible cuando el artista crea, juega, experimenta y dirige al límite su capacidad creativa, para muchos tal vez el concepto de un tipo de arte invisible resulte risueño o solo un engaño, a continuación les propongo un tránsito por este concepto en la historia del arte del último siglo. 

El mundo del arte siempre nos asombra y permanentemente genera noticias que trascienden su propia esfera. Hace un par de meses,  exactamente el 18 de mayo pasado,  el artista Italiano Salvatore Garau vendió por 15.000 euros (alrededor de 18.300 dólares) en la casa de subasta Art-Rite en Milán una escultura cuyo título Io sono (Yo soy), fue tapa de todos los medios de comunicaciones del mundo. Información que hasta aquí no parecería tener nada de especial ya que para las cifras que maneja el mercado del arte estos números de venta son poco menos que  intrascendentes, pero lo que hizo que se virilice para sorpresa de propios y extraños es que se trataba de una obra de arte invisible, si! Invisible!

La pieza en cuestión tiene  una dimensión según el autor (ya que no podemos verla) de 150cm x 150cm y está “creada” para ser ubicada en una sala o al aire libre dejando el suficiente espacio para instarla en el lugar que resulte más conveniente montarla. ¿Pero que adquiere el comprador de esta obra si es invisible, y no existe más que en la mente del autor? Un certificado de autenticidad validado por el autor que detalla la pieza y el derecho de poseerla del comprador.  Pero esta no es la primera escultura de este estilo que realiza Garau, ejemplos de ello son Buddha y Afrodita piange (afrodita llora), esta última instalada en Nueva York, esculturas que forman parte de un proyecto de 7 obras bajo el mismo concepto.

Escultura invisible de ‘Afrodita piange’ de Salvatore Garau delimitada con un círculo para hacer “visible” su ubicación en Nueva York.

Tal vez  para muchos esta noticia pueda sonarles una locura por dos razones, primero que haya alguien que ponga a la venta piezas de estas características o lo llame arte, y segundo que haya alguien que ofrezca pagar por ellas. Pero aunque les parezca extraño no es la primera vez que existen obras de arte “invisible” en la historia del arte. Podríamos decir que desde el movimiento dadaísta y las vanguardias de posguerra el arte ha tenido muchos antecedentes de este estilo que desafiaban y jugaban explorando el concepto del vacío o la nada. Por caso podemos citar la composición musical que consistía en cuatro minutos y 33 segundos de silencio del artista visual y músico John Cage llamada «4′ 33»» de 1952, la muestra y venta de una habitación vacía vendida por el artista francés Yves Klein en la década del sesenta, o la retrospectiva del Centro Pompidou en 2009 dejando salas totalmente vacías en homenaje a Klein, y otros artista que trabajan bajo estos conceptos. 

Partitura de la obra «4′ 33»» de artista norteamericano John Cage llamada en 1952

Y si esto les parece extraño, en 2011 los artistas estadounidenses Brainard y Delia Carey (llamados Praxis), junto con el apoyo del reconocido actor de Hollywood James Franco, crearon el primer Museo de Arte No Visible (MONA, Museum of Non Visible Art). El museo como ellos mismos señalaban en su sitio web cuenta con una galería de obras, departamento curatorial y educativo, así como oficinas destinadas a planificar proyectos de este estilo. Cuyas Piezas son “diseñadas para ser vistas con la mente y el ojo mediante un breve texto en una tarjeta montada en una pared. En esencia, la obra de arte en sí es lo que el espectador ve en su mente, pero la pista de lo que están imaginando está escrita en una tarjeta, montada en la pared como una tarjeta de título tradicional” como consta en su manifiesto curatorial. Vendiendo  obras invisibles para financiar su proyecto con precios que variaban entre los 20 y 10.000 mil dólares.

Certificado de autenticidad y ficha técnica de una escultura invisible entregado por el Museo de arte no visible

El arte en este sentido desde mitad del siglo XX ha venido trabajando estas ideas teniendo también versiones nacionales como la muestra de Federico Peralta Ramos en 1989 que consistía en colocarse a él mismo en una sala vacía, o más acá en el tiempo con la muestra de Dolores Cáceres en 2015 en el Museo Emilio Caraffa (MEC) de la ciudad de Córdoba, que consistía en tres salas totalmente vacías con bancos y paredes pintadas de blanco.

Dolores Cáceres, «#SinLímites567» 2015

Muchas (sino todas) estas piezas y proyectos de obra que trabajan con el concepto de “vacío” o “la nada”, son un juego del lenguaje, donde los artistas reafirman la existencia del mundo material y del pensamiento llenando esos vacíos a través de la palabra, del verbo. 

 Como vemos las propuestas en la historia del arte son muchas y en ella conviven innumerables formas de verlas, pero en este punto parafraseando a Aristóteles es menester decir que el arte es una producción humana basada en el conocimiento, y aunque esta definición pueda parecer restrictiva, el filósofo está haciendo hincapié más en los procesos, en las herramientas, que en el producto acabado, y si bien la idea de arte como las concebía él en aquel entonces no es nada parecido con el que se evalúa un hecho artístico actualmente, podemos decir que los conceptos con los que se intenta que una obra comunique no sería posible sin un espectador receptivo, reflexivo, ya que sin un receptor no hay comunicación, por lo tanto las piezas necesitan que nos tomemos un tiempo para analízalas y poder aprehender que nos están diciendo en realidad y no solo quedarnos en la superficie con un simple impacto visual. 

Como vemos las propuestas artísticas de este tipo son completamente válidas y cuentan con muchos antecedentes y fundamentaciones que las respaldan, pero ahora bien jugando al abogado del diablo, también existe una delgada línea que separa estas propuestas de no ser arte o una parodia de él y en este sentido también se crea un campo fértil para la retórica de hacernos creer ver aquello que no existe, por eso cada pieza u obra artística debe ser evaluada no forzándola a decir lo que no dice. 

Para finalizar les dejo esta pregunta que se contesta sola (creo) retomando la noticia del inicio del artículo: ¿es posible que una obra “invisible” valga 15.000 euros, o es un delirio más del mercado del arte? Lo dejo a su criterio.

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