Cinco poemas de Andrés Torres Acuña

Ilustración de Juanca Páez Giménez
Lapáchame 

Se me han roto los capullos 
y he llorado sin consuelo 
hasta derramar todas mis semillas. 
He babeado por las heridas 
que tu lengua, hacha de hierro, 
ha tajado en mi piel de madera. 
En donde moraba tu beso 
hay ahora un hueco 
que se pudre y se marchita. 
Lapáchame 
tan fuerte para que pueda 
sentir el sabor de tu sangre blanca. 
Yo beberé tu savia 
y me hundiré más profundo en tu tierra hasta eyacular rosa sobre mis ramas. 
Lava 

Hemos forjado la unión 
del fuego y de la tierra 
debajo de las sábanas 
que han sudado nuestros cuerpos. 
Entre tantos vapores 
se han cocido nuestras pieles, 
y hemos derretido todas las rocas 
hasta saborearnos el magma ardiente que nos iba brotando desde dentro. 
Ni toda la leña del mundo 
ha podido ser más grande 
que nuestra hoguera. 
Y con la fricción de nuestras manos desnudas, nos hemos vuelto incendio tan fuerte que se han aguado nuestros polos, y han caído en cenizas todos los árboles escapando del frío. 
Desde que he probado tu boca, 
le temo al fuego. 
Y de solo pensarte ya siento cómo empiezan a despertarse todos mis volcanes dormidos.
Uva 

Tengo aquí un vino guardado 
que ansía de tu boca; 
yo también la extraño. 
Mi cáliz se llena de polvo 
y es ahora un nido de bichos 
en el fondo de la alacena. 
Labios de cristal, copa morada. 
Yo no que podía esperarte más, 
me he estrellado contra el piso. 
Y ahora que no quedan más vasos 
ni quien bese mis vidrios rotos, 
no tengo que explicarle a nadie de mis soledades. 
Solo aguardar a que no se pudra tu uva jugosa sin que antes pueda yo beberla 
entre un racimo de besos maduros. 
Espera 

Que siempre esté al alcance de tu boca mi boca, que espera bajo el umbral de un beso de despedida y sabe a humedad reciente, 
a adiós con promesa de vuelta. 
Por primera vez mis pañuelos están secos, no llueve hace tiempo sobre esta tierra salada porque el sol está tan cerca de mi casa 
que siento que me has devuelto todos los veranos. 
Apenas ruedan las horas y los días tardan 
como el regreso de un tren abandonado, 
y ahora que solo quedan vías me siento entre los pastos a esperar que un temblor despabile 
todos las ganas que me dejaste dormidas.
Hambre 

De queso y de uva 
se han forjado nuestras bocas, 
de pan con migas, de taza con grieta, 
de un fogón que amenaza con arder la casa.
He despertado de mi sueño 
con la panza rugiente y vacía, 
el sabor de tu ausencia me amarga la lengua y no hay caramelo que reemplace tu ácida dulzura. 
Voraz relamo las gotas de tu miel blanca que has olvidado sobre la almohada, 
y junto hambriento todas las mijagas 
desparramadas por el piso. 
Tengo hambre de tu boca, 
de aquella que crea humedales en la tierra seca y hace subir la sal que carcome 
todas mis paredes.

Andrés Torres Acuña, ( Quimilí, Sgo. del Estero. 2000). Estudiante de Profesorado en Lengua y Literatura, con formación en talleres de escritura narrativa y de teatro. Miembro del proyecto cultural La Garganta Diversa y del colectivo de escritores hispanohablantes Letras & Poesía. Participó en el Festival Nacional de Literatura (Filba) edición 2022. Sus obras han sido leídas en diversas ferias y seleccionadas para formar parte de antologías digitales. También cuenta con publicaciones en varias plataformas que promueven la difusión de contenido literario.


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