La escritora Clarisse Nicoïdski empleó el francés en casi toda su obra a excepción de sus escritos más íntimos y sentidos, eligió para los poemas la lengua de su infancia: el ladino. Aquí una breve muestra de su arte donde resuenan ecos de nostalgia y de duelo.
Leyendo la última y reciente novela de María Teresa Andruetto, Aldao, uno de los epígrafes que usa la escritora cordobesa al inicio del capítulo llamado Diana no está en castellano y aun así pude entenderlo sin problemas. Era un idioma que no conocía y me generó curiosidad. El epígrafe estaba firmado por Clarisse Nicoïdski.
“aprovu intinderti cuandu durmin lus ojus la cara la frenti cuandu no sos nada mas qui un barcu al fin di su viaje nada mas qui una scrituria muda”
Primero pensé que sería galego, pero no me sonó a tal, quizás euskera, pensé. San Google me sacó de la ignorancia: se trataba de un fragmento de poema escrito en sefaradí, ladino o judeoespañol. Algo tenía la sonoridad de esos versos, una textura entre añeja y conocida, resonaban en el aire de mis pulmones y me atrapaban despertando la necesidad de más, una extraña y gozosa asfixia que necesitaba del aire, sí, eso es lo que a veces genera la poesía.
Vino a mi memoria Juan Gelman con su DIbaxu / debajo, un libro que una amiga en algún cumpleaños me regaló y que inicialmente no di importancia. Luego de un tiempo, una tarde abrí el libro para curiosear y leerlo siguiendo las recomendaciones que Gelman hace en el prólogo, entonces aquella tarde sucedió el prodigio:
“ […] Acompaño los textos en castellano actual no por desconfianza en la inteligencia del lector. A quien ruego que los lea en voz alta en un castellano y en el otro para escuchar, tal vez, entre los dos sonidos, algo del tiempo que tiembla y que nos da pasado desde el Cid.”
¿Pero para qué leerlo en voz alta?
Gelman también nos da la respuesta:
“sé que la sintaxis sefardí me devolvió un candor perdido y sus diminutivos, una ternura de otros tiempos que está viva y, por eso, llena de consuelo”.
Las tierras de Sefarad
En Andalucía, en la edad media, los judíos, los musulmanes y los cristianos; sumidos en tensiones; convivieron tolerándose. Lo innegable son los aportes que entonces judíos y musulmanes hicieron a Europa. Los filósofos árabes y judíos fueron muy importantes porque introdujeron la escolástica. Gracias a sus interpretaciones y estudios del pensamiento griego de Aristóteles, Sócrates y Platón. También contribuyeron con conocimientos de química, matemáticas e incluso de arquitectura.
La presencia judía en la Península Ibérica data de la época romana.
La idea de esa convivencia me recuerda al fragmento “Córdoba” de la película Iberia de Carlos Saura, donde mujeres vestidas con túnicas y mantos negros, azules y blancos representan las tres culturas que en el contraluz se igualan con la transparencia de sus tules, no se diferencian cuando son espectros, se funden los cuerpos en la luz y son sólo mujeres que danzan.
En el siglo XV los Reyes Católicos, al igual que otros grandes Estados europeos occidentales, decretaron la expulsión de los judíos de sus territorios, el reino de Inglaterra lo había hecho en 1290 y el reino de Francia en 1394. Todos los reinos buscaban el objetivo de lograr la unidad de fe en sus Estados, es decir, que los súbditos profesaran la misma religión que sus príncipes.
En marzo de 1492, luego de finalizar la guerra de Granada, donde se ponía fin al último reducto musulmán de la península ibérica, los Reyes Católicos firmaron en Granada el decreto de expulsión de los judíos, por una iniciativa de la Inquisición, donde el inquisidor Tomás de Torquemada fue el encargado de la redacción del decreto. Los judíos debían abandonar de forma definitiva la Corona de Aragón y la Corona de Castilla con plazo hasta el 10 de agosto de ese año.
La encrucijada fue planteada, en pocos meses los judíos tenían que abandonar su fe para integrarse al reino o conservarla y salir del territorio. Un alto porcentaje se decidió por el destierro negándose a la asimilación que se les ofrecía como alternativa.
El éxodo los llevó a la mayoría a instalarse al norte de África, otros migraron a Portugal, al noroeste de Francia, al norte de Italia, Flandes, los Balcanes, Turquía, etc.
Algunos judíos identificaban a la península ibérica, con la Sefarad bíblica, los judíos expulsados por los Reyes Católicos recibieron el nombre de sefardíes. Este grupo se aferró a sus costumbres y conservaron el uso de la lengua española que fue adoptando particularidades pero manteniendo las estructuras y características esenciales del castellano bajomedieval.
Según el historiador e hispanista Joseph Pérez :
“[…] Los sefardíes nunca se olvidaron de la tierra de sus padres, abrigando para ella sentimientos encontrados: por una parte, el rencor por los trágicos acontecimientos de 1492; por otra parte, andando el tiempo, la nostalgia de la patria perdida…”.
Los judíos de la diáspora siguieron escribiendo y cultivando el idioma que traían de lbería en los países que se instalaban y a medida que se iban asimilando a la sociedad que los albergaba el castellano de entonces quedaba rezagado a la vida doméstica. Así a lo largo de los cinco siglos de exilio el idioma salido de las tierras hispánicas fue cubriéndose con ese velo de nostalgia que tienen las cosas perdidas.
Los investigadores de la lengua, en particular los lingüistas, vienen sosteniendo que el sefaradí o ladino es una la lengua que está en proceso de extinción. La UNESCO, a partir de 2002, intenta un plan de supervivencia.
Clarisse
Clarisse nació en Lyon, Francia, en 1938, en el mundo literario se la conocerá como novelista. Amadeo Modigliani : autobiografía imaginaria (1989), su biografía Soutine o profanación (1993) y su Historia de las mujeres pintoras desde sus orígenes hasta nuestros días (1994) recibieron atención de la crítica. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas (español, inglés, alemán, etc.). Tiene cerca de una veintena de novelas, algunas premiadas. Escribió dos novelas eróticas y un libreto de ópera. Toda su obra está en francés a excepción de sus poemas que fueron escritos en ladino y se encuentran en dos breves libros: Los ojos Las manos La boca (1978) y Caminos de palabras (1980). Clarisse se consideraba una escritora francesa:
«Desde que comencé a escribir me he considerado como una escritora de lengua francesa ya que este es el lenguaje que me “pertenece” y a quien “pertenezco”».
Sus padres se conocieron en Barcelona, cuando flameaban los colores republicanos, ambos eran oriundos de Sarajevo, aunque su madre nació y fue criada en Trieste, Italia.
En la casa de la infancia de Clarisse, en Lyon, se hablaban muchas lenguas: el italiano, el serbo croato, unas palabras en alemán y un poquito de francés.
Una lengua tenían en común los padres a la que llamaban “spaniol muestru”, que habían heredado de los abuelos, que vinieron del imperio turco otomano para llegar a lo que después se llamaría Yugoslavia. Gran parte de la familia que había quedado en Yugoslavia fue exterminada por los Ustachis, aliados de los Nazis.
Clarisse cuenta que cuando empezó a ir a la escuela, el francés era una lengua que tenía que hacer propia y dejó de tener interés por la otra lengua que era la “de la familia”, del “secreto”, del susto y quizás la de la vergüenza.
De adolescente vive en Marruecos con su familia. Su hermano Jacques Abinun elegirá las artes plásticas, ella elegirá los caminos de las palabras.
Se casará con el pintor Robert Nicoïdski de quien adoptará el apellido. Tendrán un hijo, también escritor: Louis Sanders.
Clarisse Nicoïdski fue profesora de inglés e impartió conferencias en diversas universidades de Francia y del extranjero.
La muerte de su madre le generó una gran conmoción. Allí comprendió que con ella, se iba definitivamente un poco de la lengua de su infancia y que la muerte de sus padres y sus contemporáneos significaba la muerte de una lengua, de la lengua madre, esa que se reserva para decir y cantar cosas del amor y del dolor, esa lengua construida de intimidad y sentimientos.
Cada vez que terminaba una novela, escribía un poema “en muestru spaniol”, quizás para recordar cuáles son sus raíces o para exorcizar, vaya uno a saber, que fantasma.
A los cuarenta años publicó su primer libro de poemas y único en vida, dejando inédito Caminus di palavras.
Clarisse murió en diciembre de 1996.
El Kaddish es una plegaria del judaísmo que rezan los dolientes en público como parte de los rituales de duelo. El Kaddish no puede recitarse en soledad.
Clarisse NicoÏdski en la introducción de su único libro de poemas publicado en vida escribía:
“No sé nada de religión, pero quisiera que estas palabras en la lingua perdida sean para ella, mi madre, como un kadish repetido a menudo.”
Estos poemas de Clarisse son un kaddish por su madre pero también por una lengua que se extingue, como otras tantas en el planeta, quizás para siempre. Por eso al igual que Gelman recomiendo leerlos en voz alta tal vez se encuentre en ellos algún consuelo.
Poemas de Clarisse
Los poemas que siguen fueron extraídos del poemario Caminus di palavras / Caminos de palabras de 1980, del libro La culor dil tiempu / El color del tiempo (poemas completos), con traducción de Ernesto Kavi, Editorial Sexto Piso, 2014, Coyoacán, México.
III manuyboz indjuntu avrin la puarta di un paisaje di timbloryyelu la flor dil vienti cayó avagar avagar nil agua durmida III mano y voz juntos abren la puerta de un paisaje de temblor y hielo la flor del viento cayó despacio despacio en el agua dormida V * quédati cun mí quiridu yo ti daré di cumer mi hambri no si scapa cun sal mi sed no si amata cun agua quédati cun mí ti daré la calor dil spantu la tengu in mi manu timblandu V quédate conmigo querido te daré de comer mi hambre no se acaba con sal mi sed no se apaga con agua quédate conmigo te daré el calor del espanto lo tengo en mi mano temblando XIII no vengas mi das il batideru di una ala muarta midas il timblor di tu lucura arisgañada il buracu secu di agua ida no vengas tengu las manus vacías ves ven aquel nada ti lu daré XIII no vengas dame el temblor de un ala muerta dame el temblor de tu locura desgarrada el pozo seco de agua ida no vengas tengo las manos vacías ves ven la nada te daré XV mi staré callada adientru di mí un candil inciendi gritus qui no savis sintir mi arasgan la sangri y mi dexan in las manus tan quietas esta ciniza quimandu para destruyir mi boca XV me quedaré callada dentro de mí un candil enciende gritos que no sabes oír me desgarran la sangre y me dejan en las manos tan quietas esta ceniza quemando que destruye mi boca
Notas *
1-Versión de Quedati Cun Mi del disco de Dina Rot Una Manu Tumó L’Otra (Cantando Poemas de Juan Gelman y Clarisse Nicoidsky)
2-Fotos obtenidas a partir de la intervención de un fotograma de Iberia de Carlos Saura
2 ideas sobre “Clarisse, la mujer que bordaba un kaddish de palabras”
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Gustavo es un artesano de las palabras, que hace propio un mundo ajeno, para plasmarlo en un poema!