ENTRE COSTA Y COSTA Y les diría a los otros: ¿A dónde van ustedes? ¿Cómo saben el camino que se arma con el pie detrás del pie, con la mano en sus manos? ¿Cómo usan así los ojos y la voz para indicar es por acá, para cruzar los días entre costa y costa? Amanecería igual y sin respuesta y las sombras se estirarían sólidas en los caminos. Creciendo. Y les diría a los otros: ¿Ya escucharon ladrar a ese perro que está ahí siempre, ya vieron cómo levantan los hombres las persianas en la avenida, ya saben ponerse en lo que pasa, como si fueran el pan o los párpados o cualquier otra cosa fundamental y para algo hecha, necesaria?
AGUARIBAY Y nos quedamos mirando ahí a una piedra, al aguaribay, al viento apenas, eso, en el estupor acalorados rascándonos los antebrazos: al mundo haciendo sus cosas. ¿Por qué cambia? ¿Por qué ya no nos mira y nos da su atención? ¿Por qué insiste en la sorpresa de malestar, en estas formas nuevas de lo incómodo? ¿Por qué nos deja a un costado y sigue expandiendo su abundancia? Nos gustaría poder decirle que llevamos un tiempo acá; podríamos conversar acerca de la culpa y las buenas intenciones y la diversidad de nuestros intereses. Pero hay una piedra nada más en su idioma, una chicharra el viento que apenas mueve las ramas de un aguaribay que desde hace cien años es todos los días lo mismo: eso que solo sabemos nombrar como eso, como ahí con estupor, acalorados.
FEBRERO Todos los meses son largos. Y eso es una desgracia y una suerte. Porque el tiempo pasa. Y escribimos algunas palabras y nos acompañamos con alguna gente. "En el ascensor subía con nosotros el olor del apio y de las mejillas afeitadas", escribimos. Al amigo, del otro lado del mar, lo dejamos hablar en audios largos. A la esposa le apoyamos la mano en el muslo, movemos las yemas de los dedos como escarabajos rengos. Todos los meses son largos. Sabemos eso nada más del tiempo. Que pasa. Que es una desgracia y una suerte.
TOP OF THE WORLD Antes de estar ahí, sentado en esa silla ergonómica, fue alguien que manejó con las ventanillas altas y el aire acondicionado al máximo, cantando una canción de los Carpenters a los gritos. La playlist no era suya, se la ofreció el algoritmo, se la dejó en la boca como un cuadradito de azúcar. Se llamaba Romantic Hits. Cantó la canción llorando como pudo. Así llora nada más un hombre grande cuando está solo. Él, por ejemplo. O es probable que también otras personas. Desde hace un tiempo, él es grande, y tiene adentro un espacio más vasto y cavernoso, una cámara de eco. Lo que antes lo atravesaba sin marca, lo que pasaba sin tocarlo, ahora se queda ahí un rato. Hay lugar. Un lugar. Suyo. No lo quiere nombrar. Si lo obligaran: una esposa, un terapeuta, un jefe, un amigo, diría que en el pecho a veces le "crece un arcoiris gris", que “siente como un vapor iluminado”. Sería como no decir nada decir eso, pero sin mentir, no podría decir otra cosa.
Santiago Craig nació en Buenos Aires. Es narrador y poeta. En En 2012, ganó el Premio Provincial de Poesía de Córdoba con su poemario Los juegos, publicado luego por la Universidad de esa misma ciudad. En 2017, publicó Las Tormentas, libro de relatos (Ed. Entropía) que fue uno de los cinco finalistas del Premio de Cuentos Gabriel García Márquez 2018 y obtuvo la primera mención en el Premio Nacional de Literatura. En 2018 publicó 27 maneras de enamorarse, su segundo libro de cuentos (Ed. Factotum). En 2020, publicó su primera novela: Castillos, por Editorial Entropía y se publicó la traducción al francés de su libro Las Tormentas, (Les Orages, Ed. Latinoir). En 2020, 27 maneras de enamorarse fue adaptado al teatro. Durante 2021, publicó el libro de relatos Animales (Ed.Factotum), que será editado próximamente en portugués y el libro-álbum infantil Un coso en colaboración con Pablo Bernasconi, por editorial Limonero (ganador del I Concurso internacional organizado de Libro Álbum SoyAutor y seleccionado en The BRAW Amazing Bookshelf, de la FEria de Bologna ). Dicta talleres de escritura desde 2015.