La poesía es un lenguaje aprehendido desde la infancia, una forma de testimonio en la que los recuerdos se arrojan como fragmentos de luz sobre la experiencia humana. Con esta afirmación entramos al nuevo poemario de Leonardo Pez, Bicho sin dueño. Publicada en 2024, obra que no solo se presenta como un viaje a la periferia que va conformando la identidad del sujeto imaginario, del autor y de una generación toda, sino también como una aguda mirada sobre el ecosistema de la ciudad, los mérgenes y sus estratos sociales.
Leonardo Pez, originario de Santa Fe, es un poeta comprometido con su entorno y su tiempo. Con una formación en Ciencias de la Comunicación, su obra abarca temas que van desde la crítica social hasta reflexiones íntimas sobre la existencia. Bicho sin dueño consolida su voz poética al articular la cotidianidad con lo extraordinario, con un estilo que invita a la introspección y a la reflexión. Y como un abanico deja a la luz un tejido que muestra una trama que va desde la nostalgia a la crítica social.
Bicho sin dueño transforma lo cotidiano en poesía. Pez logra capturar momentos aparentemente banales y dotarlos de significado profundo, exponiendo su atención a los detalles del entorno que lo rodea.
Nos dice:
El colectivo de línea zarandea
la estabilidad del auto
Mi padre cruza con las provisiones vegetales
cargando el almuerzo de los días que vendrán
En casa espera mamá:
vino para dos, agua saborizada
dramas cociéndose a fuego lento
Hay aquí espacios, huecos, que el lector va completando. La imagen, en apariencia simple, tiene el peso de lo que no se dice. El cotidiano también es la dificultad de sobrellevarlo. La voz poética se hace eco así de las dinámicas familiares y sociales, creando un tapiz que refleja tanto la belleza como las complicaciones de la vida diaria.
La memoria aparece como un tema recurrente en Bicho sin dueño. La voz no solo refiere a su propia infancia y juventud, sino que también evoca un sentido de colectividad que trasciende la narrativa personal:
Suponte, diría la madre del Cristian,
que encontrás la foto después de revolver el armario
En el ángulo inferior izquierdo una mancha...
—
La gente salta en el colchón de tablones del Centenario
¿resistirán?
Algún día capaz llegue a verlo ganar un título, tira uno
Papá saca una naranja del bolsillo, “quiere salir campeón”
le hace un hueco con el dedo, la chupa:
“Concentrate,
la dulzura se te tiene que pegar
al paladar y no te vayas
a atragantar con la semilla
eh”
Entre nostalgias y pérdidas, y con sutileza se plasma la idea de que la memoria es una construcción continua, un espacio donde transitamos entre el pasado y el presente.
A través de estas evocaciones, el lector es arrastrado a su propia historia, a sus propias memorias; se establece un diálogo íntimo e introspectivo. El poeta funciona como un cronista de la experiencia.
El sujeto imaginario no se mueve entre las calles de las grandes construcciones, no es su búsqueda la contemplación del mero espectador; hay aquí un desplazarse del centro a la periferia y viceversa; y en ese ir y venir un dar cuenta del habitante proletario, del trabajador de las orillas. Ese desplazamiento del sujeto es la otra cara de una ciudad que puede ser hermosa y hostil a la vez:
Al fondo cabecean estudiantes y trabajadores
Sube un paisano abrazado a un tarro con tripa de sábalo
pueda ser que haya pique
¿qué habrán dicho las palabras tatuadas en su hombro?
—
El poeta del conurbano mira el horizonte
Sale humo de casas y bolsas
Un hombre transporta cartón en su bicicarro
Otro descansa con la bordeadora encima, fusilado
Aquí la profundidad más sentida: el rostro de los invisibles, de los que mueven las bases de un engranaje que los exprime.
Por otro lado una constante: la naturaleza, una enlazada a la palabra poética: el río, los bichos, la arena, el camalote y el dorado; como marco que todo lo rodea: el Paraná, franja que todo lo abarca y que a todos atraviesa y que todo atraviesa:
Enfrente, embobado, el Paraná
tiene un largo brazo cubierto de tatuajes chicos:
arcilla y barro, chamarrita del fondo,
soretes crecidos, un camalote deriva
entre los peces que relojean pescadores
La gente mira instalada desde los chinitos de paja
En otro poema:
Foto mental:
dorados mojarras palometas
Foto real: canoa desatada en la orilla
Avanza un barco
barco blanco sin ventanilla
La representación de lo natural no se limita a una simple descripción, sino que se utiliza como un recurso simbólico para explorar estados emocionales y sociales. No es solo un telón de fondo, sino un personaje activo. La naturaleza, entonces, se presenta como un espejo de emociones y una marca de pertenencia que se entrelaza con la cultura y la historia familiar. Esta conexión con el suelo y la tierra se convierte en un elemento de resistencia y continuidad. La marca territorial es contundente.
En cuanto a la forma, Pez muestra un manejo hábil del lenguaje y la estructura poética. Su estilo se caracteriza por una combinación de versos libres y una musicalidad que resulta en una fluidez encantadora, manteniendo la atención del lector. La elección del vocabulario es precisa, lo que permite varías capas de significado sin sobrecargar el texto.
Bicho sin dueño carece de ribetes innecesarios, se aleja del barroquismo que en algunas ocasiones ahoga la lectura; por el contrario, abre al lector una puerta despojada y clara que invita al ingreso sin dificultad. En su decir simple el silencio se arraiga y se hace material en ese lector que reflexiona a través de los ojos del poeta, de su historia y de esa ciudad atravesada de río. Poesía de los márgenes, del proletariado y la nostalgia; bisagra entre el centro y la periferia que sienta desde la belleza poética una postura política.
Cinco poemas
Interurbano a Sauce Viejo
El sol se va estirando, lento, sobre la ruta 11
Por la ventanilla veo un avión
que despega de la pista del aeropuerto
entre viviendas depósitos boliches y moteles
(El asfalto erosiona los neumáticos,
su banda de rodadura desgrana caucho
Pero el interurbano sigue)
Al fondo cabecean estudiantes y trabajadores
Sube un paisano abrazado a un tarro con tripa de sábalo
pueda ser que haya pique
¿qué habrán dicho las palabras tatuadas en su hombro?
Lo que me espera es cruzar la calzada,
advertir que no vengan autos de ningún lado,
llegar a la papelera, aguantar la respiración,
y hacer 300 metros por el camino de tierra
Todo lo que prometimos transcurre lento
A medida que
los pescadores se retiran
los dorados suben a la laguna
En la orilla
un chico repite movimientos
sacados de la televisión
Un muñeco de friselina o polietileno
pende del horizonte y desaparece
Por el este
se aproxima un frente frío
A su modo nuestros padres
lo suponen
Cuatro tipos
Discuten con la radio a medio volumen
Por el espejo retrovisor
pasan nubes haciendo willy cerca del puerto
Van en un coche que está demasiado bueno
Frenan
Estacionan junto a una camioneta
Bajan dos
Adentro, niños y viejos se desplazan
entre ofertas
Una velocidad distinta es procesada por algún mecanismo
Padre e hija abandonan la cola,
y saludan al jubilado que se toma con paciencia
la espera de los demás
(Ella) entra enganchada del brazo de su marido,
siente el beat del lector láser y los códigos
La mayoría diagrama en la mente y en el móvil
un ahorcado con los últimos días del mes
Modo copiloto
El colectivo de línea zarandea
la estabilidad del auto
Mi padre cruza con las provisiones vegetales
cargando el almuerzo de los días que vendrán
En casa espera mamá:
vino para dos, agua saborizada
dramas cociéndose a fuego lento
Cumplo mi propósito:
saco tema, selecciono la música
advierto al conductor cuando se distrae
Manipulo el celular, soy el diseñador
de otra ciudad que se pierde en la altura
Fotocopias de la arena
Entierro los pies en la arena mojada
Observo cómo se pierde el origen de las formas
Cajones de cerveza sobre la orilla
Esta es la tecnología sensible del lugar
Enfrente, embobado, el Paraná
tiene un largo brazo cubierto de tatuajes chicos:
arcilla y barro, chamarrita del fondo,
soretes crecidos, un camalote deriva
entre los peces que relojean pescadores
La gente mira instalada desde los chinitos de paja
Leonardo Pez nació en Santa Fe en 1986. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación, ejerce el periodismo cultural y la docencia en los niveles secundario y universitario. Escribió los libros Querés un mate? Diálogos e-pistolares (UNL, 2012), Bursinia (Corteza, 2014), Ricardo (La Gota, 2015) y Bicho sin dueño (Lubieta, 2024). En 2010, ganó el Primer Premio en Poesía en los certámenes José Cibils (ASDE) y Hugo Mandón (SADE Santa Fe); en 2022, fue distinguido en el Festival Poesía Ya! (Ministerio de Cultura de la Nación). Ha sido traducido al inglés y al italiano. Desde 2021 es jurado de los Premios Gardel e integró el equipo de selección de la Bienal de Arte Joven de la UNL 2024 en la categoría Letras. Creador, junto a su hermano Guillermo, del programa de radio Peces en el Aire, actualmente escribe para El Litoral y para Indie Hoy. Participa en diversos programas de Radio Nacional Santa Fe. Cada martes deja su huella narrativa en bichoredactor.substack.com. Tiene una página web con sus producciones periodísticas: leonardopez.com.ar.
