Nuestra Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja se caracteriza por su importante patrimonio cultural, sobre todo en lo que refiere a danza y música. Artes que explotan cada febrero en el Festival de la Chaya; y es, mayormente, en ellas en las que el público riojano invierte su economía. La literatura riojana, por su parte, se celebra cada receso de invierno en la Feria del Libro, otro de los eventos culturales más importantes de la ciudad. Espacio en el que se organizan charlas, presentaciones y talleres que dan a conocer voces locales y aledañas. Contamos con escritores, historiadores, investigadores, docentes, músicos… Pero lo que me incumbe y se presenta como una gran incógnita a la hora de pensar la literatura riojana es: qué sucede con los nuevos escritores, las nuevas narrativas, la nueva literatura. Cuáles son los desafíos a los que se enfrentan las personas que quieren publicar su material.
En primer lugar, los libros que son publicados en la provincia nacen de la reglamentación vigente con respecto a la Ley del Libro, la cual implica reunir sponsors que auspicien y costeen la publicación. Los grupos literarios de la zona funcionan, más bien, a modo de imprenta, no editando textos en sí. Existen servicios editoriales que se ofrecen a un precio determinado. Por lo que no se trabaja del mismo modo que con las editoriales independientes, propiamente dichas, que se encargan de la edición del material, de los procesos legales involucrados en la publicación, del diseño del objeto-libro, la difusión, la organización de los eventos de presentación, ferias de libros, etc., sino que se editorializa la escritura manteniendo los servicios de imprenta como un negocio.
Fuera de los grupos autogestionados que publican y divulgan textos en formato fanzine, no existe, en territorio riojano, una editorial independiente a la cual plantearle dudas, propuestas o consultar una guía sobre la publicación de obras literarias. Como consecuencia directa de esto, la mayor parte de las publicaciones literarias recientes han sido ediciones de autor. Algunos escriben y corrigen sus propios textos para luego enviarlos a alguna imprenta, otros realizan de manera artesanal su propio objeto-libro.
Cuando pensamos en una editorial, pensamos en gente que está capacitada para enfrentarse a un texto ajeno y trabajarlo en conjunto con su autor; diseñar el libro, conocer información valiosa para su impresión, formato, difusión y venta. Cada proceso editorial es distinto si se considera la multiplicidad de experiencias, criterios y herramientas a la hora de llevarse a cabo. El juicio estético será siempre diferente dependiendo de quién edite.
Si bien la autopublicación se ha implementado ya en la literatura riojana, a través de diversos referentes, hay todavía un prejuicio generalizado con respecto a ella, porque se piensa que pasa por alto fases importantes del proceso editorial. Se cree que un autor que edita su propio texto obviará sus falencias y elegirá, probablemente, un formato que no beneficie en nada a la estética de su obra.
Incluso hay sectores que afirman que la autopublicación les quita a los grupos editoriales su lugar y trabajo. Pero debo aclarar que estos grupos no se encuentran en la provincia, en la ciudad; si un riojano quiere publicar con ellos debe hacerlo a la distancia, en un proceso que puede volverse lento y tedioso porque no se cuenta con una comunicación inmediata. Es así que en el contexto riojano, que carece de la presencia de grupos editoriales independientes, la otra alternativa a la autopublicación resulta en, lisa y llanamente, no publicar (a menos que se cubran los costos de los servicios editoriales y de imprenta que se ofrecen).
El prejuicio que ronda a la autopublicación está ligado, además, a una visión bastante repetida sobre las editoriales: aquello que no sale a través de ellas no sirve, porque estas tienen un juicio infalible, personas calificadas, experiencia, y sobre todo ventas. En ese sentido, se considera que las obras editoriales que más se venden son las mejores, las más cuidadas; sabemos que esas son generalizaciones bastante peligrosas, que caen en falencias; al igual que irse al otro extremo y afirmar que toda autopublicación es perfectamente objetiva y carece de fallos.
Si bien la edición literaria y sus criterios son siempre singulares, y probablemente una autopublicación carezca de los lineamientos editoriales que suelen caracterizarlos, me parece importante considerar el valor de la autogestión literaria para nuestra comunidad y cultura local. Si contamos, hoy en día, con un amplio catálogo de publicaciones riojanas se debe, mayormente, a la intención de cada autor por concretar sus trabajos, incluso desde sus propias herramientas y aprendizajes.
Uno de los ejemplos más notables es el de Héctor David Gatica, legendario escritor riojano, que ha optado durante largos años por la autopublicación, y que ha propulsado la difusión de las mismas. Hoy es de los escritores más celebrados en la provincia y sus libros son accesibles a todos los riojanos por igual.
De este modo, quisiera rescatar y valorar el enorme esfuerzo que realizan los escritores al publicarse por sus propios medios, sea por decisión o preferencia, o porque no cuentan con otra alternativa. No se trata de romantizar o espectacularizar la falta de recursos, tampoco de subestimarla a la hora de producir arte. Más bien pienso que es momento de reconocer el significado del arte local y su valor intrínseco.
Quisiera que las dificultades para publicar literatura en la provincia, que devienen de la ausencia de editoriales independientes en la zona, encontraran una pronta solución. Pero si esto no sucediera, tengo la certeza de que se seguirá produciendo, tal como se viene haciendo, desde todas las ramas de la cultura, aun si esto significa optar por la autogestión. Creo que vale más apostar a la publicación, al lanzamiento, a la producción, que a la subestimación o al desprecio.
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