Efecto de una escritura: «Mamá–Mother» de Fabián Soberón

El título Mamá ya me pareció potente. Hay ahí una voz invocante, ni siquiera “madre” dice lo que dice la palabra “mamá”. Por eso me pasó que encontré más al narrador que a una mamá (o que a la mamá del autor). A “la mamá”, como se dice en Tucumán, no la vi mucho, como si el autor quisiera preservarla, quedarse con su imagen. Vi al narrador, ese narrador que escribe en primera persona, que tiene la madre viva, qué suerte, y sin embargo le duele la sola idea de perderla. Porque la vida contiene la muerte, y la ley natural tiene ese tiempo. Opino que ese miedo se esconde detrás en una escritura formal, compacta, prolija, como si quisiera evitar desarmarse en el grito, en el llanto de un niño que llama a su mamá. Mamá es la primera palabra. La prosa es nostálgica, los relatos son recuerdos y los recuerdos son relatos. Me gustó esa estructura, porque uno piensa así, en forma desordenada, con lagunas, con equívocos y distintos puntos de vista. Recuerdos encubridores, dice el psicoanálisis, que la mente y la escritura tratan de darle verosimilitud. 

   Es así, el dolor de perder a una mamá, es que con ella se pierde a la persona que más nos quiso. Perder ese amor es más doloroso, casi, que perderla a ella… Por eso, esa frase del libro Mamá, de Fabián Soberón, es sublime: “siempre te voy a seguir queriendo”.  

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