En este, su primer libro de poemas, Joaquín George abre ante los lectores un abanico de posibilidades frente a lo que será una voz. Escritos entre 2014 y 2015, estos poemas traman un diálogo entre la experiencia y la lectura para hallar una ubicación, un espacio desde el cual cantar. Por eso no sorprende que la imagen de la brújula que invoca uno de los textos se desprenda hacia el título del libro y desde ahí asiente la necesidad de situar, de situarse.
La conversación, entonces, se entabla en parte con el propio pasado y en parte con el universo literario. De un lado está los afectos, la pequeña ciudad dejada atrás, la militancia. Del otro, las maravillas del Oriente, el pensamiento de Occidente, la América histórica. Pero a veces hay cruces, como en «Leemos», donde las compuertas comunican lo inmediato del cuerpo con lo remoto de la imaginación: «El café ya hirvió diez veces. / El gato en los tobillos, / los libros desparramados junto a la cama. / Ella sobrevuela las fijas cúpulas. / Yo desciendo por callejuelas / que huelen alegremente a pescado.»
Más que de rendir tributos, lo que ocupa a la voz es el tanteo de las cuerdas con las que podrá lanzarse al vacío que conduce al poema. El exotismo oriental es abordado a partir de un núcleo borgeano —en tanto catalizador de tradiciones—, bajo la consigna de continuar el ritmo despojado: «Fui retratista en la corte de Xuangzong / en un castillo de mil cuartos / y ocho torres defendidas por arqueros. / Nunca abusé de mi posición. / Sólo tuve una lámpara, una cama / y algunos pinceles.» («Pinceles»).
El legado occidental, en cambio, juega con la rigidez de los postulados, a la manera de la ciencia ficción, la ucronía y las distopías. Eso se visibiliza en poemas como «América», «Lo invisible», «En el infinito» o «El robot y las rosas». Leamos este último: «En el final habrá / un robot mirando / una rosa roja / hasta la eternidad.» El cristal del que se sirve la voz para enfocar es heredado, pero mirar cosas aún por decir.
En cuando a lo vivido, podríamos considerar que esa América histórica de la que hablábamos antes es el puente a través del cual las vitalidades propias afloran. «Los siglos de amor se ríen / de estos tontos zapatos / pero yo me reiré de los vivos / a través de los muertos. / Podrán olvidarse de mí / y ella olvidarse / de estos tontos zapatos. / Pero al comprarlos sentí / que un coro cantaba / y una bandera volaba / sobre mi corazón.», se nos cuenta en «Y estas palabras…» aglutinando recuerdo, condición y territorio. El pequeño país natal, aún invisibilizado por la universalidad de las apelaciones, late en cada verso como el rincón desde donde se refleja la luz en este lenguaje de espejos. Desplegando ese haz es que Brújula negra intuye sus rumbos, porque «si existe el infinito / cualquier punto es el centro / del universo». La voz se despierta como alejada de la referencia inmediata y descubre así la temperatura para soltar su ergo sum. Versos que sueñan ser de todos para ser ellos mismos.
Joaquín George nació en Casilda, Santa Fe, en 1989. Ha publicado los libros La Mar en Coche, Historia cultural de la Biblioteca Vigil (Driblin, 2018) y Brújula Negra (Espacio Hudson, 2021). Es Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario.