«el agua del desvelo» Entrevista a Dardo Solórzano

Dardo Solórzano nació el 4 de noviembre de 1983 en la ciudad de Monteros, provincia de Tucumán. Su incursión en la poesía proviene desde la letrística con composiciones de canciones de raíz folklórica, por lo que se ha desempeñado mayormente como autor y compositor. También ha escrito obras de teatro, monólogos y cuentos. En 2013, publicó Pueblada (Llantodemudo). En esta oportunidad, hablamos sobre su último poemario titulado Ella Sucede (El mono armado, 2017).


Juan Páez: En el libro, el pronombre “ella” posee múltiples referencias. Entre otras, podría aludir a la palabra misma. Una palabra que, como lo advierte Candelaria Rojas Paz en el prólogo, indica luz, sombra y cicatriz. En este poemario, ¿la palabra adquiere un sentido reivindicatorio? ¿Qué desarma? ¿Qué reconstruye?

Dardo Solórzano: Tal cual, la palabra me parece una herramienta cardinal en la constitución y el ser de nuestra especie, incluso si observamos los textos sagrados en la mitología de la mayoría de las civilizaciones (por ejemplo la judeocristiana) la palabra pre-existe a todas las cosas desde un dios que enuncia, que de hecho, las cosas comienzan a existir justamente al ser nombradas. Esta figuración, sin dudas, alimenta nuestro ego de poetas al sentir que manipulamos la sustancia esencial de toda existencia. Pero en un plano un poco más alejado de la fábula, es importante entender que las palabras tienen un altísimo poder para desarmar o reconstruir nuestro mundo, hoy más que nunca queda demostrado eso en el poder de manipulación que tiene un discurso sobre las masas en este tiempo de las redes sociales y alta difusión de la palabra. Lógicamente, puede servir en función de algún bien como la retórica contra discursos hegemónicos históricos que tanto daño nos causaron y causan en nuestra convivencia en la diferencia individual y de grupos sociales; pero también somos testigos de cómo se instala desde el poder manipulador la palabra en un discurso de oscuridad, con ideas y consignas de destrucción sobre todo a los oprimidos de siempre, a tal punto de generar el odio y el daño entre pares, mientras desde un “arriba” digitan el texto que nos somete, sin que haga falta ya usar tantas balas.

JP: En “Ella Sucede” se incluyeron numerosas ilustraciones que pertenecen a Viviana Rivadeo Monteros. Estas imágenes establecen un diálogo interesante con los poemas. ¿Cómo fue el proceso de creación de estos dibujos?

DS: Vivi Rivadeo Monteros es una gran artista de mi pueblo que admiro mucho. Ella aceptó amablemente ser parte del proyecto de esta obra literaria lo cual me hizo feliz pues siempre me gustó la idea de trabajar con la imagen en los libros que hago, digo la imagen no solo en la palabra poética sino también en el trazo de lxs pintorxs y dibujantes. Ella me mencionó que las ilustraciones en “Ella Sucede” nacen del estudio de los poemas identificando las formas metafóricas de mayor sensibilidad que pudieran mutar en formas gráficas. Particularmente también creo que los dibujos son bellos remansos a los ojos del lector, entre tanto texto.

JP: Hay un poema precioso titulado “Coplera”. En él, la voz poética reflexiona sobre las tensiones que surgen entre el mundo y el canto. ¿La copla, de alguna manera, convierte ese ruido –el del mundo– en una canción hecha con lo mínimo?

DS: Creo que la copla es una herramienta poderosa del decir ancestral de nuestros pueblos. Siento que en ella la palabra adquiere la equivalencia letal del veneno de esas especies que saben que la sustancia efectiva se dispensa en pequeñas dosis, y eso basta para liquidar el asunto. La copla es una enzima catalizadora del subconsciente de los pueblos, de aquellos que no brillan en los claustros literarios de élites ilustradas. Como el veneno del ofidio, se da desde una boca que muerde al decir y en ella viaja la filosofía existencial, lo cotidiano, la alegría, el dolor y todo lo profundo de este continente a cuya mayoría de gente se le negó y se le sigue negando la palabra. En su pequeña estructura dice inabarcables universos, y ella lo sabe pues viene en tránsito desde remotos lugares, cruzando mares y océanos. Por ello, la copla puede surgir como un sonido limpio con sus versos inquebrantables en medio del ruido de una ronda de carnaval, o de la censura del discurso hegemónico de este mundo.

JP: Existe un tono muy particular que unifica al volumen, son poemas que uno puede tararearlos. Eso pareciera provenir de tu faceta letrística. ¿Encontrás alguna diferencia entre escribir letras de canciones y escribir poemas?

DS: Siento que es así, tal vez de ahí le vengan a los poemas cierta musicalidad muy notoria. Respecto a la diferencia, quizás el principal elemento sea la estructuración que suelen llevar las letras de canciones. Ese “encorsetado” impide moverse con la libertad total que uno quiere, y hace necesario el desarrollo del oficio de trabajar la palabra desde estructuras de métrica y acentuación bien definidas que muchas veces nos impiden decir algo manejando el espacio y la forma que se nos plazca. De ahí creo que manipulando el oficio de crear sobre estructuras fijas, el resto es darle vuelo a la palabra, sea o no poética. Indudablemente existen otros elementos técnicos necesarios como la síntesis y la sintaxis, por nombrar algunos, pero creo que equivale a ser un carpintero, o sea, es un oficio que se perfecciona con la práctica y el estudio. La forma de trabajar la madera dirá si construimos una silla rústica con clavos salidos y astillas sin lijar, o si hacemos un precioso violín de luthier.

JP: Algunos poemas fueron escritos con poetas invitadas: Alina Kummerfeldt Quiroa, Sabrina Usach y Pamela De Battista. ¿Cómo fue trabajar/componer estos poemas a dos voces?

DS: Es una idea que me nació justamente de mi relación con la música. Se me ocurrió reproducir lo que sucede cuando un cantante invita a otro a grabar a dúo una canción en su CD, donde se produce el aporte de otra forma sonora, y la armonización de voces de registros y timbraturas distintas. Ellas son poetas contemporáneas a mí, cuyas formas de escritura me gustan mucho. Me pareció una propuesta interesante invitarlas a realizar un poema a dúo, sobre todo porque la dinámica fue distinta con cada una de ellas. En un caso el poema se construyó casi de verso a verso como un ping pong poético, en otro me enviaron los versos en distintos párrafos y mi labor fue ensamblarlos con mis rimas, y en otro caso, se dio de trabajar sobre una temática específica y sobre eso escribir y corregir el poema.

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