¿Está muriendo el Rock?

Estancamiento sonoro, fuga de público y falta de grandes referentes son algunos de los factores que definen hoy la crisis del Rock.

Nacido en el sur del Imperio Norteamericano, el Rock fue construyendo a lo largo de sus casi 70 años una enorme, hermosa y disfuncional familia. Un género que supo conquistar todos los confines del orbe y que tuvo la capacidad de tomar prestado, robar y saquear prácticamente de toda la historia de la música. El rock ha sido el hippie mochilero que sale a recorrer el mundo y también el tradicionalista represor. Nómade y camaleónico siempre, pero también, puro y promiscuo, cosmopolita y provinciano, revolucionario y fascista, machista y feminista; el Rock es el héroe de las mil caras. Su mitología ha empapado la cultura de masas del siglo XX a fuego. Fue, es y seguirá siendo el credo de millones.

No obstante, hoy sus huestes son cada vez menos numerosas. Los adolescentes y los jóvenes, la sangre fresca de la que siempre se ha nutrido, lo mira con desconfianza y frunce el ceño con sospecha e incluso con sorna. Quienes siempre fueron sus principales fieles han migrado a adorar otras deidades. Nuestro príncipe está agotado y ya no puede esconder que detrás de ese maquillaje glam las arrugas se ven cada vez más, que la campera de cuero huele a naftalina. No nos queda otra salida, tenemos que reconocer lo que nunca hubiéramos sospechado, llegar a decir: ¡El Rock está viejo! 

Ahora, si el rock ha devenido en fósil y pieza de museo, sería de esperar que haya sido sustituido por algo mejor, superador en algún sentido o forma. No es el caso. Con el desdén de la nobleza destronada, el rock mira hacia abajo con incredulidad: digamos las cosas como son, ser reemplazado por algo tan mediocre y limitado como el reggaetón es una cuchillada por la espalda que ni Judas toleraría. Sí, señora, leyó bien, no espere aquí frases diplomáticas. El periodismo no es objetivo, solo simula serlo (Bueno, aquí no simulamos.). Porque se podrá decir lo que sea del Rock pero sería muy difícil encontrar en la historia de la música un género con la capacidad de absorber un abanico tan enorme de influencias y seguir teniendo una identidad perfectamente definida. Nadie como nuestro príncipe, el ya septuagenario Rock and Roll.

¿Mañana es mejor?

Pero si el Rock se ha venido viejo tiene que haber una razón o varias. ¿Cómo pasó el linaje que fundó Chuck Berry de príncipe a mendigo? Tanto fans, como parte de la prensa especializada, arriesgan un diagnóstico lapidario: hay una clara falta de ideas que afecta a todo el género. El fin de los noventa y los primeros años de los dosmiles parecen haber marcado un límite. El agotamiento y desarrollo total de todas las ideas y la exploración de todos los caminos. Los últimos discos del post-rock o la salida de placas de referencia como Kid A, The Soft Bulletin o 69 Love Songs coincidieron con el inicio del reciclaje.

 Y así asistimos a la vuelta de los muertos vivos: neo-post punk, neo-psicodelia, neo-prog, neo todo. Además podemos sumar al censo retro el relanzamiento o reencuentro de bandas “dinosaurio”, viejas glorias y el revival de los 80’s que todavía no se va. Así estos veinte años han estado signados por una paradoja: el futuro del rock ya no está en el futuro sino en su pasado. Es lo contrario a lo que decía Spinetta cuando cantaba en 1973: “Aunque me fuercen nunca yo voy a decir/que todo el tiempo pasado fue mejor/mañana es mejor”. El rock está enfermo de pasado, podríamos decir un poco dramáticamente y, como los hermanos de Marty McFly, está desapareciendo de la foto. 

Pero no solo aficionados y periodistas piensan que el rock está caput. Los protagonistas mismos son de la idea. De generaciones y aldeas sonoras muy distintas, John Frusciante y Gene Simmons adhieren a esta opinión. El guitarrista declaró en una entrevista de 2020 al podcast RA Exchange que: “El rock ha estado muriendo durante bastante tiempo, y realmente está dando su último suspiro en este momento”. El bajista de Kiss por su parte lleva años diciéndolo y en una entrevista de este año fue contundente: “El rock está muerto. ¿Quiénes son los nuevos Beatles? ¿BTS?” Algo que Simmons señala sin explayarse sobre el tema también ha jugado un papel muy importante. Y es que en estas últimas dos décadas el aparato de la factoría cultural ha retomado un control total de la industria, imponiendo las condiciones y sonidos que le convienen. ¿Y por donde pasa lo que le conviene? Lo que dé más plata, más rápido. Lejos han quedado los días del grunge o el punk. 

La luz al final del túnel

En una vereda menos alarmista y apocalíptica hay otros que dicen que el rock goza de perfecta salud. Simplemente ahora los reflectores están puestos en otra parte y esto lejos de ser malo es algo bueno. El rock empezó siendo marginal y volver a los márgenes tal vez le avive el seso y le despierte la memoria (para bien). La dialéctica under-mainstream siempre fue una constante. ¿Será posible que lejos de la obsesión por estar en la vitrina aparezcan los profetas de un nuevo mañana? ¿Podremos esperar a aquellos nuevos héroes/as/xs que enciendan otra vez el fuego sagrado? Tengamos fe. Lejos de los radares de lo más escuchado quizá las bandas del mañana estén tramando la renovación tan esperada. La “epic come back” tan añorada. Hasta entonces no estaría mal pedirles simplemente, innovadoras o no, buenas canciones. Y que escuche el que quiera o pueda oír.

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