Caminar el barrio: Escalpelos de Ezequiel Álvarez

El libro del autor santiagueño nos propone un recorrido ante lo cotidiano de la periferia. Sus escenarios, protagonistas, ritos y carestías.

Dónde ponemos la mirada y cuál es el rastro de los pasos en el camino al emprender la búsqueda? Me pregunto. Tengo en mis manos Escalpelos, la segunda edición de este libro publicado por Halley Ediciones y cuya autoría lleva en los hombros Ezequiel Álvarez (Santiago del Estero). 

Escalpelos es una escisión para ver al interior, adentro, abrir y descubrir el espacio. Ese espacio que se manifiesta y busca ser nombrado, no por el asombro de la vez primera, sino por el recorrido reflexivo del deambular por el entorno. La calle se presenta así como un universo habitable y amplio donde ponemos la mirada del revés. Hay un cuerpo y es el barrio que, como tal, es desgajado, puesto a trasluz, diseccionado. Nos dice el poeta:

El desagüe es el esqueleto del barrio, 
tripa decapitada por donde fluye estanco
un líquido verdoso

Los ritos, escenas de lo cotidiano, afloran. El tendido eléctrico, el desagüe, los perros y las bolsas de basura, la radio, la moto que enciende y el polvo; polvo que lo cubre todo y se expande, que cambia y muta, pero no desaparece, bruma de los pobres al borde de la ciudad.

Polvillo huidizo como un trino
endechas donde un hilo de sol
teje un peto protector de la quietud,
de este torbellino pacífico
que nombró una moto
y llamó tierral.

Lejos, desaparece y nos indaga,
¿será la misma tierra la que se eleve al regreso?

La pobreza, animal natural, se pasea y acecha; un recorte de cuadros confeccionan las postales de la periferia:

La naturaleza impera
y todo se hace tierra,
la bosta, las aguas servidas, el orín,
una colilla de cigarrillo, mártires paganos de esta lejanía.

El sujeto lírico es el flaneur que recorre el contorno de la ciudad, desprovisto se entrega a deambular anónimo, pero siempre en búsqueda, nos dice:

Caminar levantando tierra
caminar dejando huella
caminar silbando bajo


esquivando perros.

Caminar oyendo la radio vecina
Caminar oliendo el jabón de las sábanas
en el tendedero
caminar adivinando la succión de la bombilla
la tortilla quebada
el diario desplegado.

Caminar el barrio.
Hasta que el corazón se ubique solo.

El centro es un lugar ajeno, otro, distante; allí los pobres del barrio enmascarados acceden:

Algunas noches
salen las familias al centro.

Se visten, pintan,
se ponen sus mejores vestidos y lociones,
la camisa entallada, 
las zapatillas impecables.

Si hace frío, unos saquitos
o el pullover atado al cuello.

En las calles vacías 
el aire empalagoso
de los guisos impone presencia,
un perro guardián 
olfatea el sigilo de los intrusos.

Ezequiel Álvarez construye Escalpelos con precisión, acciona engranajes que, trabajados a conciencia, se ponen en marcha desde la primera línea, Parte en una búsqueda y nos embarca en ella. A medida que leemos, los versos resuenan, se releen, lo cubren todo, como el polvo. 

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