“TODO LO QUE ES PEGARLE UNA PIÑA A LA PARED”, Melina Martínez Zulli

 “Grito/todo el tiempo/cada vez más fuerte/tratando de llamar tu atención/para que entiendas/pero no estás cerca/y no queda nadie ya”

Pronunciándose desde el lado más visceral del lenguaje, la voz que da vida al universo de Melina, nos introduce en una poética interrogativa, desgarradora y desoladora. Que posee labios violetas por tanto vino, tensándose entre series antitéticas de vida y muerte, días y noches, sueños y realidad, luces y sombras, adentro y afuera. Que rastrea sus huellas por caminos de humo hacia una búsqueda interior, después de haberse perdido en el interminable juego de la Casa de los espejos-ojos propios y de otrxs.

Una poética de mascaradas, pues los cuerpos parecieran moverse entre disfraces con ansias de saciar el hambre los fines de semana, desgarrando los jirones de carne humana, rumiándolos, para acabar vomitándolos en la basura, o en la nada, los días de semana. Una poética del consumismo, pues el cuerpo de una mujer una vez violado, ultrajado, mancillado por la violencia ajena, ya no sirve. Ya no vale. Rápidamente hay que descartar y continuar con el festín de devorar otras corporeidades antes de que se acabe el tiempo. Nadie se acerca a fantasear una dimensión de lo posible. Nadie invita a aventurarse y crear mundos en complicidad. Golpean las palabras de la poeta la pared y configuran un horizonte agrietado donde ni siquiera dios se asoma ni libra del mal en los momentos más difíciles de la vida. Aún invocándolo entre lágrimas que se hacen tormentas, sin que nadie oiga, sin que nadie amortigüe la inminente caída y el repiqueteo de rotura(s) en los charcos. No hay respuestas.

Ante esta ausencia, no queda más que imaginar: trazar salidas entre pesadillas, comenzando así la función para la figura de la equilibrista, quien camina a veces sobre una cuerda floja. A veces sobre un trampolín. Teniendo bajo los pies, a veces un abismo. A veces una pileta profunda. Pero siempre el vértigo de morir en el intento, como cuando nos desnudamos y corremos el riesgo de expresar nuestros sentimientos a la persona amada, aún sabiendo que esa persona no siente lo mismo. Instalándose aquí una de las grandes preguntas del poemario y de la existencia humana: ¿y si morimos en el intento? Habitando entonces esta zona gris, urde la poeta constelaciones de dudas que desbordan la claridad y gravitan sobre él “y si…”, con gran poder desestabilizador, mientras se pronuncia una voz que lo ha perdido todo.

Melina cree en la escritura como un dispositivo para poder expresar lo que, en ocasiones, nos cuesta y elige la poesía porque “es sincera, te permite llegar a recovecos nuevos, es loca, es hermosa”, nos cuenta. Tiene además un emprendimiento llamado Mel encuadernación artesanal y, con ansias de que la lean traspasando los límites de las redes sociales, decidió autogestionar su libro conjugando sus pasiones por la poesía y la encuadernación desde abril de este 2021. 


Mel Martinez Zulli, sueña con ser exitosa y dejar de ser patética y miserable. Quería ser sirena pero terminó estudiando letras y escribiendo poesía. Escribe para sobrellevar los ataques de ira que le dan cuando las cosas no salen como planea. Aspira a una vida llena de viajes en la que pueda descorchar un vino por noche y ser (un poquito) feliz.


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