El tiempo en «Cuadernos de Penélope» de Liliana Massara

Cuadernos de Penélope (La aguja de Buffon. 2021) de Liliana Massara trabaja el tiempo, el tiempo y la memoria, y cómo estos se pueden abrir paso desde la imaginación dando cuenta de espacios repletos de historias. La narrativa de Liliana Massara se ve teñida, sutilmente, de poesía, lo notamos a través de las imágenes y su tratamiento presentadas en estas «formas breves» que la autora ha sabido trabajar con excelencia. 

Evocando los años que pasaron, el recuerdo que de ellos conservamos, y cómo estos han ido mutando con el paso del tiempo, es que Liliana introduce elementos mágicos, oníricos, sutiles pinceladas de extrañeza y desconcierto, ubicadas en la más cómoda de las rutinas, amenazando la intimidad.

La narrativa de este libro trabaja con finura, como hilos delgados, la marcha de los personajes, se van, pero siempre retornan; vuelven a los mismos sitios una y otra vez. En “El camino” lo cíclico se entreteje con la imagen de la eternidad, aquí el personaje “decide congelar esas imágenes para que se repitan durante su próxima eternidad”. 

El tiempo, la temporalidad, en los relatos de Cuadernos de Penélope, pierden cronología, son todos o ninguno a la vez, como en “Perplejidad”, en donde no se “puede distinguir si está en el futuro o si pertenece al pasado”, y “la vida solo se completa con el recuerdo de la vida”. Estos no son los únicos relatos breves que dan cuenta del tiempo, desde lo cíclico, desde el retorno, el regreso, como anticipé: se trata de un hilo conductor que nos guía a lo largo del libro, dando unidad profunda. Como Penélope que teje, desteje y vuelve a tejer, las historias dan cuenta del hacer y rehacer.

La intimidad, lo cotidiano y lo extraño son, a su vez, otros hilos más que van coloreando el libro. En “El invasor” el extrañamiento es manifiesto, algo invade la matriz y se busca resguardo. En “El rastro”, lo cotidiano y la intimidad juegan con ese elemento de extrañeza; amenazante para los personajes, quienes crean rutinas para esconder, esconderse, tras verse expuestos día a día. En “Efectos secundarios” lo extraño se apodera de lo colectivo, mientras que en “Punto cruz” pertenece a la intimidad.

La infancia, el cuerpo y el enamoramiento abordan varios espacios de la narrativa de Liliana: “Aquel pasado de infancia con ilusiones…” (Cara o ceca); “Con ayuda del índice y del pulgar descubre que puede olvidar el dolor.” (Relatos orales); “Él parece rozarle el cuello. Ella siente una turbación e imagina un beso furtivo en su boca” (Causa y efecto). Quiero destacar que la variedad de historias e imágenes no pierden lo amenazante del tiempo y del “elemento extraño”, este último escondiendo otra historia, un segundo relato detrás. Inclusive ante la presencia del “enamoramiento”, como en “El joven de la terraza”.

Les invito lectores a sumergirse en las páginas de Cuadernos de Penélope, y celebro la narrativa de Liliana Massara.

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