EL ARTE DE LA GUERRA

El arte siempre está presente a través de los momentos claves de la historia y una guerra no es la excepción, les invitamos a recorrer cuatro momentos y cuatro miradas que conmovieron al mundo.

La capacidad de deshumanización que el hombre mostró a lo largo de los milenios se torna por momento pasmoso e inverosímil,  como si lo hubiera invadido una imperiosa necesidad de autodestrucción que lo llevó a cometer los actos más impensados a lo largo de la historia. El hombre es capaz de realizar las acciones más edificantes así como las peores atrocidades, es contrastante que en nuestro ser resida tal dualidad, y la guerra termina siendo uno de sus vehículos preferidos para exaltar ese manojo de cualidades donde aflora la autodestrucción a cada paso. 

Dentro del contexto que genera y deja una guerra, muchos artistas han retratado una visión particular de los episodios que les tocó vivir de cerca; ya sea como partícipes directos e indirectos de estos hechos. Como muestra veremos cuatros momentos históricos diferentes, cuáles fueron sus miradas y lo que sus obras lograron transmitir.

Durante la invasión de España por Francia durante el imperio Napoleónico, Francisco José de Goya (1746-1828) logró retratar la guerra de independencia española y sus consecuencias a través de una serie de ochenta y dos grabados, llamados: «Los desastres de la Guerra», realizados entre los años 1810 y 1815. Esta serie está dividida en tres partes donde muestra en primer lugar la guerra en sí, en segundo lugar sus secuelas y, por último, una crítica sociopolítica al gobierno de Fernando VII tras su retorno al poder. En una de sus estampas, la número trece, titulada: «Amarga presencia», podemos ver a un hombre maniatado a la izquierda de la obra, presenciando cómo arrastran a una mujer, dispuesta en primer plano, dos soldados para violarla (¿tal vez es su esposa?), mientras detrás de ellos ya está siendo consumada la misma acción. En esta imagen Goya muestra cómo las mujeres son víctimas directas de las atrocidades de la guerra.

Los desastres de la Guerra, Estampa Nº 13: Amarga presencia, Francisco de Goya.
Los desastres de la Guerra, Estampa Nº 13: Amarga presencia, Francisco de Goya.

La trinchera es uno de los murales realizados por el Mexicano José Clemente Orozco en el  Colegio de San Ildefonso de la ciudad de México entre los años 1922 y 1926, en sus frescos retrata las consecuencias de la gesta de la revolución mexicana durante la década de 1910. En este pintura podemos ver a tres figuras, la que se encuentra del  lado izquierdo está tirada de espaldas sobre una gran roca de tonos grises, con dos cananas cruzadas sobre su torso desnudo y con los pies descalzos, a su lado una figura semidesnuda tendida boca abajo con los brazos extendido en clara analogía simbólica con la escena de la crucifixión de cristo, su rostro está cubierto por el brazo del hombre caído, mencionado anteriormente. La escena termina con la figura de un soldado arrodillado que se tapa el rostro con el brazo transmitiendo cansancio y dolor ante el horror de lo que está presenciando. En los tres casos, la idea de que sus caras no se vean, así como la semidesnudez, es para resaltar y generalizar lo universal de la escena y lo frágil de la condición humana. 

La trinchera, José Clemente Orozco
La trinchera, José Clemente Orozco

Paul Nash (1889 – 1946) es un artista estadounidense que, tras alistarse y combatir en el frente durante la primera guerra mundial, en 1917, fue nombrado por la oficina de propaganda de guerra del Imperio Británico como artista de guerra oficial. Ya con su designación como oficial de observación en Ypres Salient, Bélgica, lugar clave donde se enfrentaron los aliados con los alemanes, Nash se horrorizó de la destrucción causada por meses de enfrentamiento descarnado en esa ciudad. En The Menin Road (El camino de Menin) de 1918 retrata esta experiencia por medio de un paisaje desolador repleto de escombros, pozos profundos llenos de agua debido al constante bombardeo que horadaron el terreno, con árboles totalmente secos y destrozados, mientras en medio del cuadro dos soldados corren por ese campo devastado, amante e iniciado en el paisaje Nash queda azorado ante esta visión, tanto que esto es contado a través de una carta del artista a su esposa, fechada el 16 de noviembre de 1917 donde relata las impresiones de su excursión a Ypres: “Es indescriptible, impío, sin esperanza. Ya no soy un artista interesado y curioso, soy un mensajero que traerá noticias de los hombres que luchan a aquellos que quieren que la guerra continúe para siempre.” 

The Menin Road 1918, Paul Nash
The Menin Road 1918, Paul Nash

Después de la segunda Mundial se hicieron públicas las atrocidades en los Campo de concentración y exterminio, generando la estupefacción del mundo ante el horror de los crímenes de guerra de la Alemania nazi. Anselm Kiefer (1945) en reiteradas ocasiones, inspirado en la poesía de Paul Celan, retrató desde su mirada revisionista un tema tan Tabú para la sociedad alemana de posguerra como lo era el genocidio del pueblo judío. En su obra de 1986, Eisen-Steig, Kiefer pone ante los ojos del espectador una vía de tren que a lo lejos se bifurca, siendo obvia la evocación de los rieles de tren que trasladaban los prisioneros a los campos de exterminio, como Auschwitz, haciendo revivir al público el horror y la desesperanza de quienes les aguardaba un destino de pesadilla.  

Eisen Steig, 1986, Anselm Kiefer. 

Tal vez el arte no solo baste para poder frenar la barbarie y el horror de una guerra, pero sin embargo puede ser una herramienta fundamental para llamar a la reflexión, discutir el sin sentido de la misma que solo trae aparejado muerte y destrucción. Para poder avanzar es necesario crear un mundo de paz, reivindicando la vida a cada instante para que esto no ocurra nunca más a pesar de nuestro espíritu destructivo que acecha en cada rincón de la humanidad.

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