“…acá nadie es dueña de la verdad, ni siquiera somos dueñas de nuestras propias mentiras…”
Luna Menguante
Las dueñas del drama es la primera novela de Martín Alanís, editada por Falta Envido Ediciones (Tucumán) en este 2022. Martín es riojano pero radicado en Buenos Aires. Muy riojano porque la ficción lo tiene agarrado allí, en esa pequeña provincia calurosa, en donde personajes aparentemente menores encarnan dramas universales.
Esta novela es la historia de la narración de una historia. En primer plano encontramos el diálogo de dos mujeres que por momentos se vuelve monólogo. ¿Son ellas las protagonistas? Quizá sí, quizá no. Son, de seguro, las dueñas del drama. Cuánto del drama lo sufren ellas u otros seres que son invocados en su larga conversación es algo que inteligentemente Martin Alanís deja en manos del lector.
La acción transcurre en el tiempo de chaya, en una ciudad entre encendida y anestesiada por los efectos del alcohol y el calor, en el reducido espacio de una peluquería de barrio, “Las Ocho Lunas”, regenteada por Luna Menguante. Es ella quien va tejiendo y destejiendo la historia sinuosa de doña Dolores, la niña Amparo, la Patricia y un elenco de figuras femeninas que darán cuerpo al engaño, al abandono, la violencia, la maldad. Sí, pueblo chico, infierno grande. Un infierno de dimensiones desconocidas y motivaciones ocultas, y es precisamente “eso” que el lector no sabe lo que lo sitúa en una posición activa, diríamos de lector policial. Develar en qué consiste el infierno y cuáles son sus resortes será su tarea.
Los personajes cuentan, a su manera, lo que saben; sin embargo construyen una recordación elíptica y plural en la que entran en simbiosis elementos de orden religioso, pagano, sobrenatural y hasta de la política. Luna Menguante es honesta, habla sin temerle a nada por eso puede enlazar en un mismo argumento a Dios, el diablo y la ley. Además, en su voz convergen todas las voces femeninas con sus historias, giros y tonalidades, con chispas de humor y de profunda melancolía. Seguramente el lector sienta la necesidad de leer esta novela en voz alta porque hay una escenificación latente; su ritmo pide dramatizarla.
Martin Alanís nos invita a indagar en los recovecos de un drama familiar que extiende insospechadamente sus redes. El lector, atento, buscará la verdad mientras que la narradora avance tras la justicia. Los lectores seremos los dueños, al final, de decidir a qué punto hemos llegado.