La mujer suelta es el último poemario de Gabriela Álvarez (Mundar Editorial, 2022), ganador del primer concurso de poesía Clementina Rosa Quenel 2021, organizado por la Dirección de Cultura de la Municipalidad de la Capital de Santiago del Estero. Con un jurado que estuvo integrado por Julio Salgado, Leandro Calle y Marta Terrera.
A mi madre, por la herencia y la vida, son las primeras palabras con las que La mujer suelta nos recibe a la lectura. ¿Qué ha soltado la mujer que enuncia? ¿El miedo, la soledad, un cuerpo que habita su antigüedad huérfana? ¿El daño, la ausencia, el silencio? Después de releer el poemario de la talentosa poeta santiagueña, me respondo: la herencia. Pero no es un rechazo, es una resignificación de la misma. La mujer en este poemario aprende a andar sin estar sujeta, aceptando los vínculos familiares, pero generando una auténtica subjetividad más allá de ellos. Con esa soltura camina por Santiago, pasa por el mercado y encuentra que el verano huele a pimentón y que Santiago simula un pueblo costero / con olor a pescado y sin puerto. Se anima a ver más allá de lo aparente, mirá sus lugares vacíos.
POBLAR* De las ciudades que recorro miro sus lugares vacíos. Casas abandonadas que nosotras habitaríamos abriendo las ventanas y regando flores. (*Fragmento)
En el barrio el calor ha levantado las piedras de la calle: Son restos paridos de una boca / preñada de barro y calor sofocante, leemos. La voz enuncia a la madre en los versos: Es tiempo de sequía, dice máma / se toca una mano con la otra / aprieta sus nudillos / su gesto me obliga a hacer lo mismo.
Ella viste la campera de su madre, su nombre es un pulóver / heredado, toca la menta y mientras se lava piensa en cómo lucir el rostro que heredó. Insisto en estas imágenes porque desde allí la identidad es la memoria de un cuerpo que es un calendario propio.
IDENTIDAD Frente a un espejo la identidad es un vaso de agua que alcanzo perturbada. Soy esta memoria de mi cuerpo un calendario propio que insiste y cumple. Hablo apenas sin tocarle los ojos al presente como una luz rosada que me dice: hay algo más que un destino aunque quisieras ahogarte no podrías.
Todo esto desde «El patio interno», el primer apartado del poemario. A partir del segundo apartado, «La mujer suelta», es que esa herencia se resignifica. Y, con esa soltura, se construye para respirar desde la palabra: No está mal respirar: / esta lengua hacia afuera / es un pulmón libre.
LA MUJER SUELTA El error y la derrota son resabios de casas extrañas su sexo inmaduro para salir del desastre. Las cosas desaparecen y el pasado puede ser la guerra ese relieve de tu cuerpo que no conozco. Armo una casa puertas que se abren a esta humildad de mujer suelta. Cada espacio un templo para la intimidad. Me recuesto en el piso olor a vino abro mi boca observo el techo blanco y agrietado. No está mal respirar: esta lengua hacia afuera es un pulmón libre.
Quienes decidan adentrarse, en la lectura de La mujer suelta, notarán que les he dejado a ustedes la tarea de completar las significaciones en torno al cuerpo, al deseo y a la sensualidad.
Otros poemas:
EL AMOR Sentado en el borde de la cama una tuca entre los dedos el pelo rubio acariciado por mi lengua. La única luz penetraba entre mis piernas y su cuerpo se expandía como una orilla de embriaguez. Sentí en el deseo un espacio de guerra mi soledad frente a la suya esas pupilas rojas y livianas extinguiéndose. ¿Dónde quieres residir? le pregunté como si mirara a los ojos de un caballo. HEBRAS Tiene un corazón de hebras unos muslos torpes y dulces que se enredan. Tengo miedo a quedar atrapada en su cuerpo. Pero la tierra es un capullo que protege y la carne una amiga para la imaginación. ESPUMA Tomemos el refugio una cerveza, en esa esquina en donde nos perdonamos no conocernos. Brindemos con la espuma en la boca sin saber si estamos despiertos. El olor del alcohol y los árboles de la ciudad nombran mi fantasía apoyarme en esos cuerpos donde alguna vez dormí.
Gabriela Álvarez nació en 1986 en Santiago del Estero. Vivió muchos años en la ciudad de La Plata y actualmente reside en su provincia natal. Es poeta y abogada. Trabaja en el juzgado de género. Ha publicado los poemarios: Luz natural (2017), Migraciones (Ediciones En Danza, 2018), Sombra Roja y Sisayay –ilustrado por el artista Pablo Cano– (2021) y La mujer suelta (Mundar Editorial, 2022), ganador del concurso de poesía Clementina Rosa Quenel 2021.
La autora en la presentación del poemario en la Feria del Libro de Santiago del Estero 2022: