Voces, fuego, lenguaje y memoria en la novela: «Chikito» de Felipe Quiroga

Chikito, novela publicada por el sello Falta Envido Ediciones, es el último libro de Felipe Quiroga. Con motivo de la Feria del Libro de Jujuy, Ezequiel Villarroel charló con el autor en torno a su obra.

Ezequiel Villarroel: La premisa de la novela es la siguiente: una nena encuentra, en el bosque, a un monito quemado en gran parte de su cuerpo. Decide adoptarlo y esto crea, en un principio, un buen ambiente en el pueblo, pero luego este mismo hecho acrecienta la rivalidad que sus habitantes ya tenían con el pueblo vecino. La novela tiene como escenarios a dos pueblos que a pesar de ser ficticios, uno tiende a asociarlos con algún lugar del noroeste argentino, o por qué no de Tucumán. ¿Cuál es la importancia de esos escenarios en la historia? ¿Hay algún propósito en ubicar los hechos en ese contexto?

Felipe Quiroga: Una de mis intenciones con esta novela era trabajar con el lenguaje y con formas de expresarse que remitieran al NOA y a Tucumán. Creo que como escritores del interior es importante que reflejemos nuestra identidad en las obras que creamos. Siempre sostengo que si no nos contamos a nosotros mismos, nadie lo va a hacer, y eso corre el riesgo de perderse. En este caso, por los hechos que se narran y especialmente por el desenlace de la trama no podían ser pueblos reales, así que tuve que inventar los dos pueblos ficticios en los que se desarrolla la historia, pero tranquilamente podrían ser dos pueblos del interior del NOA. En ese sentido, una de las inspiraciones viene de una época en la que trabajaba en un diario y para escribir una nota me tocó viajar a un pueblo en el que antes funcionaba un ingenio azucarero que cerró en los años 60, como pasó con muchos ingenios en esa época, y ahí vi las ruinas del ingenio. Esa imagen de una construcción tan enorme y completamente abandonada en medio de un pueblo del que se había ido mucha gente al quedarse sin trabajo me quedó grabada y parte de esa sensación me sirvió para pensar en los pueblos que son el escenario de la novela.

EV: La novela se divide en tres partes: “Los pueblos”, “El mono” y “El fuego”. ¿Hay un aire de mito en esa estructura? Me refiero a esa idea del origen de algo e incluso de su desaparición.

FQ: Sí, totalmente. El fuego en la mitología aparece en numerosas ocasiones como un símbolo de destrucción que al mismo tiempo funciona como un símbolo de purificación. Entre el principio de la novela, con el hallazgo del mono rescatado de un incendio, y lo que pasa al final hay algo cíclico, que también remite a lo mítico.

EV: En cada una de esas partes hay testimonios de diferentes personajes que ayudan a armar la historia. ¿Cuál era tu propósito al momento de elegir este tipo de narración?

FQ: Por un lado, me interesaba mucho trabajar la oralidad y las formas de expresarse propias de mi provincia, con el uso de un tiempo verbal como el pretérito perfecto compuesto que no siempre aparece en la literatura escrita en Tucumán. Eso quería que esté como una marca de identidad y también porque se trata de un tiempo verbal que señala algo que sucedió en el pasado pero estableciendo una relación con el presente de quien habla, y justamente muchos de los personajes de esta novela han sufrido un gran trauma en el pasado que los sigue afectando en el presente. Por otra parte, me pareció interesante trabajar en la polifonía. Fue un desafío narrar una misma historia a través de diferentes voces y puntos de vista, e incluso jugar con las contradicciones en el relato. Como no hay descripciones de los personajes que hablan, la intención fue caracterizar a cada uno desde sus formas de expresarse o con el uso de ciertas muletillas. Durante la escritura me preocupé mucho por hacer que cada voz fuera diferente a las otras. Otro propósito que tenía al elegir esta forma de armar la historia fue la de trabajar con la memoria. En estos testimonios y en esta acción de contar se recupera algo que ha sucedido en el pasado. Hay un personaje que nunca habla en la novela, pero existe: es aquel que ha salido a buscar a los sobrevivientes para que cuenten su versión de los hechos. Puede que sea un periodista o un documentalista, que es quien pregunta y escucha. En cierta forma, el lector, al leer los testimonios de los personajes, termina ocupando el lugar de este personaje invisible que hace silencio y se interesa por la voz de un otro y en lo que esta voz cuenta.

EV: Cuando inicié con la lectura, dije: “Sonamos, es una novela costumbrista”, pero al terminar la novela, sentí que fue un acierto haber buscado esas voces y expresiones locales, es lo que más terminó por gustarme. ¿Podrías decirnos cómo llegaste a esa elección y cuáles fueron tus motivos?

FQ: Por el espacio que elegí para situar a los personajes y por mis intenciones de trabajar con la oralidad y el lenguaje, naturalmente apareció la necesidad de recurrir a algunas voces y expresiones que podrían enmarcarse en cierto costumbrismo, pero siempre evitando caer en simplificaciones o prejuicios. Fue parte del trabajo para caracterizar y diferenciar a cada una de las voces. Podría decir que fue una elección orgánica y que me pareció adecuada a la historia que quería contar y a los personajes.

EV: Contar la historia de un monito al que rescatan y adoptan, no parece muy interesante, sin embargo vos lograste darle esa vuelta de tuerca con algo que hasta parece inofensivo. ¿Cómo fue el proceso para llegar a ese conflicto, con el monito de protagonista? ¿Tuviste sugerencias de pares literarios o afrontaste el proceso solo?

FQ: La novela nació primero como un cuento inspirado en una situación real que sucedió en Salta hace algunos años. Después, con el cuento terminado, noté que había potencial para expandir la historia. Se me ocurrió sumar más personajes y más voces para hacer crecer y enriquecer el conflicto. Quería que el mono estuviera cargado de simbolismo y que para cada personaje ese animal significara algo distinto: para algunos es un lindo recuerdo, para otros representa algo maligno. Era parte de las contradicciones con las que quería jugar en los relatos, porque no todos recordamos las cosas de la misma manera ni las contamos de la misma manera. También me interesaba desarrollar esta cuestión de efecto mariposa o de las consecuencias caóticas e impredecibles de una acción o de una decisión, donde algo que en sus inicios parece inofensivo y hasta tierno, como puede ser el hecho de que una nena adopte un monito bebé rescatado de un incendio termina con un enfrentamiento gravísimo entre dos pueblos vecinos, con muchos muertos, con mucho dolor y mucha destrucción. El nombre con el que la nena bautiza al mono, “Chikito”, hace referencia a este hecho minúsculo o inofensivo que comienza a ramificarse de manera impredecible e imparable hasta tener un desenlace terrible.
Me gustaría que los lectores, así como pasa con cada uno de los personajes, se pregunte sobre lo sucedido: ¿fue el mono la causa verdadera de lo que pasó? ¿O los conflictos entre ambos pueblos ya estaban ahí desde mucho antes y la situación con el mono fue una excusa o detonante de algo que hubiera podido suceder de cualquier manera?
En la novela hay otro nivel de lectura y que tiene que ver con las divisiones que hay en toda sociedad, en el rechazo hacia un otro al que vemos distinto o que tiene ideas diferentes y que por eso lo ponemos en frente. Me refiero a esta cuestión de dividirse en bandos que se ha exacerbado mucho en los últimos años por cuestiones de ideología política, especialmente en la Argentina. En la novela, el mono queda en el medio de una de esas divisiones y termina convirtiéndose en un símbolo para uno de los pueblos, pero incluso queda insinuado o sugerido por algunos de los personajes que Chikito podría haber llegado al pueblo con esta intención oculta, de exacerbar esos odios, aunque no hay respuestas definitivas. La idea es que el lector también se lo pregunte y quede flotando esa duda en todo el relato. ¿Es Chikito algo más que un mono? 
El proceso de escritura en sí lo hice solo. Después, cuando la editorial Falta Envido seleccionó la novela para su publicación empezó un trabajo de edición muy minucioso, con muchas idas y vueltas que sirvieron para hacer correcciones, ajustar algunos detalles y poder llegar a una mejor versión del texto.

EV: ¿Tenés alguna rutina de escritura? ¿Cómo es?

FQ: Me pasa de tener momentos intensos de mucha escritura, especialmente cuando estoy con un proyecto específico en marcha y tengo todo armado y planificado, desde el principio hasta el final, y escribo sin parar hasta completarlo, aunque después por supuesto eso tiene que pasar por procesos de corrección. Pero también me pasa que puedo estar muchos días sin escribir nada, simplemente pensando en lo que voy a escribir y en cuál será la mejor manera de encarar el texto. Es una especie de estado de pre-escritura, que a mí me sirve muchísimo para ir preparando de alguna forma los cimientos de lo que va a ser el texto. En ese sentido, considero que la escritura es ya en sí misma una re-escritura de todo lo que ya tengo en la cabeza.

EV: Por último, ya que sos el mejor conocedor de tu obra. ¿Por qué el lector tiene que darse la oportunidad de leer Chikito?

FQ: Creo que a todos los que escribimos lo que más nos gusta es que nos lean, así que primero eso, que la novela pueda llegar a muchos lectores, especialmente en un momento tan difícil para la literatura y para la cultura en general. Después, ojalá que se puedan meter en esta historia de la manera en que más les guste. A mí me encantan las novelas que son simples en apariencia pero que tienen muchos niveles de lectura en los cuales se puede profundizar al pensarla o debatirla, y eso es lo que intenté hacer con “Chikito”: hay un tipo de lector que quizás quiera quedarse con la historia que está en la superficie, dos pueblos enfrentados por un mono, y está perfecto si se sintió intrigado o entretenido, que para eso leemos en primer lugar, para divertirnos y disfrutar de una historia. Lograr eso ya sería para mí un montón. Pero quizás haya otro tipo de lector que además tenga ganas de ir un poco más allá y ponerse a pensar en todos estos temas de los que venimos hablando, como la memoria, el lenguaje, la identidad, las voces, los que nos une y lo que nos separa de un otro.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *