Las piedras sensibles de Leónidas

La voz poética del sanjuanino Jorge Leónidas Escudero es con seguridad una de las más originales de la poesía argentina de las últimas décadas. Un breve recorrido a 100 años de su nacimiento.

Jorge Leónidas Escudero comenzó a escribir en la adolescencia, pero publicó su primer libro al cumplir los 50 años.

Nació en la ciudad de San Juan, un 4 de septiembre de 1920, a muy temprana edad vivió un par de años en cercanías de Jachal, más específicamente en Tucunuco. Este fue un pueblo con una relación simbiótica con la estación del tren General Belgrano. Comenzó a desaparecer luego del cierre de los ramales y las últimas familias de colonos que vivían allí en la década de los setenta sufrieron el accionar de un grupo de tareas que se encargó de echarlos violentamente durante la dictadura. Ahora sólo quedan ruinas, ahora es un desierto. En la década del veinte Tucunuco funcionaba como cualquier poblado, el padre de Leónidas fue enviado a trabajar en la oficina de correos y llevó con él a la familia, así el niño encuentra su afición a recorrer los cerros y a conocer los minerales en las piedras.

En los tiempos de juventud de nuestro poeta la explotación minera era la del pirquinero, muy distinta a la forma extractiva actual de la mega-minería a cielo abierto. El pirquinero rasguñaba el cerro para sacar unas pocas rocas valiosas. Era una minería en la pobreza, con pocas herramientas, mucha lejanía y soledad.

Escudero vivió esos años en la Estancia El Leoncito, donde ahora está el observatorio astronómico. Luego la propiedad fue vendida y él se quedó un tiempo en Calingasta con unos amigos para dedicarse a la extracción de los minerales.

En Calingasta conoció a un minero chileno, un cateador, del que aprendió a conocer los minerales en base a las características de la roca y el color de los cerros.

Luego regresó a San Juan y trabajó en una oficina. Con los recuerdos de sus aventuras en los cerros comenzó su escritura poética.

“[…] Llegué a una oficina donde me hice viejo. / Y escribí versos”

Referencias de Umbral de salida (1990)

Recién en 1970 publicó su primer libro La Raíz de la roca, pagado por una escuela de danzas. A partir de allí fue construyendo su obra con sucesivas publicaciones, más de 20 libros casi la totalidad están recopilados en la Poesía Completa editado por Ediciones en Danza en 1911.

Muchos de sus poemas fueron musicalizados.

Se filmaron tres películas documentales: Oro nestas piedras, de Costantini, Listorti y Prado; Las partes del todo San juan, de Manuel Saiz; y Hojas quemadas, de Manuel Lara.

En busca del tesoro escondido

No, no quiero café, tampoco vino;
solamente admito sobre la mesa
el croquis de un tesoro;
tráigame, aunque sea en fotos
la cordillera de Colangüil.

Aprontes del expedicionario de Basamento Cristalino (1989)

En la cordillera de Colangüil, estuvo buscando un tesoro, fue con dos amigos uno era el Coco Barragán, eran jóvenes y recorrieron en mulas el territorio serrano del departamento Iglesias.

La leyenda cuenta que en esos cerros, debajo de una piedra verde del tamaño de un hombre, había sido enterrado un tesoro de una cantidad importante de oro, conocido como El Tesoro de Osorio.

En el siglo XVIII, el caballero español Francisco de Paula Soria con la guía de un originario encontró una veta de oro puro que extrajo con los nativos del lugar. Soria debía regresar a Chuquisaca (actual Sucre en Bolivia) y al no poder llevar consigo el metal precioso decidió esconderlo en bolsas hechas con “cogotes” de guanaco y enterrar la totalidad en un lugar secreto.

Llegando a Chuquisaca, Soria enfermó gravemente, como caballero español y buen católico, antes de morir pidió hablar con un sacerdote, fue entonces que confesó a un jesuita donde dejó enterradas las grandes cantidades de oro puro. Así surgió la leyenda, que habla de posibles mapas del tesoro.

Durante un mes Leónidas con sus dos amigos buscaron el tesoro. Por supuesto: no lo encontraron.

Dicen que hay un tesoro, cerros de Colangüil,
y a ese fui con el Coco y Luisito a buscarlo
pero no dimos, no, por un poquito así,
por una gran nevada que salió a meterse
cuando teníamos en mano la punta del hilo.

Las labranzas de Osorio de Piedra Sensible (1984)

Leónidas y las brujas

Entre las andanzas de nuestro poeta por cordilleras, quebradas, laderas y despeñaderos; Leónidas “Chiquito” Escudero solía contar historias de apariciones, una de ellas terminó siendo un poema: La Salamanca.

En uno de los viajes a la Cordillera, el viento le voló el sombrero, nuestro poeta ya estaba casi calvo y el sol le quemó la piel de la cabeza (perdiendo todo el cabello por una queratosis solar). Entre los mareos de la insolación comenzó a escuchar primeros ruidos y luego música. Regresó para contarles a sus amigos lo sucedido, quienes no le creyeron pero lo acompañaron a buscar el lugar del origen de la música que escuchó nuestro poeta insolado. Había una cueva y en el interior encontraron una piedra central, como una especie de altar, donde estaba apoyado el cráneo descomunal de un carnero. Salieron rápido, casi huyendo luego de sentir escalofríos.

Leónidas contó los hechos luego al hombre que les alquilaba los burros, quien le confirmó que esa era la cueva de las brujas:

 […] Ya de vuelta en las casas de Angualasto le cuento
a un don Ramón el más conocedor de esos campos,
el caso de la música y la cueva. Y el hombre
con voz de secreto me asusta ¡ah! ¡ah!
esa es la salamanca del arroyo Las Puentes;
ustedes se han alojao enfente justo y suerte
han tenío que las brujas
no se los han llevao paa nunca 
ya ustedes aquí.

La salamanca de Senderear (2001)

Siempre Cuyo

Su gente querida lo llamaba primero “El Negro” y luego “Chiquito”.

Como ya se comentó, nació en San Juan, en la calle Santa Fe, entre Alem y Santiago del Estero. Cuando terminó el Bachillerato partió a Mendoza a estudiar agronomía. No llegó a completar el primer año, la causa: se aburría.

Recordaba su descubrimiento de los poetas españoles, como García Lorca, Machado, Alberti o Antonio Jiménez; cuando concurría a la biblioteca San Martín y buscaba y leía libros de poesía.

Luego fue celador en una escuela de Comercio nocturna, cerca del Casino, al cual solía frecuentar al terminar su jornada de trabajo.

[…] Constructores tozudos de castillos de naipes
al azar de su ansia, sin abrigo;
tropezar en la misma piedra a cada
paso en la inmensidad.

Sin embargo resumen lo más hondo del hombre:
Sobrepasar sus límites, pura búsqueda y nada.

El juego es hermoso, pero el camino es triste.

Cero de Los grandes jugadores (1987)

Después de 5 años en Mendoza regresó a San Juan donde el gran Terremoto de 1944 lo recibió. Luego se casó con su única esposa con quien tuvo a sus hijas.

con su hermana margarita

Al ser “descubierto” por el campo de la Literatura nacional, recibirá distintos premios. Por ejemplo el Diploma de Honor del Honorable Senado de la Nación. En 2006 la Universidad Nacional de San Juan le otorgó el título de Doctor Honoris Causa. Ganó el IV Premio Konex de las Letras en la categoría “Poesía”, este reconocimiento también se le otorgó a Jorge Luis Borges.

La polémica

En los últimos días del invierno de 2011 se entregó el Premio Nacional de Poesía. Chiquito Escudero recibe sólo una mención. Días después Ivonne Bordelois, desde las páginas del diario La Nación “patea el tablero” con una breve y contundente opinión. Quiero recordar que Ivonne es poeta, ensayista y se doctoró en lingüística en el MIT en 1974, teniendo a Noam Chomsky como director de su tesis.

“[…] Antes que de las personas, correspondería hablar aquí de los derechos de la poesía. Cuando decimos poesía hablamos de esa fuente que mana y corre aunque es de noche, y verdaderamente parece estar anocheciendo en el cielo estelar de la crítica literaria argentina. La historia no es nueva: recordemos el premio denegado a Borges y discernido a un oscuro escritor que ya nadie recuerda, pero que tenía la virtud de ser menos extranjerizante que el autor de «El jardín de los senderos que se bifurcan», allá por los años 40.

Paralelamente a la economía actual, nuestro país tiene un capital poético extraordinario, pero en algunos casos negado y en otros muy mal distribuido. Nadie recuerda ya a un poeta excepcional como Juan Rodolfo Wilcock; Manuel Castilla sería una eminencia poética en cualquier territorio literario menos descuidado y más atento y lúcido que el nuestro. El esnobismo, la imitación, las vanas banderas ideológicas o demagógicas, los padrinazgos o madrinazgos supuestamente conseguidos y encumbrantes, los contactos internacionales bien o mal logrados, las hábiles maniobras y acrobacias publicitarias han exaltado y laureado a evidentes mediocridades hoy rutilantes y mañana olvidables.

Nada de esto es nuevo, se me dirá, pero el tema es que la mala repartición del prestigio poético acerca y luego aleja definitivamente a un público que quisiera de buena fe entrar en el reino de la poesía y se ve expuesto sólo a lo retórico, lo fingidamente transgresor, lo trivial, lo desarticulado, lo insípido o lo exangüe.[…]

 Es un problema de voz, de impostación central: hay esos textos que se llaman poesía y pueden ser amables y correctos, con cierto oficio, sí, pero lo fundamental es que no nos ocurre nada leyéndolos. Y hay otros de los que emergemos necesariamente transformados, como este poema de Escudero, «Última apuesta»:

Apártense, déjenme pasar,
vengo de estar existiendo y ya lo sé
voy a las palideces. Merezco
descanso pero antes
quiero mirar atrás del horizonte
paa no verme siempre aquí como árbol seco
donde no hay más que hablar.

No atajen, no digan que hay medicina buena,
dejen que me siente en el umbral
a ver pasar la última gente. Los pájaros
están escondiendo la cabeza bajo el ala.

Manden alguien a comprar pan.
no digo de aquí sino de mañana
porque mi hambre última
es de lo que aún no he visto".

Última apuesta de Senderear (2001)

Lágrima errante

En este apartado solo compartiré uno de los poemas que más me gusta de Jorge Leónidas Escudero y es Lágrima errante del libro Cantos del acechante,  poemario que abre con un prólogo en el que el poeta nos advierte:

“[…] No tengo otro objetivo que expresar lo que realmente siento, el vínculo, la sensación de integración y decirlo en versos inesperados. Intento hacerme entender, por eso narro historias propias que son como las del vecino.

En cada poema pretendo mostrar un sentido único; pero buscarlo completo, lo terminado, la perfección, lo finito, me precipita en infinitas búsquedas.”

Lo que sigue es el poema del libro Cantos del acechante (1995)

Lágrima errante

Algo me cayó en el ojo, algo, un bicho
de oscuridad o simplemente
alguna lágrima de quién sabe quién.

Anduve la dolencia largas calles
tratando de aliviarme hasta que se me esfumó.
Quedé pensativo.

Es que hay mucho amor muerto, gente sufriente,
niños abandonados, tanto
hombre herido por sí mismo que, casualmente,
alguna de esas desgracias me cae en el ojo
y sin querer la lloro.

Chiquito, a los jóvenes
A los escritores que tienen ya sus años y trayectorias es común que los jóvenes intenten robarles algún consejo, y Leónidas no escapó de esta situación. Respondió con un poema a un novel y joven poeta. Pero en el poema Contestación no sólo hay una respuesta sino quizás esté demarcado el eje cardinal de la búsqueda de Escudero, como podrán leerlo: es el camino, no la meta; o bien la búsqueda siempre fracasada de atrapar la existencia con las palabras, porque están no alcanzan.

Aquí estoy contestando tu carta, muchacho,
donde me dices que lea tus poemas y opine.
Y sí, veo que andás buscando
ver si decís la palabra única, esa
que a veces te parece ´stá ahí nomás
y cuando vas a agarrarla se te ´scapa.

Leeré tus versos con fatiga
porque estoy en edá de descansar
y no voy a decirte mi parecer más
que sí joven, siga, siga
porque no quiero engañarte y vos creer
que mi experiencia vale.

Yo también busco la palabra única
y ando a los tropezones por agarrarla,
así que andamos en la misma búsqueda
y el que cree que sabe no sabe
más que saber va a a a a…
quién sabe dónde.

Contestación de Atisbos (2012)

La transmutación del oro

La editorial Mágicas Naranjas tiene la  Colección pequeños y grandes lectores de poesía, que son libros hermosamente ilustrados que fueron pensados para acercar la poesía  de grandes escritores a los más chicos, en el catálogo figuran Circe Maia, María Teresa Andruetto, Osvaldo Bossi, Irene Gruss, Diana Bellessi, entre otros y por supuesto Jorge Leónidas Escudero.

En 2016 la editorial Mágicas Naranjas, publicó La transmutación del Oro, de Jorge Leónidas Escudero con ilustraciones de Romina Pernigotte. Sí, el último libro fue para les chiques, es decir una fuerte apuesta al futuro, esto me recuerda aquellas palabras de Rimbaud: “El primer estudio del hombre que quiere ser poeta es el de su propio conocimiento de un modo total. Comienza por buscar su alma, la examina, la palpa, la comprende. Una vez que la conoce tiene que cultivarla: esto parece cosa sencilla… Pero es que se trata de hacer que su alma sea monstruosa… Digo que tiene que ser un vidente, que tiene que hacerse vidente.”

Y como vidente la poesía de Escudero está escrita para el futuro.

Jorge Leónidas Escudero murió el 10 de febrero de 2016.

Este hermoso libro editado Mágicas Naranjas para chiques de todas las edades, tiene un prólogo que escribió nuestro poeta antes de morir y donde no queda duda que logró conocer hasta los rincones más escondidos de su alma y pudo convertirse en vidente.

Sí, queridos amigos, sentado en la placita del barrio sentí la transmutación del oro.
Allí viví lo que dice el poema. Es el caso de un “poema vivido”.
De pronto, el pensamiento me llevó en su vuelo a la Cordillera de los Andes, cercana y motivo de mis andanzas en el cateo de minerales en la provincia de San Juan, donde vivo. Buscaba oro, pero en ese vuelo descubrí la respuesta emotiva al encontrarme con florcitas amarillas en vez de oro.
Bastó ese encuentro para sentirme ampliamente satisfecho y darme cuenta del verdadero hallazgo: Que en mí mismo estaba el oro.
Jorge Leónidas Escudero
San Juan, Argentina septiembre de 2015

Documental Oro nestas piedras:
https://www.youtube.com/watch?v=EZ5OMP474_Y


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