Poemas de Gabriela Clara Pignataro

Una vida peligrosa:
cada vez que abro los ojos
levanto una ciudad plateada delante
la faena del ruido
los aviones y las pestañas
volteadas al cielo sin inscripciones
el agua en la zona de tormentas
corroe lo que nos sostiene
querías una vida peligrosa
una, no esta o tal vez, lo sea
“Una vida peligrosa” dijiste
una y otra vez arrodillada
golpeando con la mano abierta
la estantería de cristal
que llevaba tu nombre,
así pelaste la superficie
hasta no reconocer las marcas
manejaste por la ruta hacia el
sembrado hasta tocar el maíz
con la piel más suave:
las mejillas enrojecidas
la aspereza dorada de la espiga
rojo así
querías el riesgo
lisura prefacio llanura precipio
tu sed
vas a amar un cuerpo imposible
todo cuerpo es imposible
amar al chico de ojo de piedra
con el pájaro de luz en su cara
odiar cada mañana que su cabeza esté
lejos de vos
porqué porqué porqué la mano abierta
una esponja rosada
vas a amar del hueco de su cuerpo
su voz
un eco al interior de la frente
mojada
repetir ese sonido y su olor
sin ver
el olfato y el oído tallan la señal
alerta
podrías haberte quedado en casa
podrías haber dejado el polvo en su lugar
dejaste que la imagen hablara por vos
sos un animal hambriento
los hombres del pasado disparan sin mirar
no hay tesoro nadie vuelve satisfecho
el alivio es de los que escapan,
una vida peligrosa
tal vez esta, tal vez así.

Un peñasco a punto de quebrarse.
Eso es lo que querías.
Cada vez que abro los ojos,
la pupila del corazón pregunta
¿Quién dirá aquí, estos ojos,
quién cantará en bienvenida
            las flores 
de nuestro porvenir?
En el agua destemplada 
        de la noche
solo círculos y círculos
        concéntricos
            espirales, 
nos arrasan
      hacia lo abisal.

Viento
          hojas suspendidas,
la frágil invención
de la mañana
un ala dorada clareando
la helada contextura
del temor 
                        viento,
se desarma 
el corral de la sombra
lo que era penumbra
es reflejo del vuelo 
del pájaro en lo alto
como una estrella
como una estrella
como una estrella
que late
incesante
en la pupila del corazón
de un perro
herido, sin daño
por el rayo.

¿Cómo se aviva 
el rosal
su rama dormida? 
Chocar las piedras,
ahuyentar la escarcha
cristal de la pesadilla,
                  ¿cómo?
podría sacar la foto
enhebrar el epígrafe:
rama de rosal en despedida
gotita
escarcha
flash

no alcanza

Voy a seguir punzando 
el diamante
en el sueño de una cueva antigua
hasta 
basta que la espina
se clave
en la pupila de mi corazón
que no tiembla,
como mi perro en la madrugada
cuando respira suave
sin sobresaltos.

¿Quién dirá aquí, estos ojos,
quién cantará en bienvenida
            las flores 
de nuestro porvenir?
          Ah! si pudiera acariciar 
el lomo de la esperanza
                ¿lo sabría?
Si pudiera bañarme
                  desnuda
en la madrugada del amor
               ¿lo sabría?
a tientas
ejercito en la ceguera del futuro,
en sombras
desenredo los hilos
bordo gardenias en un paño
sin orillas.

Aunque no lo pueda ver,
aquí
crecen los pétalos
del próximo verano,
como una caricia
un impulso 
eléctrico iluminando
la niebla.
En la faena del ruido
entorno la fragilidad de este
esqueleto hacia la tarea
despunto alguna práctica
como certificación de existencia
que sustente mi presunta eficacia
sobre el mundo,
el vacío no puede sellarse
pero eso lo sabrás después
no ahora,después
en mucho tiempo
cuando acomodes en una caja
pequeña y metálica,
los molares diminutos
como cuarzos pulidos
por el insomnio.
Volteadas al cielo sin inscripciones
piedras blancas
unas cerca de las otras,
en líneas que se doblan
reimaginan un cuerpo imposible
por montaje
piedras ásperas bañadas en óxido
en un campo sin estrellas
señan la orientación de las manos
para recibir el viento
piedras irregulares, toscas, partidas
protegen entre dientes al sueño
del terror nocturno
piedras de aristas suaves,cristales
simulados en el sol
atesoran el rayo que fulmina
la velocidad:
una piedra no es nada
una piedra la parte / por el todo
a la montaña
una piedra todavía sostiene una voluntad
inútil
liberada del dolor de la forma
una fuerza sin nombre
para decir lo que cae por la ladera
asustada de la espalda.
El agua en la zona de tormentas
refleja lo que nos aterra
el latido entrecortado
el deslumbre
de las palabras apretadas
en las manos, apenas un gesto
puede destruirlo todo,
trazar un corte perpendicular
a la sensatez:
las habitaciones doradas
por la costumbre
caen de tu hombro izquierdo
con voluntad inútil,
como un músculo que desentiende
la extensión de su fuerza.

Vos viste el rayo en el ojo
la luz bailando enloquecida
quedaste ciega
el disco volado de la boca
de tormentas
girando
girando
en la calle desierta
orbitando,
inundada de fé.
Corroe lo que nos sostiene
alejar la mano del pecho
retirar el alimento del animal
pequeño que habita en el corazón
secar su pastura
trae el desastre o el incendio
pero el animal sabe, huele
la chispa y se resguarda
en la cuenca del hombro,
otras veces el río no alcanza
a dar en el fondo de su sed
las precipitaciones desde tu mirada
son escasas: tenés que mirar lejos
para que crezca el caudal
llenar el paisaje de plantas carnosas
dejar una ofrenda viva que huela
a lluvia nueva en la tierra seca.
El animal insiste
mastica lento y guía la música
en tu boca se demora la palabra,
escuchás su huella pesada
cruzando las costillas
la fuerza sin nombre ilumina
los huesos reflejan su lomo
¿cómo pudiste olvidar
la lisura de su pelaje
acariciando lo cóncavo
en cada latido?
pelaste la superficie
de la casa
hasta quedar de frente a su
blancura
blanco todo blanco
pedías durante años
desplazarte por la tundra
con el sonido de tus
huesos y músculos látigo
de cortaderas contra el mar
única música rebotando en las
paredes del invierno
despeñadero blanco todo
se disuelve con
blanco
el cielo recortado contra el
verde el árbol se aquieta
en el tiempo que te
antecede y esta
fragilidad es solo una
espina afilada en el
agua que se
va.
hasta tocar el maíz
con la lengua del arco,
galopa campotraviesa:
ahí va
el caballo rojo de mi fé,
la crin hachada
por lo imposible
todo tuyo el paisaje
en la dentadura
ahí va,
contra toda tristeza
no deberías ir tan rápido
¡más rápido! todo se aleja
el pasto crece
los girasoles
tuercen su raíz
para verte llegar
ahí vas
caballo rojo
máquina de fé reluciente
en la lluvia
por la noche
en el rocío
nada te detiene
tan rápido, tan rápido
ahí vas
sos una figura
a contraluz
que ya no recuerda
este, su nombre.
con la piel más suave:
envuelvo este gesto de ala
de cisne en despedida
esta órbita de sol
a contraluz,este tacto
de fruta mordida,
un corte oblicuo a este
sentimiento podría ser
un eslabón perdido
de pequeña fiereza
sangre dulce en el labio
una palabra de perdón
o tu corazón latiendo
por la espalda
como el telón de la fiesta
del tiempo contra
el vidrio de la noche,
por la piel más suave
el corte a mi mansedumbre
abre un ojo al bosque
donde aún canta
un pájaro desde el futuro.
las mejillas enrojecidas
por destiempo o calma
por espejismo
por todos los artefactos
rotos en tu casa un acuerdo
engranajes que saltan uno
por uno y otro más
saltan como tus venas
cuando extraen de vos tu
roja fuga tu
cuerpo evita así lenta
pérdida de energía salta
se queman las lámparas
tus mejillas aguantan una
trinchera arrebatada
aguantan los capilares
sanguíneos aguantan
estás por decir
si hubiera visto antes
la sombra de tu ala
rayando la galería tu
perfume en Flores
tu codo en la ventanilla
en el tren de humo
pero no decís nada,
algo estalla
una nueva alergia, pensás,
un pequeño duelo:
estás de rodillas
en el templo del amor,
las flores
son centauros testigos,
es brutal la primavera.
la aspereza dorada de la espiga
es esta espada contra el
corazón, llevar esta fe
esta piedra entre los dientes,
con la tensión exacta
quedar unida a algo
mnos leve que la nada,
con la mordida justa
sin quebrar el óseo río,
que no haya costilla
al aire
no haya
empuñadura para el filo
de lo que digo
cuando no
bro la boca y riego
que el agua corra
el agua suba
y cubra la playa
donde alguna vez
dejé mis ofrendas
a la crecida
como pidiéndole:
que venga el desastre
o que no venga.

Gabriela Clara Pignataro (1985,barrio de Floresta, Buenos Aires) es escritora, fotógrafa, actriz, pedagoga y educadora social.

Publicó La última oleada se llevó todo menos esto (Editorial Subpoesía 2013), Eso que no se parte es una respuesta (Difusión A/terna 2014), Muta (Nulu Bonsai 2014), Floresta (LFS 2015), Esto pasa: Poesía en Buenos Aires. Antología (Llanto de Mudo 2015), Formas de lo invisible. El espectro como cuestión estético-política (Karmacorp Ediciones, 2017), Tundra (Añosluz Editora, 2018), Tranço cabelo cai um raio (Benfazeja Editorial 2018), Dos poemas (Ediciones Arroyo 2019),Tus profes te leen- Antología (2020), Puma (Editorial Promesa, 2022).

Estudia una Maestría en Políticas Públicas en Educación, trabaja como docente, educadora popular y asesora pedagógica. Da talleres de lectura y escritura  en «Bajo la Araucaria», espacio desde el cual con su compañera Clara Del Valle, llevan adelante una investigación sobre  el mapa federal de talleres de lectura y escritura, sus didácticas y pedagogías.


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Una idea sobre “Poemas de Gabriela Clara Pignataro”