Luis Franco y la construcción supersticiosa del género en La hembra humana

Luis Leopoldo Franco fue un destacado poeta campesino, ensayista e historiador. Nació el 14 de diciembre de 1898 en la provincia de Catamarca. Su cuna fue la localidad de Belén, lugar donde fue conocido como el hombre que jamás dormía. Tenía una suerte de obsesión por nutrirse en conocimientos y pasaba las noches en vela leyendo a grandes pensadores de la tradición clásica. Con una entrega indudable trabajaba la tierra, ejercía su oficio de agricultor. Esta hibridez en su función le permitió no solamente contemplarla, sino engendrar los versos más idílicos de su arte bucólica.

Su perfil contestatario y político lo convirtió en fiel amigo del partido de izquierda, siendo reconocido por expandir la producción historiográfica marxista, permitiendo construir la historia del partido de izquierda. En 1972 impulsó la fundación del Partido Socialista de los Trabajadores e insistió en que “La mayor urgencia política del momento es la formación de un partido con la consciencia y la combatividad revolucionaria (…) acá y en todas partes del mundo.” Cobijado por este pensamiento desde temprana edad, sostuvo intercambios epistolares con el político y revolucionario León Trotsky. Poco tiempo después del asesinato del pensador ruso, Franco publicó Oda a León Trotsky (1940).

Fue un intelectual de una sensibilidad admirable y abordó una pluralidad de temas, como el paisaje, la naturaleza, el trabajador, la mujer, el amor y el absurdo en el que vivimos ensimismados. Su casi desconocido legado por nosotros los catamarqueños (me atrevo a decir) contiene 52 libros publicados, donde se acentúan una veintena de exquisitas poesías. Entre sus obras más destacadas encontramos: “Pequeño diccionario de la desobediencia” (1956), “La hembra humana” (1962), “Prometeo ante la URSS” (1962), “El zorro y su vecindario” (1987). Dialogó con diversos autores sobresalientes como Leopoldo Lugones, Martinez Estrada, Milcíades Peña, y de igual manera con personalidades políticas, como José Carlos Mariátegui, Adolfo Gilly y Oliverio Justo. 

Fue un gran detractor del pensamiento religioso. La influencia de la iglesia, el conservadurismo político y social existente en la Catamarca de aquellos años (e incluso en la del presente) constituyeron las tres aristas que propiciaron que Franco sea un escritor oculto y que no gozara del reconocimiento de sus contemporáneos. Incluso, hoy por hoy no es tomado como un escritor sustancial de ser enseñado en las escuelas, y poco es abordado en la Alta Casa de estudios (universidad). 

La hembra humana es un ensayo mediante el cual el autor se adelanta décadas al abordaje de las problemáticas de género en la provincia. Fue publicada en el año 1962 por la editorial Futuro de la provincia de Buenos Aires. En aquel momento ocupaba el cargo de gobernador Juan Manuel Salas, representante de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), quien había apoyado la presidencia de Arturo Frondizi (1958-1962). Durante su gobernación se resolvió el conflicto en torno al yacimiento Farallón Negro (dpto. Belén de donde era oriundo Franco), entre las provincias de Tucumán y Catamarca, creándose los yacimientos mineros Aguas de Dionisio. Dentro del ensayo antes mencionado se despliegan múltiples vertientes temáticas: “lo femenino” como fenómeno cultural, “la pecadora”, la prostitución, el drama corporal de la mujer, la mujer casada, la mujer independiente, la madre, etc. Teniendo un abordaje multidisciplinario, desde la psicología, la antropología, la biología, la sexología y el materialismo histórico marxista. 

El pensamiento franquista se ve condensado en el capítulo XII, titulado “Sexo y Revolución”. Este inicia con un epígrafe para nada inocente:

Si no hubiera percibido que solo la revolución puede salvar la tierra de la contaminación del infierno

Lord Byron

Es a partir de él que hace un llamado a la revolución, el único medio para escapar de los estereotipos, las prácticas mancilladoras y las creencias culturales-religiosas instauradas en la tradición que perjudican principalmente a la mujer y que atentan contra sus derechos. Su escritura expone el desmantelamiento del discurso religioso en relación a la construcción social que existe sobre la imagen negativa de la mujer. Evidencia cómo las nociones de sexo, religión y superstición se encuentran fundidas en el inconsciente colectivo. Franco habla de la degradación de la hembra humana en relación con la hembra de cualquier otro animal, “convertida en herramienta sexual, y en incubadora de hijos, la hembra humana queda de suyo por debajo de la hembra de cualquier animal”. Considerada como menos apta para el nomadismo, para el combate, reducida a una mera tarea de procreación, convertida en bestia sexual y doméstica. Visión del mundo generada por el catolicismo. En el mismo capítulo nos encontramos con un párrafo ácido que pisa fuertemente la denuncia: 

“¡Decir que los sacerdotes, que viven o dicen vivir ausentes del sexo, han sido hasta hoy los consejeros y guías de la vida sexual del hombre y la mujer! (como si un profesor de natación enseñare su arte desde un púlpito). ¿Cómo podrán estos celestiales ignorantes ni sospechar siquiera algunos de los secretos revelados por el valor, la honradez y la fajina abismal de los investigadores modernos? Que el hombre –o la mujer– es potencialmente bisexual; que la naturaleza no es infalible y a veces engendra criaturas con el sexo cambiado; que aun el niño de andadores puede reaccionar ante una incitación erótica; que la castidad es tanto o más dañina que la lubricidad, pues el impulso sexual estancado, como el pantano, engendra fiebres malignas; que el sexo no es solo venero de salud, de alegría y procreación,  sino de las más elevadas creaciones del espíritu”.

(pág. 319)

Es nuestra moral sexual la que nos convierte en esclavos, siendo el sexo vedado y avergonzante. El tabú sexual convierte al hombre en su propio verdugo y esta es la razón de su transformación en animal nihilista y pesimista, sumiéndolo en una angustia existencial que alza el estandarte de la muerte, condenando el sexo, su fuente vital, al escarmiento. El sexo se troca en energía castrada y obscena. De este modo, Franco denuncia cómo la mujer es subyugada desde la gestación hasta la menopausia a una mera función social, mientras que el hombre atiende sus intereses individuales. 

En la extensión del capítulo, el escritor belicho remarca que uno de los apotegmas de la historia humana ha sido la abolición de la autonomía de la mujer. El matrimonio continuó siendo su único horizonte fisiológico y social, dentro del cual es vasalla del hombre, ya que soltera es receptora de las peores injurias sociales y degradada, inclusive, a la condición de parásito. Envuelta en maquiavélicas mentiras del culto religioso, continúa desprovista de una auténtica libertad de elección. Y es a través de la figura materna que se perpetúan las supersticiones mentales y morales que acarrea la religión:

“¿Por qué seguir tratando al niño como un deficiente o un insuficiente, como una criatura mutilada e inferior y no como una personalidad suficiente y autónoma? Fuera de nuestra sensatez e ilustración discutibles no le llevamos ventaja cierta. Espiritualmente es más espontáneo, curioso y sincero, es decir, está menos mutilado que nosotros. Y puede ser nuestro maestro en lo que más importa: la capacidad de gozar de la vida”.

(pág. 320)

Es innegable la construcción misógina del mundo que tuvieron las religiones históricamente. La mujer es vista como un rival temible al que hay que dejarle en claro cuáles son sus límites, y estos límites de los que hablamos son impuestos por hombres. Esto sólo ha significado el retroceso ignorante de las culturas del mundo. Las religiones de castidad son sinónimo de regresión y de las más grandes aberraciones. Desde estas simbologías somos educados implícita y explícitamente: 

“Vimos que el misoginismo de los Evangelios llega al límite extremo. Para que cristo no se contagie de la impureza sexual que implica todo alumbramiento, debió nacer de una virgen, bien que ella como hija de Eva no estuviera exenta del tachón originario. Por eso, dieciocho siglos después, la ciencia insondable de los jesuitas vino a remediar esa terrible errata de los Evangelios y estableció que la madre de María también había nacido previsoramente sin mancha. Eso significa la Inmaculada Concepción de María”.

(pág. 109)

La hembra humana deja en claro que es sustancial que la mujer debe tomar consciencia sobre su propio ser, sin dejar de lado el claro objetivo de visibilizar su papel dentro de la historia como el “otro”, que ha sido silenciado durante décadas; o como John Lennon dijo alguna vez “la mujer es el negro de la historia.” Por esto, en tanto y en cuanto los códigos morales y legales sean inspirados exclusivamente por hombres, sin que las mujeres tengan participación considerable en su construcción, seguiremos germinando familias patriarcales. 

Esta reseña no le hace justicia a lo expuesto por el autor, y que insisto no se van a arrepentir de conocer. Franco, en sus múltiples facetas, es un autor exquisito, un maestro literario, político y respetuoso de la tierra. Vivió en una sociedad sumamente conservadora y devota al cristianismo. Es sabido el retraso con que nuestro país asume los cambios sociales, y cuánto más tarda en legitimarlos. Sin embargo, este erudito catamarqueño se pronuncia sobre temas que aún hoy son motivo de constantes luchas. Su pensamiento sigue teniendo vigencia en los debates culturales contemporáneos sobre la tensión dialéctica latente en la construcción de la teoría de género. 

“El terror siempre es político… en un país que creó fantasmas como políticas de Estado.”

Mariana Enríquez

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