De Aquí no vive nadie
V ¿Habrá llorado un mediodía bebiéndose el camino o en cercanía de un perro abrazada a sí misma? ¿Habrá rezado en la noche entremezclada llena eres de gracia con los ojos cerrados bendita recordando la espesura entre todas las mujeres durante lo callado en casa ajena sobre un mundo pequeño el fruto de tu vientre a punto de caerse? ¿Habrá querido desentrañarse en todas las lenguas que antes la dijeron o habrá sido sola totalmente sola sin ser dicha?
XII Podría convocar tu nombre las palabras rumiadas en mi oído en mitad del amor cuando los ojos no ven y el cuerpo comienza a hundirse convocado por otras vidas por otras voces como líquenes / musgos crecidos en la sombra en la humedad y su enredo hacia otras raíces que hurgan la tierra y no piensan ni quieren saber qué está pasando. Podría recordar tus huesos que están llenos de ríos agua que no está nunca quieta que inunda lo que toca / amor viscoso no hay tantos días para repasar el dibujo de soles como el tuyo regando la boca sin palabras al fin / sin nada que decir ni el temblor de los labios
XXVIII Sobre un banquito lava la ropa la niña de huesos suspirados. Como grietas de aire bajo la lluvia suenan sus astillas de paloma. Lava la ropa en la estancia infinita bajo un sol agridulce. No canta flores en la orilla de una rama pero el amor sí qué dulce tropiezo.
De El coloquio de las plantas
Alfilerillo 2. El alfilerillo no es un veneno. Lo que envenena es el miedo. Lo que envenena es hacerte invisible y tener que cortarte el pelo o dejártelo largo para que te quieran. Lo que envenena es disecar lo vivo, volverlo clasificación, nomenclatura, trofeo. Estás dentro del cuenco de unas manos donde te beben y después te escupen. Sos el agua fría que lava el cabello de Dalila, y pregunta tres veces el secreto de la fuerza que la oprime. ¿Pusiste alfileres en el dobladillo de una tela? ¿Pusiste alfileres en las alas de una mariposa? ¿Inmovilizaste alguna forma de vida en el espacio de tu propia vida? El alfilerillo es una planta rastrera que tiene frutos que parecen alfileres. Con las manos que escribo hago ungüento para las heridas. Me repito: No bastará aunque la náusea sea costumbre. No alcanzará con hilvanar los ruedos que te desbordan los pasos. La cicuta es una estaca de luz en la caverna. Viene de afuera. Puede iluminarte pero no desmantela el engaño.
Melisa 1. El cansancio me golpea pero no caigo en el sueño por más que desvarío con los ojos hinchados de tanto golpe, recto, curvo, mixto que recibo. ¿Cómo se llamaba tu amiga? El puente de la Libertad conecta Buda y Pest. Cruza el Danubio entre una bruma terrible de tan bella. Voy a probar un té de melisa que me ayude a dormir. La Melisa tiene hojas ovadas y verdes como las vigas del puente de Budapest. Es una planta bastante común, pero en mi jardín no hay melisa y mi jardín es un lugar bastante común. ¿Las plantas tendrán insomnio? En el reverso de la lengua el dolor no es tuyo. ¿Quién confirma tu existencia? ¿Tu existencia menor, quién la confirma? Cada palabra tiene su humedad bajo lo dicho donde crecen juntas la belleza y la farsa. En un tranvía dos hombres hablan de una flor y yo pregunto por qué luz entra la herida.

Luciana Tani Mellado
Poeta. Docente e investigadora universitaria. Coordina talleres de poesía. Vive en Comodoro Rivadavia. Directora del grupo artístico Peces del desierto. Directora del Grupo de Investigación de Literaturas, Culturas, y Comunicación del Sur. Fue invitada a festivales y lecturas poéticas en numerosas ciudades del país y del extranjero. Recibió becas de creación e investigación en Argentina, España y Alemania. Publicó libros de crítica literaria y antologías nacionales e internacionales. Como poeta, publicó: El coloquio de las plantas (2021), Animales pequeños (2014); El agua que tiembla (2012); Aquí no vive nadie (2010); Crujir el habla (2008); y Las niñas del espejo (2006).