Nueve poemas de Luciana Ravazzani

Un poeta aventuró que se comienza por la madre
porque es lo primero que vemos por dentro.
Aprender a tantear el detrás o el antes de todas las cosas.
Una playa que nace nublada los domingos
y él que descubre su melancólica habilidad
para decir las palabras al revés.



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Dicen que era un ermitaño, 
lo imagino sentado sobre una piedra 
y detrás una casa con esposa abnegada. 
Más borrosamente veo algunos hijos. 
Nunca llueve pero está nublado. 
Sus zapatillas marrones sobre la piedra:
un buen lugar para tender la ropa. 
Dicen que era un ermitaño, 
pienso que a mí también me gustaría 
un lugar igual, ni siquiera pulido, 
desde ahí puedo pensar en un caballo, 
en fuego, agua y madera, 
en el trabajo silencioso de cientos de abejas.



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Fui como si no hubiera peligro alguno,
como si supiera vivir por otros medios.
Hubiera inventado la forma,
latidos irregulares y lágrimas secas.
Un cuerpo distinto para que no pudiera reconocer
los dolores que sentía mi cuerpo antes del miedo.
Algo falló en el proceso de quedar ciega de este mundo
y el tajo tuvo sangre del color de la sangre.

Cicatriza lento, como era de esperarse.



-
Para Ulises López Franco
A él le gusta el llamado buen tiempo 
porque aún no entiende 
qué buscar en la lluvia y cómo encontrarlo. 
Él sabe que la lluvia no es para él todavía 
y eso le provoca alivio y miedo. 
Me mira, me pregunta si a mí me gusta la lluvia, 
le respondo que sí, 
la lluvia, el agua de lluvia, lo que nos quiera traer la lluvia. 
Vuelve a mirarme 
y se hace sombra con una mano 
para mirar al sol.



-
No teníamos edad para saber 
que había cosas que no sabíamos, 
creíamos en lo que parecía estar autorizado, 
vos, en el embrujo milenario de China, 
yo, sin osadía, en algún Dios con certificado occidental. 
Ya casi no hablamos de esos tiempos. 
Hoy sabemos todo lo que no sabemos 
y, por ahora, nos basta.



-
Desganada de no volver a quererte nunca más 
intenté pensarte así 
a ver si el verso te rescataba,
pero la poesía no sabe ser sin ganas.



-
Él no quería pensar imposibles,
por eso me dio una bufanda
de lana de llamas del norte.
Recibí con cuidado
toda la intimidad puesta en juego
sabiendo que no iba a ser suave en la piel del cuello,
que no iba a poder apoyarle mi boca,
que no iba a regresar su trama
mareada y blanda en mi perfume.

Él tampoco.



-
Él advierte la manera de caminar de su abuelo, 
siempre un poco detrás, 
como si quisiera estar solo en compañía.  
Cuando el abuelo ya no esté, me pregunto si lo primero que va a recordarle 
es ese cansancio de medir hasta dónde acercarse. 
Cuando el abuelo ya no esté, me pregunto qué voy a recordar yo, 
que sostuvo sus formas siempre, a pesar de todo.



-
Era un campamento, era de noche, 
había aprendido a pelar papas de otra manera, 
a festejar el sabor aguado de un guiso de horas, 
la promesa de un juego después de la cena, 
la tolerancia en la mezcla de prendas y espacios. 
Pero descubrí a las luciérnagas, venían de lejos. 

Descubrí la tristeza. 

Cuando se es de lejos, se confunden a veces luciérnagas con linternas, 
con farolitos a la entrada de una carpa, 
con la red eléctrica de un club, 
con reemplazos imposibles.

Luciana Ravazzani nació en Buenos Aires el 31 de mayo de 1981. Es licenciada en Psicología. Publicó los libros de poemas El ombligo de las naranjas (Pánico el Pánico, 2011); Intenciones de hablarte (Pánico el Pánico, 2012); Desde las bisagras (Ediciones en Danza, 2015), La intemperie es un lugar seguro (Ediciones del Dock, 2019); Poemas sobre toro (El Vendedor de Tierra, 2019) y en narrativa, Recién despierta (Alción editora, 2017). Participó de la antología de relatos e imágenes 8cho&och8 (Arset ediciones, 2014); Antología Federal de Poesía –provincia de Buenos Aires-  (Consejo Federal de Inversiones –CFI-, 2017) y de Resistir, antología de poesía latinoamericana bilingüe español – francés (Centros PEN y Allpamanda ediciones, 2020).Con el colectivo literario “Las Claudias” publicó el ebook Pelos (Outsider, 2015) y Retrato de Claudia Bollini (Unrío ediciones, 2017).


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