El ruido que hacen los loros de Felipe Quiroga Fondo Editorial Aconquija
Unos loros que hacen un ruido ensordecedor, un chancho amenazante, una jauría desbocada, un funicular alto e inalcanzable, una pluma inhallable, una cacería y un dique ominoso generan una expectativa inusual. Esa espera se llena de tensión como la inquietud que se genera en el horizonte solo porque existe la niebla. Los cuentos de Felipe Quiroga proponen escenas hechas de expectativa y desasosiego. En todos los cuentos algo está por ocurrir y la clave está en la atmósfera que inaugura cada relato. El núcleo de El ruido que hacen los loros es la zozobra buscada y encontrada y tiene relación con lo monstruoso, entendido en sentido literal y simbólico. En algunos cuentos el monstruo (el animal) es una amenaza real y latente. En otros cuentos, lo otro es lo humano que revela un recoveco incontrolable, salvaje, un costado que se vuelve monstruoso.
Los textos trabajan con dos tramas: la que narra la historia evidente y la que, oculta, perfila una tragedia invisible pero que incide y define la historia. En estos cuentos de prosa seca y sencilla, los personajes están atravesados por miedos antiguos, esos que no se pueden evitar. Viven como si los dolores no existieran pero un punto nodal de la existencia dispara el eco de lo que quieren callar o guardar. No hay secreto que permanezca impune, parece decirnos el autor en estos relatos bien medidos y sopesados.
En “El dique” lo ominoso insiste en aparecer pero se oculta en el momento indicado para despertar el horror ancestral. “Alambrados” une la situación nimia de un trabajador con un accidente en el pasado que late más fuerte que el presente aparentemente intrascendente. En “Jauría” unos ancianos reciben con solidaridad a una chica que, sola, hace el duelo por una separación. Ni los ancianos ni ella pueden controlar el poder de unos perros insobornables. En el cuento que da título al libro los loros son el medio para desencadenar la tragedia: dos historias entrelazadas dan el toque propicio al tejido para que surja la sangre.
En su primer libro, Felipe Quiroga despunta su pericia y muestra que le interesa el pulso y la tensión del relato, que sopesa la temperatura y el tono de las tramas, y que puede dosificar el tiempo de las cosas para que los personajes y las situaciones se desplacen y generen atmósferas. Los personajes participan de un mundo que los excede y son testigos de un pasado pero también víctimas inesperadas.