El autor del artículo recopila poemas que confluyen en el tema de la casa y a partir de ello intenta esbozar una metaforización de identidad. Un recorrido breve y caprichoso en la obra de Lucia Carmona.
En estos días, de inicio de diciembre, retiré del correo el libro más reciente de Lucia Carmona, Reflejos, editado por la cordobesa Editorial del Callejón en septiembre de 2023. Llegué a mi casa y comencé la ceremonia de lectura, me encontré con un libro que tiene un ritmo que se parece a un río, algo de esas palabras fluyen como si danzaran en un rito donde uno siente que fue quien escribió esos poemas y a la vez no.
Los poemas aparecen casi como rezos, algunos temas que la poeta aborda en sus obras anteriores se hacen presentes en éste, su libro más reciente, y son el cuerpo, sus muertos, la luz, los pueblos, las piedras, el tiempo, la memoria, la casa. Esto me lleva a traer aquellas palabras de Octavio Paz en El Arco y la Lira:
[…] De ahí que la palabra poética sea personal e instantánea —cifra del instante de la creación— tanto como histórica. Por ser cifra instantánea y personal, todos los poemas dicen lo mismo. Revelan un acto que sin cesar se repite: el de la incesante destrucción y creación del hombre, su lenguaje y su mundo […]
El primer poema del libro Reflejos es el que sigue:
NOS ESPERAN Vamos a la casa de la madre la mesa está dispuesta dos platos, dos vasos de agua una flor desmembrada. Vamos, se abrirá la ventana para que vuele el pájaro. La casa está enclavada entre los ojos del cosmos. Vamos, nos esperan. Llueve sobre los ojos de la madre, después de tanto tiempo llueve. Cuando los abra lentamente la luz mayor nos cegará despacio.
Pienso en la casa vieja de Lucia Carmona, casa que conocí de adolescente cuando los sábados asistía al taller que dictaba la poeta (https://escuchara.com.ar/el-ganso-negro/escribir-poesia-desde-el-interior-del-interior-mamaquilla-una-experiencia-que-el-tiempo-no-opaco/ ), una casa que tenía al este la montaña tan cerca que desde el interior por las ventanas parecía casi posible acariciarlas, una casa de techos altos, adornada por rosas y malvones en los jardines, con una mesa larga en la sala donde había lugar para todos, una casa con una gran biblioteca que contenía joyas que todo poeta presumiría orgulloso. En la obra de Lucia esa casa está presente en muchos de sus libros como escenario donde se forja su identidad, como universo literario en sí, de hecho uno de sus poemarios de 2003 es Tiempos de la casa (Editorial Aries, Buenos Aires), uno de mis favoritos porque creo reconocer algunos elementos concretos que aparecen en las imágenes poéticas presentes en esa escritura. Por ejemplo imagino, o intento descifrar, detalles del poema que trascribo a continuación:
DE LOS CAMINOS DEL VIENTO Llegará tarde el viento a nuestra casa. Antes ha de besar una lámina de árboles un declive de aguas espantadas. Antes ha de besar los cuerpos de hombres y mujeres que se ofrezcan a sol.
La casa vieja tiene al frente, calle de por medio, al Club Atlético, que pronto será centenario y donde aprendí a nadar de niño en la colonia de vacaciones y de adolescente iba en los veranos con amigos a nadar, a reír, a tomar sol y muchas veces a ser protegido de él por hileras de altos álamos, entonces siento que mi cuerpo fue besado por el viento de aquellos años cuando Lucia escribió estos poemas.En Miserere (Ediciones La Docta, Córdoba, 1979) puede encontrarse un texto donde se hace presente el recuerdo del padre en la casa.
Señor amo esta casa oscura. Amo el olor a leños enredando a mi padre en la azul estadía de los troncos cimbreantes. Amo esta débil muerte trazando en las paredes la forma de la lluvia. Y esta animal ternura que me lleva a besarme las huellas de las manos.
Imagino también que son las ventanas de la casa vieja que la poeta abre en el poema que inicia el libro Flores sobre la herida (Palabrava, Santa Fe, 2016):
Pero son esas flores. Es el fin de agosto. Han girado los ejes de la tierra Para poder abrir las ventanas del sur…
De este mismo libro considero que no puede faltar la referencia del poema MEMORIA donde ella evoca a los suyos que ya no están:
MEMORIA Por senderos de piedra caminaban mis padres. Pedro y Simón plantaban claveles Carmen y Catalina lustraban alacenas y Elena descubría mis muñecos pendiendo de las horcas celestes con los que yo lanzaba mis columpios al tiempo. Ahora me doy cuenta casi todos han muerto… Y la casa fue el refugio donde nunca llegaron las sombras de la tierra. No sé si es que las cosas se nimbaban de luz tan sólo por estar bajo ese techo y los astros dejados por iguales mareas eran astros y eran también la herencia de antiguas mordeduras. Fueron cuatro paredes y la sangre simplemente fluyendo.
Veo un puente con un poema que se encuentra en Antología poética (Nexo Grupo Editor, La Rioja, 2014), LOS MUERTOS, transcribo dos fragmentos del mismo:
LOS MUERTOS (fragmentos) I Los muertos de mi casa se llevaron el mismo gesto de raíz tatuada. Antiguas fundaciones en la lluvia. Hondas cavilaciones entre el silencio y los augures cotidianos. […] Se instalan a la sombra de los fuegos y ven arder de frío las pasiones del néctar. Hemos quedado solos con la casa en la plena intemperie.
La casa de la infancia, en el poema MARIA, que es elegíaco y dedicado a su hermana también poeta, María Carmona Zamora, se encuentra en Lenguaje de la bruma (Falta Envido Ediciones, Tucumán, 2019) (https://escuchara.com.ar/el-ganso-negro/lucia-carmona-ese-poema-del-tiempo/ ), la poeta nos dice:
MARIA (fragmento) […] Tu pensamiento viene y va con la misma celeridad de una abeja libando, de un fantasma cruzando la pradera. Hay dos geranios en la vieja maceta, unos racimos de uva, un verano sin señas y te aguardan la tierra y sus hazañas y el viejo labrador y la madre dulcísima, te aguardan no sé en qué empecinado recodo del camino y tienes las mismas manos que ya no miras y la antigua sonrisa que se pierde. Solamente tus ojos Nos siguen desde un rincón del tiempo.
En Raíz de extraño árbol (Baldíos en la Lengua, Buenos Aires, 2018) hallamos en SALIDA, nuevamente, el objeto que aglutina este artículo.
SALIDA Ahora si salgo de mi casa encuentro sólo un campo de nostalgias. Los árboles son niebla vegetal y desde las cornisas cuelgan ángeles grises. Vuelvo y encuentro en los rincones mi rostro conocido y me resguardo como una bestia antigua más pequeña cada día, pero vuelvo a salir buscando el aire y el mundo ya no tiene voz.
Podría continuar, porque la obra de Lucia Carmona es basta, pero la intención es recuperar solo una pequeña muestra con ese hilo conductor que creí encontrar como tema o referencia.
Gastón Bachelar en su libro La Poética del Espacio, en el primer capítulo La casa, del sótano a la guardilla. El sentido de la choza, nos entrega algunas pistas para pensar este conjunto de poemas seleccionados.
La casa es nuestro rincón del mundo. Es —se ha dicho con frecuencia— nuestro primer universo. Es realmente un cosmos. Un cosmos en toda la acepción del término. […]
Abordando las imágenes de la casa con la preocupación de no quebrar la solidaridad de la memoria y de la imaginación, podemos esperar hacer sentir toda la elasticidad psicológica de una imagen que nos conmueve con una profundidad insospechada. En los poemas, tal vez más que en los recuerdos, llegamos al fondo poético del espacio de la casa.
[…] la casa es uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre. En esa integración, el principio unificador es el ensueño. El pasado, el presente y el porvenir dan a la casa dinamismos diferentes, dinamismos que interfieren con frecuencia, a veces oponiéndose, a veces excitándose mutuamente. La casa en la vida del hombre suplanta contingencias, multiplica sus consejos de continuidad. Sin ella el hombre sería un ser disperso. Lo sostiene a través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es cuerpo y alma.
[…] Entonces, los lugares donde se ha vivido el ensueño se restituyen por ellos mismos en un nuevo ensueño. Porque los recuerdos de las antiguas moradas se reviven como ensueños, las moradas del pasado son en nosotros imperecederas.
A partir de la lectura de este nuevo poemario, Reflejos, me doy cuenta que no es la casa vieja la que aparece, aquella casa de la madre, del padre, de la protección, donde hay un lugar seguro para salir y expandir las fronteras de ese mundo a descubrir. La casa vieja donde Lucia hace tiempo no vive y que ahora es Literatura, una casa construida de palabras que conforman las metáforas de la identidad. Ya no es la casa material sino de imágenes que narran vestigios de la historia de la poeta que subraya desde la memoria activa.
Las palabras son casi las mismas en los poemas, las palabras son los ladrillos del poema y con esos mismos ladrillos pueden construirse casas distintas, escuelas, hospitales, catedrales, ciudades, mundos.
La verdadera casa que Lucía Carmona habitó y continuará habitando es, sin lugar a dudas, la de la Poesía, que seguirá en pie para cuando los lectores que se acerquen a ella se conmuevan al ser impactados por las esquirlas de su potente voz.