Breve relato de una experiencia.
Esta historia en particular, que es de todos, tenía derecho a hacerla mía porque es así como la comparto con los otros, al escribirla. Marguerite Duras
El poeta riojano Héctor David Gatica, en el tomo IV de su trabajo de investigación Integración Cultural Riojana, documenta que la poeta Lucia Carmona, en 1976, iniciaría los primeros talleres literarios de los que se tiene noticias en la provincia de La Rioja en la escuela Filial N° 1 de la Dirección General de Cultura de la provincia, en Chilecito. Los primeros talleres en Argentina, según bibliografía, datan de 1971 y surgen como producto de la mixtura de tertulia local e influencias provenientes del extranjero, uno de ellos fue el dictado por el escritor y profesor Nicolás Bratosevich.
El escritor brasileño Oswald de Andrade, en su Manifiesto sobre la Antropofagia cultural de 1922 sostiene que nosotros, pueblos más jóvenes, debemos deglutir todo lo que nos sirva de las otras culturas y hacer nuestra propia digestión. Dicho esto de otra forma: sería construir nuestra identidad y nuestro propio modelo aprovechando lo que nos sirve y desechando lo que no.
Recordemos que las asimetrías del campo cultural y de los desarrollos regionales atraviesan la historia Argentina de los últimos dos siglos, por lo cual presentar un taller literario en la ciudad de Chilecito, segunda ciudad de importancia luego de la capital, a mediados de la década de los 70 podría definirse como una anomalía.
Lucia Carmona, con una amplia trayectoria literaria, continuará dictando talleres en diversos lugares, hasta que a principios de la década de los 90 funda el Taller MAMAQUILLA.
El mismo se desarrollaba los sábados por las tardes en su casa, de manera gratuita. En una amplia sala, se congregaba un grupo de adolescentes, pertenecientes en su mayoría al Centro Nacional Polivalente de Arte Roberto Trasobares en donde Lucia se desempeñaba como profesora de Biología, allí alrededor de veinte jóvenes cruzaban lecturas y escrituras coordinados por la poeta.
Entre 1991 y 1993 se publicaron ocho números de la revista cultural MAMAQUILLA, donde aparecieron principalmente poemas de los integrantes del taller, notas vinculadas al quehacer cultural de la provincia, artículos de arqueología e historia regional, entrevistas a personas de la cultura, selección de poemas de autores consagrados, como por ejemplo; María Adela Agudo, Antonio Machado, Walter Adet, Atahualpa Yupanqui, Miguel Hernández, Armando Tejada Gómez, Pablo Neruda, Cesare Pavese, etc. En definitiva la revista MAMAQUILLA se conforma por lo tanto en un artefacto de divulgación cultural con una tirada variable dependiendo del número, las revistas eran impresas por SURCOS EDITORA, en Villa Celina, Provincia de Buenos Aires.
El espacio también recibía visitas de escritores de otras provincias (por ejemplo A. Cristaldo de Chaco) y participaba activamente en diferentes presentaciones, no tan sólo escolares, con lecturas de las producciones propias.
En noviembre de 1993 se publicó la antología homónima del taller: MAMAQUILLA.

A fines de 1996 se cierra la primera etapa del taller y muchos de sus integrantes migran a otras provincias para continuar con estudios superiores. La mayoría de estos continuarán con actividades asociadas a las artes y publicarán, en este tiempo posterior, sus libros de poesía.
Casi tres décadas después, la pandemia catalizó que los participantes del taller volvieran a reunirse en 2021 de forma virtual, ya que muchos viven actualmente en diferentes provincias: Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero, Tucumán y por supuesto en La Rioja. El detonante del reencuentro fue el fallecimiento debido a Covid-19 de uno de sus integrantes, Nicolás “Yiye” Valerio. Desde entonces se conformaría una segunda etapa del taller, con encuentros virtuales periódicos, esto darán como fruto en 2022 la edición de una segunda antología, siendo esta presentada en varias oportunidades y diversos encuentros como ferias del Libro y festivales de Literatura. La segunda etapa de MAMAQUILLA está transcurriendo al día de hoy.
Aproximaciones en torno a la experiencia MAMAQUILLA.
Traer a la memoria esta experiencia permite reflexionar sobre la práctica educativa que dejó planteado este proyecto y pensar la relación de quien lo moderó y los jóvenes que transitaron su primera etapa, su relación con la literatura y el contexto en el que sucedió. En las últimas décadas del siglo XX, Francis Fukuyama planteaba “el fin de la Historia”, en un marco de fuertes transformaciones socio-culturales que abonarán el terreno para la emergencia de la posmodernidad, los horizontes emancipadores fueron desmoronándose ante el inminente triunfo del capitalismo con sus nuevos disfraces que recibirán la denominación de neoliberalismo. Esta es una forma particular del capitalismo globalizado en la cual los capitales se manifiestan como dominadores casi absolutos de la escena político-social, con su consiguiente influencia ideológico-cultural. La actual ideología dominante, se caracteriza en estar centrada en el individualismo, atravesado por una irrefrenable tendencia consumista, ostentación de la anti política, despreocupación por los asuntos sociales y una ética del triunfo personal. En definitiva, el neoliberalismo, más que un programa económico, tomando la idea de De Sousa Santos, es un proceso civilizador.
Bajo este marco el sentido de aislamiento, abandono y alienación, y el de haber quedado librado al devenir, son las múltiples máscaras del “sálvese quien pueda”, lema de uso de una sociedad donde la fragmentación está a la orden del día. El tejido social en Argentina, particularmente, comenzaba a deshilacharse a inicios de los 90 donde las características antes mencionadas se pondrán de manifiesto. Alain Touraine en ¿Podemos vivir juntos? resalta que una de las particularidades de la posmodernidad es la desocialización.
El Estado es así el gran ausente en su participación y promulgación de políticas culturales, en el fomento de la protección de la producción y en la promoción de la salud y de la educación.
Ante esto el taller de Lucia Carmona, cumplirá un rol que se desplaza de lo esperable en la cultura de provincias de esos años en la coyuntura antes citada, plantea una experiencia pedagógica a través de la literatura que va más allá de esta. Es una experiencia de educación no formal, siendo una propuesta que trasciende el modelo educativo tradicional y podríamos ubicarla, incluso, en la categoría de experimental. El aprendizaje se sustentaba en la vivencia y relación con el acto creativo poético, promovido desde la lectura social y la escritura, pero no aislado de valores colectivos como la solidaridad, el respeto por el otro, la integración, la cooperación, la libertad y el compromiso. Si bien el espacio donde se llevaba a cabo era la casa de Lucia Carmona, el tiempo de los encuentros podía variar en función de las actividades del día, una parte destinada a organizar y tratar los temas vinculados a la revista y una segunda parte donde se daba el acto creativo, en las dos etapas Lucia Carmona actuaba en un rol de acompañante, estimulando y orientando en los aprendizajes que se planteaban, potenciando las singularidades de cada participante a nivel creativo y personal, siempre intentando resaltar los aspectos positivos de cada uno y siempre con un tratamiento afectuoso.
El taller tenía su lógica particular que derivaba en mecanismos de producción, técnicas e ideas que se sostenían, luego, en la práctica. Por ejemplo el nombre del taller, de la revista y de los libros es MAMAQUILLA (Madre Luna en quechua), esto es entendible ya que los 80 -luego de la recuperación democrática-, y los 90 son años donde hay un fuerte replanteo vinculado a la identidad riojana impactada por las raíces de la cultura Diaguita Calchaquí, son tiempos (1992) donde la celebración de los 500 años del “descubrimiento de América” o de la llegada de la cultura europea con su conquista y colonización llevó, a lo largo del continente, a poner en valor y visibilizar las luchas, resistencias y la diversidad de las culturas originarias en tiempos del triunfo del discurso único.
MAMAQUILLA posibilitará asumir las voces propias orgullosas de la marca de procedencia, y esto exige en parte la ruptura o por lo menos el cuestionamiento de las convenciones hegemónicas (el centralismo porteño), recordemos que la experiencia se da en el interior del interior. Traigo a cita lo que sostenía Daniel Moyano sobre este tema enunciado de una bellísima forma:
“Las tonaditas, de un modo o de otro, pasan al lenguaje escrito. Son musicalizaciones que se sostienen por sus ritmos, por ciertas asociaciones, por una manera de encarar el lenguaje. Funcionan como las hierbas aromáticas en las comidas: un toque de sabor, un ingrediente que se gusta pero que no se puede precisar”
MAMAQUILLA fue y es un proyecto colectivo moderado (tomando la definición de este rol desde J. M. Privat) por Lucia Carmona; en una conversación ella respondió a la pregunta sobre qué fue lo que la llevó a impulsar este proyecto, decía:
Cuando curse la secundaria en la Escuela Normal, intenté mostrar mis primeros poemas a los profesores y me dieron la espalda. Cuando siendo profesora del Polivalente de Arte me dije que no pasaría lo mismo y empecé a buscar y buscar a los chicos que escribían y así los encontré a todos. Para evitar que les pasara lo que me había pasado a mí. Era para impedir que el poema escrito quedara en soledad, poder compartir la voz con otros a los que les gustara la poesía. Comencé a rastrearlos por cada curso y ahí estaban, esperándome y nos encontramos. Esas cosas pasan cuando tienen que pasar.
Algunas características novedosas de la experiencia MAMAQUILLA con su didáctica sociocultural, como propuesta de educación no formal, se anticiparán a caminos que luego serán recorridos por otros actores, en otros momentos (15 o 20 años después) y espacios lejanos de su contexto histórico, me estoy refiriendo por ejemplo a las experiencias socioeducativas conocidas como CAJ, siendo estas parte de la oferta educativa complementaria en escuelas secundarias.
Hay una cuenta pendiente con la experiencia MAMAQUILLA y es la de estudiarla detalladamente desde diversas disciplinas como la pedagogía, la sociología, la literatura, etc.
Una definición que resumiría o bien que se aproximaría, aunque no en la totalidad a esta experiencia, es el concepto de Comunidad de Aprendizaje, entendiendo esta como una comunidad humana y territorial que asume un proyecto educativo y cultural propio, enmarcado en y orientado al desarrollo local integral y el desarrollo humano, para educarse a sí misma, a sus niños, jóvenes y adultos, gracias a un esfuerzo endógeno, cooperativo y solidario, basado en un diagnóstico no sólo de sus carencias sino, sobre todo, de sus fortalezas para superar dichas carencias.
Lucia Carmona como moderadora de MAMAQUILLA permitió el acceso de oportunidades para que los participantes del taller puedan poner en palabras sus miedos, sus sueños, sus identidades y puedan nombrar sus realidades sociales y culturales, es decir puso de manifiesto que la Literatura puede ser una herramienta con una fuerte potencialidad para la inclusión.
Dicho lo anterior, no puedo dejar de pensar en las palabras que Marco Polo le responde al Gran Kan al final de Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino:
“El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.”
Reflexiones finales
Luego de transitar diversas experiencias colectivas en mi camino vinculado a la Literatura y tal vez habiéndolo reforzado también en la experiencia MAMAQUILLA, es que tengo la convicción del valor liberador de la palabra y de que cuando se lee y se escribe con otros, se torna completamente verdadero y necesario aquello que plantea Gianni Rodari en su Gramática de la Fantasía y lo siento mío:
“Todos los usos de las palabras para todos” me parece un buen lema, tiene un bello sonido democrático. No para que todos seamos artistas, sino para que ninguno sea esclavo.
La mayoría de los jóvenes que transitaron el taller MAMAQUILLA en los 90 continúan escribiendo poesía con distintos fines: para no ser presas de las tormentas algunos y otros buscando que sus escritos sean literatura. Pero en definitiva todos fueron atravesados por la palabra poética y la rescatan y los rescata, y quizás, en ese instante vuelven a ser los chicos del taller de la poeta Lucia Carmona.
Pretendí aquí contar la experiencia de MAMAQUILLA en un espacio limitado, seguro de que fue un intento fallido por narrar esos increíbles momentos de los que fui testigo y con la certeza de que fue un hito transcendente en la vida de quienes transitamos esa experiencia, apelo a un poema que escribí hace unos meses. A lo mejor sea más sencillo que intentar entender, sentir:
La casa de los sábados Vuela esta canción para ti J M Serrat Allí sucedía el alumbramiento de las alas por las viejas galerías entraba la luz al vientre de las palabras. En la larga mesa se compartía pan y poemas pan y poemas entibiados por los ropajes de la ternura. Timoteo se llamaba la calle Timoteo como el santo discípulo Timoteo la calle de los sábados el lugar de los comienzos el lugar de los regresos. Esa casa, aunque tengamos ahora la mirada neblinosa nos recibía con glicinas y jazmines al canto de la calandria. Esa casa de mesa larga techos altos de puertas y ventanas abiertas al sur siempre será nuestra Ítaca.

Una idea sobre “Escribir poesía desde el interior del interior. MAMAQUILLA: una experiencia que el tiempo no opacó”
Hermosa poeta, hermosa mujer Lucía. Un árbol. Gracias por contar esta historia.