10 poemas Cecilia Pontorno

De inventario del tiempo (Prueba de galera Editoras, 2022):

COMO UNA GRAN MÁQUINA

esa continuidad de la palabra detrás de la palabra.

La primera fue dolor
no me animé a escribirla.
La segunda fue distancia.

Quisiera tener el alma lentísima de quien espera.





INSTANTÁNEA


Me gusta el silencio de las frutas
una pausa
en lo inevitable de la noche.

El tiempo tiene el aroma de las palabras quietas.





CIRCULAR


Pienso
no en el tiempo de relojes
pienso en la fracción indivisible del tiempo.
La vida deposita un primer movimiento de nada.
Qué absurdo pretender que el tiempo pueda quedarse
en la hoja roída
la quietud involuntaria del péndulo
o en la negrura del primer higo
en el olor de la mancha
un resto que antes fue una parte más
en los libros unos sobre otros en orden de necesidad
decreciente
como una vela derretida y a su lado otra intacta
en las cascaritas secas de naranja para el mate
el charco de agua donde mi hijo es marinero
y la humana voz del viento detrás de la ventana.
Si quemáramos todos los relojes como un Fahrenheit
¿danzarías alrededor de las brasas
con el grito libre como un Cronos
primitivo?

Sobre la piedra del exilio
vuelve un sueño de agua
maravillosa metáfora del retorno.
Una fruta se pudre arroja su semilla
viéndose frutal
y luego
semilla y frutal y semilla.

Inéditos:

CEREZAS
 
¿Sobre qué duda
habrá nacido
lo que soy?
Algo había en ese nombre
un descuido
una forma rudimentaria del día
 
¿Qué es lo que aparece
luego
parido
desolado?
Un paisaje interior, una herida
un sabor extraño
 
¿óxido? ¿limón? ¿cerezas?
 
¿importan acaso el ir y venir de las moscas,
la noche, los misterios?
 
Sobre mi mano, cinco llaves
y una verdad tan clara
porque la voz y el silencio son igualmente hermosos.







18/
AL FINAL ESTÁ EL VERBO
 
Pronuncio mi nombre
el silencio deshace su memoria.
 
*
Como nunca
gritan
una mano con miedo
un plato vacío
una cárcel.
 
*
Me atropella la niebla.
 
*
Quisiera perder el rostro
saber de lo incierto.
 
*
No hay lugar para los otros.
Llegarán igual
amenazantes.
 
*
Algo de lo que roban
es mío.
Una certidumbre.
 
*
Veo un lugar después de otro.
Un hospicio de dudas.
Un circo.
El azul del ojo de los muertos.

*
Por fin nacerá mi verbo.







CIRUELAS EN LOS CARTELES 
 
 
Una fauna de abecedario jadea 
el silencio erótico
húmedo y declinante
del caracol en fuga
 
 
pequeñas  uvas rodando por la lengua
un durazno 
mordido con furia
abierto
como un oasis
 
 
y vos quieto
con los ojos fijos en la pared
como si no existiera más tragedia
que el perdón 
 
 
asomadas a un balcón infinito otras resuelven
con estética de oráculo
tus placeres
 
sin mover los labios 
cerebros 
y atmósferas delirantes
conforman la escena local
eminentemente detestable
 
 
 las ciruelas que comimos
ya no serán deliciosas
ni moradas
estarán pegadas a los carteles sobre el puente
que clavaste en mi espalda
cuando me fui de tu cabeza
si es que me fui
 
cómo saber tanto 
de un hombre con un reloj que funciona mal






METIMOS UN LAGARTO EN NUESTRA CAMA

Nombramos tantas cosas. La intimidad no tiene que ver
con estar solos 
y desnudos en la cama.
La mirada del deseo no se parece en nada
a la gracia de dios, simplemente 
porque está muerta.
Algunos hombres patinan sobre el cemento fresco. 
Nosotros metimos un lagarto en nuestra cama, 
cruzamos los dedos pero somos mancos, querido, y tenemos 
que trabajar 14 horas por día.

Las noticias de la tarde caen como una atmósfera marciana.
Una ginebra sostiene, sin embargo, los veinte minutos que tardo 
en decidir mi foto,
si la piedad del verdugo sobre la mesa o la soga al cuello.

Tenía mejores planes que este. 
Es terrible saber que la noche es un caballo ciego y desbocado 
en un pantano.
Con el grito hambriento y las piernas desnudas, los labios
abiertos como tulipanes rojos,
haciendo lo de siempre, planchando la mortaja de la desgracia
mientras otros una y mil veces dudan del amor, 
ese vestíbulo negro 
al que no le importa el viento o la muerte.

Una sábana cuelga del borde de la cama. Debajo 
pueden verse
los pies quietos, la rabia.

Algo escrito sobre el espejo empañado del baño.
Algo escrito que no exige tantos sacrificios.






ARS RETÓRICA

Una mujer
habla del miedo.
Para lograrlo atravesó
más de una vez
algún infierno
y una cuesta 
blanca
mirándola.

No hay mayor
coraje
en este mundo
que decir
aquí fallé,
aquí he dejado
tumbada
mi sombra
como un mirlo de incienso.






ESTA DISTANCIA 
de ajedrez
corta la palabra
 
es lluvia dormida cayendo del párpado mío

desalojándome
 
abrazo una voz
lejana como música de feria






MIGAS DE PAN SOBRE LA CAMA

Dijiste "la ciudad es una tumba"
y escuché la oración de los muertos.
"La ciudad me aleja de la gente", 
dijiste
y creí que escucharía el eco de tus pasos alejándose.
Esto no ocurrió. 
En su lugar
cayó copiosa la lluvia de verano
como algo o alguien queriendo 
tapar el silencio y las ausencias con silencio y más ausencias.
Las ciudades se parecen a tus ojos
o tus ojos, fijos como ciudades infinitas que saben hablarme de la fe.
Dijiste 
"llueve"
y nada pasó
excepto las dudas que dejaron las palabras
y las migas de pan sobre la cama.

Cecilia Pontorno (La Plata, Argentina, 1979). Poeta, maestra, profesora de Psicología. Coordina talleres de poesía y se desempeña como correctora académica y literaria. Participó en antologías nacionales e internacionales, colaboró en blogs, revistas digitales y segmentos radiales de difusión poética. Mención de honor en el Concurso Internacional Hespérides (Poesía) por “La mirada es un lugar” (2020). Publicó los poemarios La hora suspendida (Ediciones Hespérides, 2021) e Inventario del tiempo (Prueba de Galera Editoras, 2022). Algunos de sus poemas fueron traducidos al francés y la Universidad Nacional Autónoma de México publicó una selección de sus escritos en el Periódico de Poesía (México 2022). Actualmente se encuentra trabajando en su tercer poemario y en su primera nouvelle.


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