De inventario del tiempo (Prueba de galera Editoras, 2022):
COMO UNA GRAN MÁQUINA esa continuidad de la palabra detrás de la palabra. La primera fue dolor no me animé a escribirla. La segunda fue distancia. Quisiera tener el alma lentísima de quien espera. INSTANTÁNEA Me gusta el silencio de las frutas una pausa en lo inevitable de la noche. El tiempo tiene el aroma de las palabras quietas. CIRCULAR Pienso no en el tiempo de relojes pienso en la fracción indivisible del tiempo. La vida deposita un primer movimiento de nada. Qué absurdo pretender que el tiempo pueda quedarse en la hoja roída la quietud involuntaria del péndulo o en la negrura del primer higo en el olor de la mancha un resto que antes fue una parte más en los libros unos sobre otros en orden de necesidad decreciente como una vela derretida y a su lado otra intacta en las cascaritas secas de naranja para el mate el charco de agua donde mi hijo es marinero y la humana voz del viento detrás de la ventana. Si quemáramos todos los relojes como un Fahrenheit ¿danzarías alrededor de las brasas con el grito libre como un Cronos primitivo? Sobre la piedra del exilio vuelve un sueño de agua maravillosa metáfora del retorno. Una fruta se pudre arroja su semilla viéndose frutal y luego semilla y frutal y semilla.
Inéditos:
CEREZAS ¿Sobre qué duda habrá nacido lo que soy? Algo había en ese nombre un descuido una forma rudimentaria del día ¿Qué es lo que aparece luego parido desolado? Un paisaje interior, una herida un sabor extraño ¿óxido? ¿limón? ¿cerezas? ¿importan acaso el ir y venir de las moscas, la noche, los misterios? Sobre mi mano, cinco llaves y una verdad tan clara porque la voz y el silencio son igualmente hermosos. 18/ AL FINAL ESTÁ EL VERBO Pronuncio mi nombre el silencio deshace su memoria. * Como nunca gritan una mano con miedo un plato vacío una cárcel. * Me atropella la niebla. * Quisiera perder el rostro saber de lo incierto. * No hay lugar para los otros. Llegarán igual amenazantes. * Algo de lo que roban es mío. Una certidumbre. * Veo un lugar después de otro. Un hospicio de dudas. Un circo. El azul del ojo de los muertos. * Por fin nacerá mi verbo. CIRUELAS EN LOS CARTELES Una fauna de abecedario jadea el silencio erótico húmedo y declinante del caracol en fuga pequeñas uvas rodando por la lengua un durazno mordido con furia abierto como un oasis y vos quieto con los ojos fijos en la pared como si no existiera más tragedia que el perdón asomadas a un balcón infinito otras resuelven con estética de oráculo tus placeres sin mover los labios cerebros y atmósferas delirantes conforman la escena local eminentemente detestable las ciruelas que comimos ya no serán deliciosas ni moradas estarán pegadas a los carteles sobre el puente que clavaste en mi espalda cuando me fui de tu cabeza si es que me fui cómo saber tanto de un hombre con un reloj que funciona mal METIMOS UN LAGARTO EN NUESTRA CAMA Nombramos tantas cosas. La intimidad no tiene que ver con estar solos y desnudos en la cama. La mirada del deseo no se parece en nada a la gracia de dios, simplemente porque está muerta. Algunos hombres patinan sobre el cemento fresco. Nosotros metimos un lagarto en nuestra cama, cruzamos los dedos pero somos mancos, querido, y tenemos que trabajar 14 horas por día. Las noticias de la tarde caen como una atmósfera marciana. Una ginebra sostiene, sin embargo, los veinte minutos que tardo en decidir mi foto, si la piedad del verdugo sobre la mesa o la soga al cuello. Tenía mejores planes que este. Es terrible saber que la noche es un caballo ciego y desbocado en un pantano. Con el grito hambriento y las piernas desnudas, los labios abiertos como tulipanes rojos, haciendo lo de siempre, planchando la mortaja de la desgracia mientras otros una y mil veces dudan del amor, ese vestíbulo negro al que no le importa el viento o la muerte. Una sábana cuelga del borde de la cama. Debajo pueden verse los pies quietos, la rabia. Algo escrito sobre el espejo empañado del baño. Algo escrito que no exige tantos sacrificios. ARS RETÓRICA Una mujer habla del miedo. Para lograrlo atravesó más de una vez algún infierno y una cuesta blanca mirándola. No hay mayor coraje en este mundo que decir aquí fallé, aquí he dejado tumbada mi sombra como un mirlo de incienso. ESTA DISTANCIA de ajedrez corta la palabra es lluvia dormida cayendo del párpado mío desalojándome abrazo una voz lejana como música de feria MIGAS DE PAN SOBRE LA CAMA Dijiste "la ciudad es una tumba" y escuché la oración de los muertos. "La ciudad me aleja de la gente", dijiste y creí que escucharía el eco de tus pasos alejándose. Esto no ocurrió. En su lugar cayó copiosa la lluvia de verano como algo o alguien queriendo tapar el silencio y las ausencias con silencio y más ausencias. Las ciudades se parecen a tus ojos o tus ojos, fijos como ciudades infinitas que saben hablarme de la fe. Dijiste "llueve" y nada pasó excepto las dudas que dejaron las palabras y las migas de pan sobre la cama.
Cecilia Pontorno (La Plata, Argentina, 1979). Poeta, maestra, profesora de Psicología. Coordina talleres de poesía y se desempeña como correctora académica y literaria. Participó en antologías nacionales e internacionales, colaboró en blogs, revistas digitales y segmentos radiales de difusión poética. Mención de honor en el Concurso Internacional Hespérides (Poesía) por “La mirada es un lugar” (2020). Publicó los poemarios La hora suspendida (Ediciones Hespérides, 2021) e Inventario del tiempo (Prueba de Galera Editoras, 2022). Algunos de sus poemas fueron traducidos al francés y la Universidad Nacional Autónoma de México publicó una selección de sus escritos en el Periódico de Poesía (México 2022). Actualmente se encuentra trabajando en su tercer poemario y en su primera nouvelle.