Mariposa doble que gira sin cesar es el último poemario de Victor Aybar publicado por El Guadal Editora el año pasado. Pero, además, este libro obtuvo el 3er. Premio en el Concurso de Letras 2023 del FNA. Esto implica que la producción poética de Catamarca, actualmente, es reconocida y premiada a nivel nacional y federal gracias a “este niño mariposa doble” que nos recuerda que la resistencia se forja danzando a través de las palabras.

“Tengo poco cuerpo para tanta vida”, se lee en este libro. Y esto es así porque en estas páginas, el cuerpo se vuelve archivo, mapa, danza, herida y ternura. Dividido en tres movimientos: las alturas, la casa y el vértigo del giro, este poemario es un canto a los cuerpos que no caben, a aquellos de los de los márgenes, a esas memorias que laten más allá de lo heteronormativo y canónico.
Desde la primera parte, Mariposa en las alturas, la voz lírica encarna una identificación corpo-poética con el territorio catamarqueño. Seis son los poemas que la conforman y son los únicos que tienen títulos: Catamarca, El Manchao, Mutquín, El río del milagro, Arribeños y Arribeñas. Como el kuntur, —ave sagrada en la cosmopraxis andina—, esta mariposa inicia su vuelo en lo más integral: Catamarca, que es esa “tierra-todo” para luego descender al cerro, después al pueblo y al río del pueblo para finalmente llegar a los pobladores. En el poema “Catamarca”, la tierra no es sólo paisaje sino cuerpo ancestral y colectivo y, sobre todo, cuerpo herido. La imagen de la tierra como una mujer violada y explotada es una constante en el poema; así, estos versos se convierten en una denuncia al ataque y abuso de este sistema patriarcal, colonizador y extractivista.
En la segunda parte, Mariposa en la casa, la memoria íntima penetra con una ternura devastadora. Aquí los poemas no tienen título ni números; pueden leerse de manera individual o, lo que resulta más interesante, como un gran y extenso poema. Esto condice con el epígrafe elegido para esta sección: “en esta novelita personal/ de sólo palabras…” (Leonardo Martínez). En esta parte del poemario, la mariposa revolotea y vuelve la mirada hacia la casa y hacia la infancia. Madre, abuela, padre y hermanos son la arquitectura misma de una casa que es memoria de un niño-poeta al que no dejan crecer. La casa se presenta torcida, “todo está torcido en esta casa”, al igual que el cuerpo disidente que no encaja, pero que, aun así, se impone: “un Partenón es esta casa/ piedra a piedra a pie del cerro/ oblicua a la mirada de dioses solitarios/ es templo y espejo de este cuerpo augusto”.
En la tercera parte, Que gira sin cesar, la mariposa ahora baila. La memoria es invocada para politizar el cuerpo. La memoria, como dice Derrida, no es un archivo muerto y en este poemario la memoria es performativa, es cuerpo que rememora bailando. Aquí, además, la lengua —aunque amorfa y monstruosa—, se vuelve refugio: “gracias lengua amorfa y monstruosa / gracias bocas que nos vieron […] y no nos enviaron mudos y bífidos / a esa gran cueva gongorina imponiéndonos la O”. Aquí, lo político y lo íntimo confluyen; el cuerpo es voz y lengua que desborda el binarismo, los géneros gramaticales y los roles sociales, desplegando una poética contrahegemónica.
Todos los libros y poemas de Victor implican movimiento. Hace tiempo, para la contratapa de su poemario Dos variaciones para solo final, escribí que el poeta en esas páginas nos impulsa a los lectores a danzar en el vaivén de una lírica que expresa lo más consustancial del ser humano: el amor, el miedo, la pena, la muerte y la vida. En este nuevo libro, la voz lírica dirá: “el corazón tiene ese doble latido/ abrir y cerrar recordar y olvidar”, aquí hay amor, vida y memoria; tres componentes que ayudan a sopesar y transformar el miedo, la pena y la muerte que aparecían en aquellos primeros poemarios
A lo largo de la producción poética de Victor encontramos movimientos marcados por la danza y el canto. Pero, aún más, hay un movimiento interno que se experimenta. Las pulsiones que antes estaban veladas, que resultaban quizás herméticas u oscuras, han ido revelándose y también rebelándose para fluir en ese cauce de erotismo y homoerotismo, para ser como esos ríos que aparecen en el poemario: “doble ríos erectos/ de agua de aire de origen de piedra”.
A partir de Cabriolas en el aire y de El Gran baile de la reyna, hay poemas intensos, sensualmente verdes, pero no ya ocultos sino marcados por una exquisita “putez”. En Mariposa doble que gira sin cesar, no es el poeta migrante que debe dejar esta tierra para poder ser quien desea ser, para escribir y denunciar desde lejos las desigualdades o hipocresías de esta sociedad. Es una voz lírica firme que intenta hacernos ver que hay cosas, contingencias, situaciones que no se eligen, que “se es o no se es”, que construye una frontera con “su cuerpo lleno de vida”, a pesar de lo difícil que es ser “pobre, puto y provinciano”.
Sin embargo, hay algo que este yo poético sí elige, quizás ayudado por esa “lengua amorfa”, por esos primeros versos velados que ahora, como la mariposa, se metamorfosean en claros, directos, contundentes y denunciantes que sí eligen disrumpir “sin cesar” en el sistema literario catamarqueño, implicando así nuevas formas y caminos de leer nuestra literatura porque hay un claro posicionamiento y proyecto poético, estético y político. La voz poética elige construirse con palabras y desde esas palabras alzar vuelo para dejar de estar en las sombras o, como exquisitamente cierra el poema “El Manchao”:
soy ese niño de mirar nuevo
los colores del deseo
sin miedo al miedo
sin vergüenza a la vergüenza
lleno de duendes los labios
y de siestas en las ingles
