El 2021 nos dejaba un Anuario Fotográfico más en ese diciembre agitado. Evi Tartari, artista visual y fotógrafa, nos escribe al respecto.

Puede que uno de los desafíos más complejos de este tiempo sea manifestar el pensamiento.
Cuando recibí la invitación para escribir este texto, pensé en las posibilidades de conectar el mundo de la palabra con el de la imagen, o tal vez el campo del periodismo con el de las expresiones populares, pero son diversos los pares de opuestos que podría citar, pues no solo hemos cambiado los modos de decir a través del tiempo, sino que además hemos inventado medios y reinventado formas, soportes y hasta hemos modificado nuestro lenguaje.
El camino de la construcción se relaciona evidentemente con el de la deconstrucción, para desarticular lógicas es necesario conocerlas y por último, para llevar adelante la comunicación de un discurso, es necesario conocer los lenguajes que se conjugan pero también el contexto y medio por el cual se hace efectiva la comunicación.

El anuario fotográfico articula voces, rodea las estructuras de lo que conocemos como poder, es vehículo de circulación y soporte de materialización de una producción asimétrica. Una suerte de ronda en la que la palabra es cedida constantemente. Mientras aparece la paradoja de lo amorfo que toma forma al existir, se hacen visibles realidades olvidadas, derechos vulnerados, historias silenciadas.
El anuario fotográfico es lo más cercano a la idea de justicia histórica que se me ocurre, una historia desde las masas, sobre las calles y con las banderas flameando.
La política colectiva que toma la forma que necesita, que se materializa en el tiempo que tiene a su alcance, y que visibiliza la realidad ocultada por las hegemonías. Una fuerza que tracciona a la única salida que hemos aprendido a valorar, la colectiva.