Run Run se fue pa’l Louvre

Violeta Parra


-Violeta, ¿te gusta dibujar, pintar o cantar?
-Me quedo con la gente.
-¿Con la gente?
-Sí, es ella la que me inspira.

Violeta borda, hunde las manos en la arcilla, toma los pinceles, pulsa las cuerdas de la guitarra, escribe, observa, escucha, recorre los pueblos, cruza mares…es una exploradora de territorios nuevos, la cartografía artística de Violeta es extensa, fascinante. Sus canciones rodaron en las bocas hambrientas del mundo, parte de su poesía alimentó todo un movimiento socio-cultural que buscaba exponer las injusticias y las delicadezas del paisaje chileno y latinoamericano. Pero el  Runrún de su arte no se detiene ahí, Violeta no es solo música, esas notas no solo bordan melodías que resuenan en las radios, en un disco, también, es una gran artista plástica, la primera latinoamericana en exponer en el Museo de Louvre en 1964.

“Contra la guerra”, arpillera de 1962. A la izquierda, una figura de color violeta, probablemente ella misma, con una humilde cruz; luego una figura coronada por una menor, el candelabro hebreo, que se atribuye a un amigo suyo, argentino y judío, de rojo; una tercera figura, que Ángel Parra señala es la escultora Teresa Vicuña, amiga de su madre, de «verde esperanza», con un lirio, y finalmente un personaje de color azul, con un canelo, ambos símbolos identitarios de la cultura mapuche. Las flores que surgen desde la coronilla, representan el alma. El fusil apunta a la paloma, símbolo de la paz por excelencia, y que cada figura abraza. Al lado izquierdo y derecho además están sendas de guitarras, símbolos de canto, mientras en la parte superior se adivina un globo terráqueo, específicamente Sudamérica, muy dividida y con las banderas de los países que se extienden a uno y otro lado. Análisis de Jorge Montealegre Iturra —periodista, escritor, investigador y docente de la Universidad de Santiago (USACH)

El arribo de la artista a París comienza a tejerse en 1961, cuando  emprende un viaje con sus hijos a la Argentina y luego se encamina a Europa, donde participa del “Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes”, en Finlandia, que se realizó bajo el lema «Por la paz y la amistad». Luego, en 1962 se lleva a cabo la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarme, en Ginebra, ciudad donde Parra instaló su casa-taller. Son años tumultuosos: Guerra Fría, Revolución Sexual, construcción del muro de Berlín, Crisis de los Misiles en Cuba, etc.,  y el peligro de un próximo conflicto bélico. El mundo era una caldera de violencia y cambios constantes; alejada de su tierra, Violeta crea la obra “Contra la guerra”. La artista sentía un anhelo arrojado por exponer en el Louvre, ese ímpetu por mostrar sus creaciones ante  los ojos del mundo que estaba convulsionado por las nuevas vanguardias artísticas,  la llevó al mismísimo director del museo: “Éste quedó encantado, y defendió la causa ante la comisión que, tras haber aprobado en primera instancia realizar la muestra, la anuló. Pero Violeta no se quedó tranquila, e insistió hasta que cambiaron de opinión”. Ivonne Brunhammer, curadora de la exposición de Violeta en el Louvre.

El 7 de abril de 1964 se inauguró en el Pabellón Marsan del Museo de Artes Decorativas del Louvre la muestra individual de Violeta Parra, compuesta por 23 tapices, 20 cuadros, 15 esculturas en alambre y máscaras de mosaicos hechos con porotos y arroz. Dicha exposición llamó la atención no solo a los espectadores, intelectuales, y aficionados del arte latinoamericano, sino también, fue alabada por los diarios franceses. La mayoría de las arpilleras están hoy en el Museo Violeta Parra de Santiago (Chile). La exposición duró un mes y medio, Violeta se sentaba en el suelo de la sala, bordaba y cantaba, mientras los visitantes recorrían la muestra, a veces conversaba con los espectadores que se acercaban para preguntarle sobre alguna de sus obras.

“El Circo”, 1961.

“Para mí, la pintura es el punto triste y oscuro de la vida. En ella trato de expresar lo más profundo del ser humano. Mientras que la arpillera es la parte alegre de la vida”.

Violeta Parra

La arpillera está basada en el bordado  sobre cortes de telas de sacos de papa o harina, de ahí el origen de su nombre y tiene larga tradición en América Latina. Para conseguir el efecto tridimensional de estos bordados, a algunas mujeres se les ocurrió sobreponer y coser pequeñas muñecas, objetos y piedras. Durante la dictadura militar en Chile fue una herramienta pensada como un medio de comunicación y denuncia pública de la violación de derechos humanos. Las mujeres arpilleristas retrataban a través del hilo y la tela escenas de crímenes, personas desaparecidas o casas sin padres ni hijos. Esta expresión se convirtió en un soporte para narrar vivencias con valor cultural, identitario y político, para unir la transmisión del oficio del artesano con una mirada testimonial, aliada a la memoria colectiva.

Orilla con mar azul

Los relatos de Violeta comprenden diversas temáticas, a través de colores fuertes (primarios y
secundarios) cuyas figuras marcadas están acompañadas de una profunda simbología por medio de los hilos. Sus creaciones textiles tienen un patrón común con las otras expresiones de la artista, plasman una misma intensidad, una misma pregunta, un mismo anhelo y la fuerte necesidad de hablar con el pueblo y para el pueblo. Isabel Parra, nos acerca las significancias explícitas de las obras de su madre “Reflejan escenas de la vida cotidiana, quehaceres y oficios diversos, historias, leyendas, mitos, cuentos, personajes de la cultura«.

“Cristo en bikini”, 1964.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *