Anuario deriva del latín y es fruto de la suma de dos componentes diferenciados:
-El sustantivo “annus”, que puede traducirse como “año”.
-El sufijo “-arium”, que se emplea para indicar “pertenencia”.
Este anuario es vehículo, canal, camino.
Espacio, lugar, territorio.
Pulsión.
Eros.
Tensión.
El Anuario Fotográfico (así, con mayúsculas) ha dejado de ser una ilusión, una esperanza, un proyecto. Hoy es una saludable necesidad. De quienes lo pensaron, de quienes lo hicieron, de quienes lo disfrutamos.
¿Dónde reside ese disfrute? Tal vez la respuesta esté en estas palabras desgranadas al inicio, en un intento de explicar sentires y saberes inaprensibles. El Anuario es un lugar de encuentro, es la pasión indetenible, un camino iniciado hace poco y sin final a la vista. El Anuario es ruptura, dientes apretados, placer, dolor. Es el espacio que cobija a estos sentires tan diversos. Y a ellas y ellos, que ponen el pellejo y las tripas y sus fotos y sus cuerpos y más fotos.
El Anuario es nuestro. Las imágenes que lo constituyen son nuestras. Esta batalla contra la hegemonía mediática la hemos ganado, mal que les pese. Nunca jamás podrán vencernos.
Pues ya hemos visto. Ergo, ya sabemos. Aunque traten de poner velo tras velo tras velo para distraernos, para ignorarnos -o peor, para sumirnos en la ignorancia-, ya sabemos. Nadie nos puede quitar lo que hemos visto, esas poderosas fotografías hechas por poderosas personas.
Anuario se dice también Gastón, Leandro; y hubo otros nombres, y los habrá. ¿Importan los nombres? SÍ. Importan.
Así es que hoy, enfermos y aislados, solos y alienados… respiramos. Nos internamos en el vasto bosque profundo verde gigante de la fotografía… y respiramos. Esperando al próximo Anuario, con una taza de café y los ojos curiosos de siempre.
