Un cuento. Una Sonata. Una foto. El arte de narrar, de ejecutar música, de escuchar y de mirar, atravesados por los sentidos sensibles de un hombre que padeció el destierro y aun así pudo encontrar y crear belleza de lo yermo. El nombre del desterrado es Daniel Moyano.
“Y estaba también ese perro de Vinchina, un pueblo justo al lado de la cordillera, que sorprendió al maestro Fauré entrando tan campante cuando el concierto ya había comenzado y se sentó entre la tarima donde tocábamos y la primera fila de sillas, en ese espacio neutro que no es ni del público ni de los músicos sino del sonido, allí fue a posarse el señor tan seguro y orondo, sentado sobre las patas traseras y manteniendo estiradas las de adelante, cruzadas con puntillosa educación у las orejas como campanas atentísimas con sus pelos internos orientando se hacia violas y violines, pelos por cuyas puntas casi microscópicas entraban las corcheas o las fusas al interior de su cuerpo, que se henchía.”
Así comienza el cuento Arpeggione, que Daniel Moyano escribió el 17 de octubre de 1989, en tierras españolas, donde vivirá, luego de ser detenido por la dictadura genocida Argentina y partir al exilio en 1976, hasta sus últimos días en 1992.
Primer Movimiento: Daniel
Daniel Moyano nació en Buenos Aires en 1930, pasó parte de su infancia y juventud en Córdoba y luego, a fines de los 50, se radica en la Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja, ciudad a la que los poetas aún llaman la ciudad de los azahares o la ciudad de los naranjos, en ella desarrolló parte fundamental de su obra literaria.
En La Rioja pudo desplegar su prosa periodística en paralelo a su escritura literaria. “El trabajo más hermoso”, así consideraba a sus funciones como corresponsal del diario Clarín (entre 1961 y 1976), antes había formado parte de la redacción del diario riojano El Independiente, junto a Mario Paoletti. Desarrolló y profesionalizó, también, su condición de músico al convertirse en profesor de violín del Conservatorio de Música provincial e intérprete de viola en el Cuarteto estable de la provincia de La Rioja. Estos dos trabajos, el de periodista y el de músico, le permitieron recorrer la provincia hasta los lugares más recónditos, donde late América en estado de pureza y hermana las lejanías riojanas con los paisajes Rulfonianos del norte de Jalisco donde prevalece el viento, el desierto y la soledad. Juan Preciado podría haber vagado buscando sus orígenes en el oeste riojano, en los Llanos o en los valles sin ninguna duda, porque esa tierra es una tierra de levantamientos, desesperanzas, revoluciones, esperas, pobreza y fantasmas.
La Rioja para Moyano será “su lugar en el mundo”, allí eligió formar su familia con su mujer, su hijo, su hija y sus amigos. Pertenecerá a un proyecto cultural enérgico e inusual que más que proyecto fue un sueño, no volverá a repetirse algo similar hasta el presente: el grupo cultural “Calibar”; que estaba formado por, entre otros, Ariel Ferraro, Pedro Molina, Angel María Vargas y Héctor David Gatica.
La obra narrativa de Moyano está compuesta por libros de cuentos (en 2017 Caballo Negro Editora, de Córdoba, publicó los cuentos completos en un volumen llamado Mi música para esta gente) y de una decena de novelas. En los primeros días de abril de este 2022, también Caballo Negro Editora, reeditó su primera novela, Una luz muy lejana, aparecida originalmente en 1966. Parte de su obra fue traducida al francés, italiano, inglés, polaco, alemán, ruso, turco, etc.
Moyano recibió diversos premios por su obra, por ejemplo, en 1968 Gabriel García Márquez, Augusto Roa Bastos y Leopoldo Marechal le otorgaron el premio Primera Plana – Sudamericana, por la novela El Oscuro. En 1985 le otorgaron, en París, el Premio Juan Rulfo, por el cuento «Relato del halcón verde y la flauta maravillosa», el jurado estaba compuesto por Augusto Monterroso y Serevo Sarduy, entre otros.
Augusto Roa Bastos en una aproximación crítica nos dice sobre la narrativa de Moyano:
Moyano procede por excavación y no por acumulación, por la creación de atmósferas de un cierto clima mental y espiritual, más que por el abigarrado tratamiento de la anécdota. Este es también el mejor indicio de su realismo, que trabaja en profundidad. No busca reproducir las cosas, sino representarlas; no trata de duplicar lo visible, sino, principalmente, de ayudar a ver en la opacidad y ambigüedad del mundo: no sólo en la realidad física, sino también en la realidad metafísica; eso que, siendo reflejo de lo real, sólo un ojo límpido, educado en la visión interior, puede percibir.
Daniel Moyano en su propia voz:
Segundo Movimiento: La foto de Arpeggione
Moyano, luego de salir de la cárcel de la dictadura, a fines de mayo del 76, decide partir una vez más, ahora con su familia, al destierro para salvar y continuar con vida. El aire en Argentina, por esos tiempos, era irrespirable.
Su hijo Ricardo recuerda que construyeron dos grandes baúles. Irma Capellino, la esposa de Daniel, decidió lo que llevarían. En los baúles guardaron una máquina de coser, ropa de invierno y verano, sábanas, frazadas, el lavarropas, ollas y vajilla. Además de los baúles llevarían una viola, dos guitarras, partituras, dos máquinas de escribir, una de sacar fotos, una ampliadora pesadísima, una caja de herramientas, muy pocos libros y una pequeña caja con los negativos de fotos que Daniel había tomado en tierras riojanas durante quince años. Con el tiempo esa caja aumentó su contenido, incorporando más negativos de fotos posteriores.
Muchos de los negativos de la etapa riojana fueron fotos sacadas para Clarín por Moyano, otras quizás tomadas por Irma en las que aparece Daniel. Durante muchos años la caja con los negativos estuvo ahí, como semillas esperando germinar al ver la luz, muchas de esas fotos son detalles, gestos, intentos de capturar la poesía por otros medios. La caja estaba al costado de libros, sin despertar interés alguno, como dormida.
En 2012 la universidad de Poitiers (una de las universidades más viejas de Francia, del siglo XV) se embarcó en la reedición de la novela Tres golpes de Timbal y en un estudio de la misma, al ser presentada en Oviedo (España), los investigadores se relacionaron con la familia Moyano y pudieron acceder a la biblioteca personal, como así también a diversos documentos, entre ellos a fotografías y negativos. Las fotografías tomadas por Moyano no eran de un amateur, sino que presentaban cierto profesionalismo, el escritor tanto en La Rioja como en Madrid tuvo pequeños estudios de revelado en sus casas, el de la ciudad de La Rioja era en un pequeño baño y cuando Daniel revelaba, recuerda su hija María Inés, al momento de sumergir los papeles en el líquido revelador para esperar la aparición de las imágenes, su padre cantaba una y otra vez la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart y entonces sucedía la magia.
Como con la escritura, es posible, que el camino con la fotografía también haya sido en parte autodidacta.
El poeta Juan Viñals sostiene que Plutarco Schaller, fotógrafo del diario El Independiente, pudo haber tenido influencias en el desarrollo fotográfico de Moyano. Schaller, Colaborador de Monseñor Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, obispo de los pobres, realizaba misiones por los Llanos y por la cordillera riojana para colaborar en la organización de campesino y mineros, informarlos y asesorarlos sobre las condiciones de desigualdad y sometimiento de los que eran objeto. En algunas de esas misiones Moyano acompañó a Schaller, de estas travesías quedaron registros. Las misiones acercaron a Moyano a los pobladores “invisibles”, a los habitantes del interior del interior, a los que la historia no registra y niega, a los nadies como diría el querido Eduardo Galeano.
Entre el material, encontrado en Madrid, pueden leerse algunas referencias del autor, por ejemplo, un sobre tiene una inscripción en lápiz con la inconfundible caligrafía de Moyano que dice “Gracimiano”, inmediatamente uno puede asociarlo al cuento “Cantata para los hijos de Gracimiano” publicado en El estuche del cocodrilo (1974). Una de las diapositivas encontradas en ese sobre, está protagonizada por un hombre y una mujer, con un niño y una niña tomados de sus manos.
La información del material fotográfico con detalles puede leerse en el libro Los desvalidos de Diego Vigna, publicado por Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba en combinación con Centre de Recherches LatinoAméricaines (CRLA-Archivos), Université de Poitiers, 2018. De donde se tomó la foto aquí expuesta llamada por el escritor Gracimiano.
De ese conjunto de fotos también surgen dos que tienen correlación con el cuento sobre el perro flaco de Vinchina, ese perro de escucha emocionada, hasta las lágrimas, con las notas de Schubert. Otra referencia escrita decía simplemente “perro flaco”, nada más, no sabemos dónde fue sacada, pero es el mismo perro que aparece en otra foto con un conjunto de changuitos y con el maestro José Rodriguez Fauré, director de la orquesta de cuerdas de la provincia. Ricardo Moyano, sostiene que el perro flaco es Arpeggione y yo elijo creerlo.
Tercer Movimiento: Shubert, Arpeggione y Mitia
El arpeggione es un instrumento musical, podríamos decir que es un instrumento mestizo entre el violoncello (por la forma) y la guitarra (por sus seis cuerdas), inventado por Johann Georg Staufer, en 1823, un luthier vienés.
El arpeggione no tuvo éxito, poquísimos compositores e intérpretes se interesaron por él, por ello no sobrevivió. Es un instrumento de cuerda frotada, de seis cuerdas, organizado y afinado como una guitarra, con estructura similar a la del violonchelo, es decir, un instrumento muy similar a la viola da gamba (cuando se crea el arpeggione la viola da gamba ya estaba en desuso). Staufer, su inventor, le dio el nombre de “arpeggione” porque se supone que estaba especialmente dotado para producir arpegios, debido a su afinación guitarrística. Tuvo vigencia aproximadamente una década del siglo XIX, luego pasó al olvido.
La única obra importante para este instrumento de existencia efímera es la Sonata para arpeggione y piano D. 821 en La menor de Franz Schubert.
Una versión muy difundida cuenta que Vincenz Schuster, amigo de Schubert y virtuoso del arpeggione, encargó la sonata para su lucimiento personal. Schubert aceptó, el manuscrito de la Sonata tiene una redacción apresurada, por esto podría suponerse el poco interés que se tomó Schubert en ella, que aceptó el encargo como un “trabajo” que podría darle un ingreso. Era una época en la que Schubert padecía un estado avanzado en su sífilis donde eran frecuentes sus caídas en depresión. Era 1824, Schubert tenía 27 años, cuatro años antes de morir.
La sonata fue estrenada en 1824, pero permaneció inédita hasta 1871 cuando fue publicada y versionada para piano y violín, también para piano y violoncello.
En 1960 el pianista y compositor británico Benjamin Britten pensó invitar, a dar un concierto a un solista de violonchelo, al Festival de Aldeburgh (fundado por el propio Britten) que por entonces ya era uno de los más grandes instrumentistas del siglo XX: Mstislav Rostropóvich.
Rostropóvich no conocía la obra y quedó alucinado al acceder a ella. La dupla Britten / Rotropóvich grabará la Sonata Arpeggione y será tal vez la versión más bella e inigualable hasta la actualidad, aun habiendo duplas de tremendos músicos que también realizaron sus versiones grabadas: Maisky, Argerich (1984); Ma, Ax (1995); Queyras, Taraud (2006); Meneses, Pires (2012).
Rostropóvich, Mitia para los amigos, merecería un artículo aparte por su interesante vida, este músico nacido en Azerbaiyán, una de las ex repúblicas soviéticas, fue perseguido, entre otras cosas, por su defensa a otros perseguidos. Tuvo que partir al exilio en 1974, como luego en el otro extremo del mundo lo haría también Moyano dos años después, ambos desterrados huyendo de la barbarie.
Link de la versión de Rostropóvich / Britten de los tres movimientos de la Sonata Arpeggione (1.Allegro moderato 00:00, 2.Adagio 13:34, 3.Allegretto 18:10)
Breve Coda: Palabras finales
Arpeggione es uno de los cuentos del libro Un silencio de corchea, libro atravesado por la presencia de la música, como prácticamente toda la obra de Daniel Moyano, en la que erige personajes entrañables de gente sencilla, personajes expuestos en toda su dimensión humana entre la comedia y la tragedia, como la vida misma. El pudo hacerlo posible porque de niño fue huérfano de madre, de joven un albañil, músico y poeta hasta sus últimos días.
Una experiencia totalmente recomendable es leer el cuento acompañado con la música del primer movimiento de la sonata de Schubert, esta se transforma en una banda sonora inigualable que intensifica la potencia del relato.
Link para leer el cuento:
A 30 años del fallecimiento, en tierras lejanas, de Daniel Moyano, un perro en la precordillera riojana, perdido en esas distancias silenciosas donde uno puede escuchar los latidos de su propio corazón, sigue suplicando por la música de Schubert y yo, sigo emocionándome cada vez que leo en soledad el cuento Arpeggione. Son cosas necesarias, vitales e inentendibles, simplemente cosas del arte verdadero.