Una hilacha en lo real: las fibras sensibles

Alejandro Cesario, Una hilacha en lo real. Río Cuarto: Cartografías Ediciones, 2022

Toda nueva lectura comporta nuestras lecturas pasadas: reactiva antiguas experiencias lectoras y las hace dialogar, declarada o veladamente. Por ello, por ese fenómeno constante y cíclico, no hay dos libros iguales y nunca leeremos dos veces el mismo libro.

En “El arte del soñar”, el quinto capítulo de El segundo anillo de poder, el quinto volumen de la extraordinaria saga desplegada por Carlos Castaneda, el héroe tiene una visión espeluznante: ve a las hermanitas Lidia, Rosa y Josefina desplazarse sobre unas extrañas cuerdas o líneas. Carlos las describe con gradual precisión: primero, como “cuerdas rojizas horizontales”; luego, como “un denso lío de líneas”; finalmente como “ largas fibras rojizas verticales”. La Gorda, su camarada, le revela que ha visto a las hermanitas “colgadas de las líneas del mundo”, para luego “colarse por la grieta que separa los mundos”. 

En el universo que describe Castaneda en sus libros rigen dos fuerzas (llamémoslas así): el Tonal es lo que nos organiza el cosmos, todo lo que podemos nombrar o definir; el Nagual, en cambio, es lo que está más allá de la isla del Tonal, lo indefinible, lo ininteligible, lo mágico.

Una hilacha en lo real, octavo volumen de poemas publicado por Alejandro Cesario, me introduce (por ese fenómeno intertextual señalado al principio) en el mundo del Nagual. En lo real, ese universo donde rige el Tonal, Cesario descubre (describe) una hilacha, una de las líneas del mundo, y se cuela verbalmente, prodigiosamente, en ese otro universo inmaterial, el Nagual. 

En el lúcido y lucido prólogo del poemario, acertadamente titulado “Habitantes del abismo” (acertado porque la luz es otro de los grandes tópicos cesarianos), César Bisso nos recuerda: “Nada interroga y dice más sobre lo real que el arte”. Lo cual me lleva directamente a eso que dijo o escribió Tolstoi: “Si describes el mundo tal cual es, no habrá en tus palabras sino muchas mentiras y ninguna verdad.” Bisso apunta que los poemas de Cesario no provienen “del simulacro de mostrar lo que otros niegan”, sino que, antes bien, nacen “del compromiso que tiene el autor al mirar de otra manera”.

Si hay otro mirar, hay necesariamente otro decir: Cesario recurre a todas las figuras retóricas posibles de la lengua, el arcaísmo se vuelve neologismo en su discurso poético:

Estación Los Polvorines

Bujeta y menestra.

Pie despojado
sobre la tesela.

Pibita
que fabla una tonadita

y además

mendiga una mirada.

La mirada del poeta Cesario se detiene allí donde otras miradas pasan de largo, se hunde serena donde otras temen ahogarse:

Solo queda

Cerquita
del enjuto riacho,


sobre un tronquito,

manduca pan de escanda,
pimpla el tintorro.

Lo demás es desamparo.

Lo viejo se hace nuevo, lo nuevo es lo viejo. El tiempo se difumina, se hace (como rezaba Platón) “imagen móvil de la eternidad”. Postales de antaño se mezclan con estampas furiosamente actuales:

Ramal Belgrano 

Entre vagón y vagón, 

salmodiando una coplita 

aun en la borrasca 

la sonrisita de ese pibe. 

Se descorre el telón 
y un henchido milagro, 

siempre. 

Pocos autores se disponen a hilar topografías tan distantes en sus textos, sin caer en la tentación de la mirada híbrida escapada de una road–novel o una road–movie. Aquí, impera otra lógica, este Yo lírico es un viajero total: pasa de Estación Los Polvorines a La Pampa, salta de una Plaza en Carapachay al Río Limay en Neuquén., con una profunda delicadeza. En esa rica superficie textual, proliferan los lugares, sus significados y significantes: el barrio, los monoblocks, los yerbales, la barraca, el psiquiátrico, la campiña, la mina, la quebrada.

La mirada se posa allí donde da y no da la luz. La luz (como señalábamos más arriba) es otro de los grandes temas del verso cesariano: su diálogo es con la luz, con su presencia, con su sobra y con su falta. César Bisso bien lo enseña, citando en el texto preliminar a aquellos “habitantes del abismo”, seres desclasados y finiseculares que vagaban por toda Londres buscando un sitio donde apoltronarse en las noches. Índice innegable de esa dialéctica es el epígrafe del volumen, las palabras de Roberto Raschella: “El día que alguien me explique la luz/ voy a dejar de creer en Dios”. 

La memoria me juega malas (o buenas) pasadas y me arrima ese poema de Roberto Juarroz que dice: “Derivaciones de la luz./ Un árbol se cansa de ser árbol/ y se crea una rama/ de otro árbol”.

La luz es un ser vivo, una entelequia orgánica en la poesía de Cesario:

Luz que vacila 

Al resollar del yugo,
 
esmirriado entre las cuatro tapias, 

párpados derrengados. 

Y el remilgo de su hijita 

que aluza la lobreguez. 

*

 Luz y aguijón 

Es aquí, 
en la orillita del río Albigasta, 

donde ese jalón en cruz 

se vuelve puya, rejón 
y luz. 

Al principio de este texto, mentábamos la magia del Nagual: esa fuerza que no se deja nombrar y que secretamente sostiene el mundo.

Por los terrenos del Nagual navega este poemario: esquiva los lugares comunes del discurso, las palabras que el Tonal quiere ponerle en los labios, y juega con el lenguaje, con felicidad y con tristeza a un mismo tiempo. Ya Kafka lo dejó escrito: “Lo bueno es, en cierto sentido, triste”.

La poesía de Alejandro Cesario recorre los campos geográficos y semánticos buscando la magia, el milagro cotidiano y secreto:

Titiritero 


Con fulgor y con palabras, 

una hilacha en lo real, 


y otra 

en la brizna magia. 

Eso: una hilacha en lo real, un denso y dulce lío de líneas, las fibras sensibles del universo.


ALEJANDRO CESARIO nació en Colegiales en 1967. Publicó: Esas miradas tristes – un viaje por la Patagonia, (novela. 2006), El humo de la chimenea (poemas. Ed. del Dock. 2009), Fragor de borrascas (poemas. Ed. del Dock. 2011), Ciervo negro (poemas. Ed. del Dock. 2012), Estación de chapas, (poemas. Ed. del Dock. 2013), La última sombra (poemas. Ed. la yunta. 2015); El bruto muro de la casa propia (poemas. Ed. la yunta. 2018); y Tonada que no canta, (poemas. Ed. la yunta. 2020). Integró la Antología Federal de Poesía. Provincia de Buenos Aires (Consejo Federal de Inversiones) y poemas suyos han sido publicados en distintas revistas de poesía y diarios culturales.


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