Hay escenas de películas que trascienden su origen, de ser parte de un todo para representar un todo condensado. Y todos tenemos esas escenas que no podemos olvidar, por lo cual en los próximos números, si la vagancia y el vino Uvita me lo permiten, voy a enumerar cinco de mis preferidas.
Si vos me decís que hay una película que tiene androides que son casi indistinguibles de un ser humano común y que estos, además, se rebelan de sus dueños para buscar a su creador y pedirle que les alargue la vida porque saben cuando van a morir, a mí automáticamente se me cae el calzón. Y efectivamente, mi rotoso calzón cedió a la gravedad la primera vez que vi Blade Runner (1982) de Ridley Scott. Tenía todo lo que mi existencia nerd necesitaba. Ciencia ficción, acción y preguntas metafísicas representadas por circunstancias o personajes. Y el enfrentamiento sublime de la creación ante su creador, exigiendo y reprochando inútilmente su destino aciago y funesto.
Pero no quiero que el epifánico firmamento tape una estrella en particular en la cual quiero detenerme brevemente, porque Blade Runner tiene una escena memorable que a veces se recuerda inclusive más que la película misma y que expongo a continuación para que el lector entienda el delirio subsiguiente al que será sometido. Para que se entienda mejor la carga simbólica de la escena y su diálogo, sólo voy a decirles que el rubio replicante (el androide) decide salvar la vida de Rick Deckard (Harrison Ford) el cual intentaba matarlo básicamente durante toda el film. Esta es la última decisión que toma el androide antes de morir. Si se preguntan qué significa la paloma blanca, pues el alma que se ganó este pinocho de metal.
Ahora si, activen su modo poeta y el modo contemplativo a lo Girondo. sublimando absolutamente todo.
“He visto cosas que ustedes nunca hubieran podido imaginar. Naves de combate en llamas en el hombro de Orión. He visto relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir.”
Esta escena, al igual que los piojos, siempre me ronda la cocuza. Primero imaginando las escenas imposibles que describe y que, por nuestra débil carne, nunca llegaremos a contemplar; segundo y más trágico aún, el replicante tiene razón, todo lo que un ser humano vio o pensó o sintió mueren con él al momento de olvidarse de respirar. Y no hablo aquí de los consuelos ni de multiplicar (monopolio femenino) o de crear (invento masculino para no sentirse menos que su par contrario). Sino enfatizo el hecho de que todos los recuerdos que un humano generó terminan con él. Y eso es terriblemente trágico. Es como cuando a los aborígenes se les moría un viejo de la tribu, esto tenía el mismo impacto que el incendio destructivo en la biblioteca nacional de cualquier estado cuando aún no existían soportes digitales. ¿Se imaginan que el deceso de un solo chamán signifique para su comunidad el incendio de la biblioteca de Alejandría? Esa es la magnitud que mido en el diálogo de ese replicante que antes de morir salva la vida de ese humano que solo quería matarlo. Si uno busca una equivalencia contemporánea a este impacto yo siempre la asocio a la muerte del último hablante nativo de una lengua. Todo una construcción cultural, social y cósmica muere con él. Perdemos parte de un universo que es imposible volver a reconstruir exactamente. ¿Se imaginan ser el último hablante nativo de Tucumán? La tristeza de saber que con ustedes morirían el “qué pechá ura”, el olor de la cebollita frita subrayando el sabor de la milanga de un bar, la achilata roja de un verano cruel y sofocante. El mundo perderá expresiones como “meta” o “idiay”. Y ustedes serán los últimos que sabrán el significado correcto de esas palabras.
Si lograron conectar con mi inquietud al ver esa escena y logran rozar el entendimiento de la tragedia de la muerte, no tanto en la falta del ser, sino en la fatalidad de lo que se llevó para siempre cuando se fue, vayan y pídanle a su abuelos, padres o algún vecino de la tercera edad que les cuente algo. Quizás cuando esa persona ya no esté en este plano todavía quede algo de ella en ustedes. Único consuelo que tenemos los mortales que todavía no identificamos a nuestro creador para poder recriminarle el pésimo servicio de nuestra existencia.
Escena comentada en la Wikipedia
https://www.wikiwand.com/es/L%C3%A1grimas_en_la_lluvia
Tema de la película donde se escucha el monólogo mencionado