De Donde hubo cielo (2019) Desde entonces A María Marta Loustau Que la vida te trate dignamente. Luis García Montero Mañana, decíamos, porque todo era promesa. ¿A quién podíamos deberle nada? La noche recogía los rumores del día y nosotros nos quedábamos a buscar en las conversaciones máculas de luz que fuesen algo distinto de las rutinas. No hacíamos planes, íbamos como el agua cuando en las calles copia torpemente la luna: aviniéndonos a las superficies. Había lentitud e incertidumbre en esas noches, ocultas en este mañana que nos empuja con urgencia a deshacernos en la ciudad sucia de invierno. Otro sentido tienen por eso nuestras vidas. Pero aunque es largo y viejo el azar, todavía es uno mi deseo: que la vida te trate dignamente. Acuarela Le gustan los casinos. Nunca apuesta, pero siempre espera que cantantes venidos a menos lleguen para alegrarle la noche. Ve la gente que pasa entre las mesas y las máquinas tragamonedas. «Hoy —anuncia el cartel— el Paz Martínez». Lo lee, bebe el fernet y sonríe. Sabe que nadie ganará nada. Ni la cincuentona que se ubica siempre a las nueve en la misma mesa, ni el pastor que cambió su rebaño por un azaroso destino en rojo y negro, ni aun el viejo de overol azul. No es dueño de nada, pero le gustan los casinos; este en particular, con caireles y viejas lámparas. Decrépito art nouveau. Testigo de la decadencia, espera que luego del fernet y del espectáculo algunos se marchen para empezar, arrastrando el balde, con la limpieza de esta noche. De Final del día (2015) El ciego Para olvidarte y olvidar aquellos días de miseria —largos paseos por bulevares, fiestas en que a otros te entregabas, tardes en que me demoraba en la esquiva penumbra de tu cuerpo—, para borrar con la intensidad de una zarpa el instante que dolía como la piel restregada contra el cemento, tomé la palabra y me volé los ojos. Ciego de mí, sin embargo, me sigue, terca, la imagen del engaño. Un hombre Llegaba durante las tardes, después de que el sol había abrasado los viejos almacenes que daban a la estación. Apoyaba la bicicleta en la pared y pedía una cerveza en la cantina del viejo club. Bebía en una de aquellas mesas azules de madera, escuchando tal vez los silbos lejanos, los coyuyos monocordes, el agua que mi padre esparcía con un balde sobre el patio. Perdido aquello —como las estrechas y calurosas calles por las que me he acercado a esta plaza— he intentado oír la noche. Pero en este pequeño bar donde las luces de los faroles brillan sobre el estaño, ella solo me acerca, como entonces a él, los rumores de lugares que ya no figuran en ningún mapa. No reunidos en libros El refugio A Ernesto Rojas Es menos retórico este presente. El odio ceba su carne de bytes. Queda la poesía. Su soledad te guarda de lo superfluo. La sabia luz de una vela para atenuar las sombras de las pantallas. Lhasa de Sela Desde aquella tierra de sol y agaves hasta los bares de Montreal has venido conmigo. En la ranchera, el claro dolor del blues, el travieso ritmo del klezmer. De mi soledad, fuiste el mapa sin confines, la luz detrás de mis párpados cuando conocí mi voz de sal y canela. Pasada esta Noche Vieja nunca podré cantar las canciones de Jara. Generosa, has aplazado el final. Mi voz, sin embargo, aquí se queda.

Gastón Córdoba (1977, Taco Ralo, Tucumán). Es técnico en Comunicación Social. Fue docente y coordinador en instituciones de nivel medio y superior. Coordina un centro de formación profesional. Publicó Donde hubo cielo (2019), Final del día (2015), Fuegos en la noche (Lulu, 2010), Huérfano de mundo (Bubok, 2010) y Sombras del tarco (edición revisada, 2020). Ha participado en las antologías Voces de Tucumán (GPU Ediciones, 2021), La infancia del procedimiento (2021) y Antología federal de poesía, región noroeste (Consejo Federal de Inversiones, 2017). Formas del humo es su blog en línea.