A finales de los noventa, apareció Jason Willias en la NBA, daba asistencias como nadie. Todos los pases eran de faja, no look, hasta con el codo. Era como si no pudiera hacer un pase común. Kike, por supuesto, escribe así también.
En El significado del Fuego, continuación de Que de lejos parecen moscas, se construye, nuevamente, una novela sobre el cuerpo, ya no quién es ese muerto, quién es ese que sobra, sino dónde se metió Machi.
¿Cómo se narra la ausencia?
¿Cómo construir una novela cuyo centro neurálgico no está?
Dice el escritor, lo más parecido a una protagonista después del ausente, “quisiera construir una novela de la ausencia con los materiales de la presencia. Un relato híbrido que borronee las fronteras entre géneros, intentar romper con la lógica, cuento/novela, crónica/ficción, realismo/fantástico”.
Tenemos una novela río –río a la deriva–, sin más orden que la deriva donde se apilan los testimonios inconcluyentes, subjetivos, donde hay recuerdos pero no verdades, donde la presunción reemplaza a las respuestas.
Es también una novela de la impunidad. Una historia donde no se intenta hacer justicia, sino favores.
Machi desaparece como vive, rompiendo todas las reglas, dejando detrás un montón de merca en el piso, como una sombra tardía, quizás la sombra de las ausencias sea blanca, blanca como la merca, como la parte de los ojos que no miran, que esquivan.
Kike trabaja como una bomba construida en el infierno. Una con mecha corta –un misterio que sirve de excusa para narrar–, una mecha que moja, apaga, posterga. Trabaja con las digresiones. ¿Cómo se narra una ausencia? En un movimiento de tenaza, se la rodea, se le prestan voces, se la aborda tangencialmente, se la asfixia. Se la amordaza.
Los hechos son así. No preguntan.
El significado del fuego no es uno solo. Son varios. Es la pasión de dos jóvenes, es un disparo, es la explosión de un coche, es la luz mala, es el deseo.
El fuego es otro libro de Kike Ferrari.