Entre la Literatura y el consumo: La construcción de una biblioteca propia

¿Qué define nuestra relación con los libros? En un mundo de consumos rápidos las lecturas parecen tender a lo fácil, el explorar las bibliotecas que llevamos adentro es una invitación a redescubrir el verdadero propósito de la literatura. Este ensayo transita desde una experiencia personal en una charla sobre libros hasta el intentar arribar al profundo significado de construir una biblioteca personal, aquella desde donde mirar el mundo y trazar puentes con quienes se atrevieron a compartir sus ideas y visiones empleando la palabra escrita.

En un almuerzo con gente vinculada al trabajo surgió el tema de los libros que estábamos leyendo, era un grupo de profesionales vinculados a la industria. Una de las personas que participaba comentó que era muy lectora y que consumía muchos libros. La palabra “consumir” me resultó extraña para relacionarla con los libros. Le pregunté qué autores le gustaba leer y el listado fue largo y de desconocidos para mí, cosa que me alertó, indagué que escribían y eran libros del estilo 50 sombras de Grey o El monje que vendió su Ferrari.

Pocos días antes había terminado Sostiene Pereira, una novela histórica que transcurre en Lisboa durante la dictadura salazarista; donde Pereira, el protagonista, inicialmente un hombre apático e indiferente se construye como un sujeto político comprometido, que ante el devenir de los hechos actúa resistiendo al fascismo. Me permito abrir un paréntesis aquí: Pereira en la versión cinematográfica de 1995 es interpretado por Marcello Mastroianni, quien en septiembre hubiera cumplido 100 años. Cierro el paréntesis. Sostiene Pereira es una novela antifascista de 1994, escrita por Antonio Tabucchi en tiempos donde Silvio Berlusconi asumía por primera vez como primer ministro de Italia. 

Estos dos hechos fueron el punto de partida para poder pensar el por qué elijo leer Sostiene Pereira y no otros libros. Pensar en cómo se fue armando mi biblioteca, no solo la colección de libros físicos sino la biblioteca que uno lleva en el corazón y que modela la forma en la que uno mira el mundo.

La creación de la biblioteca personal tiene que ver con los libros que uno tuvo a mano, con los libros que uno tuvo cerca. ¿Hay acaso otra forma de crear un lector si no es por medio del acceso a los libros? La respuesta es fácil y tajante: no.

Para crear lectores hay que tener los libros cerca. Cerca de las manos, de los ojos y de los tímpanos cuando esos libros son leídos y compartidos en voz alta.

Otro interrogante que resonó es si todo libro nos aporta posibilidades de ampliar los horizontes. Vuelven a mi cabeza las palabras de la chica lectora de 50 sombras… “consumir libros”, donde esas palabras fueron exactas y precisas, los libros citados por la chica lectora de la reunión, pensé, son como las hamburguesas de McDonald ‘s, iguales para todos en los 120 países donde está la cadena de fast food sin ninguna marca de identidad local. Así como esos sabores establecidos globalmente hay narraciones hegemónicas que van instalándose para ser consumidas, cumplen con la función para la cual fueron creadas: Leer como pasatiempo, para distraerse, para “superación individual”. Hamburguesas bajas en aportes nutricionales y siempre iguales en cualquier lugar, de sabor estandarizado, como las narraciones sin cuestionamientos a los statu quo.

La Literatura como arte busca ser transitada desde la experiencia estética, sumergirnos en ella y no quedar iguales. No se trata de cantidad, no se trata de acumular libros leídos como buscando romper marcas atléticas. El origen de la palabra consumir viene del latín y significa desgastar, agotar. La idea de consumir es esa, agotar algo hasta aburrirse y pasar a otra cosa, justamente como una hamburguesa en una cadena de fast food, es decir una experiencia olvidable y quizás ni siquiera eso, intrascendente sería más correcto. Pagar, usar, descartar y así comenzar el ciclo. Resuena en mi memoria la voz mejicana de Paco Taibo en alguna conferencia que circula en la web, sostenía que con los libros se construye la educación sentimental y contaba que, con Los tres mosqueteros de Dumas, al margen de los pinches mosqueteros que andaban defendiendo el honra de una reina piruja en Francia pero a la hora de los madrazos traían jodidos a los guardias de un cardenal y actuaban como un puño los mosqueteros, que de allí había aprendido el lema de la solidaridad: todos para uno y uno para todos.

La escritura que tiene que llegar con facilidad es la que tiene como fin el de ser Literatura y es como dice Henry Miller: “El fin del arte no es el arte sino la vida”.

El regalo

A mediados de los 90, mi hermana Silvia me hizo un regalo. Era un Periolibro, los Poemas Humanos de Cesar Vallejo. Quedaron marcados en mis adentros los versos de Piedra negra sobre piedra blanca, versos que puedo recitar de memoria:

Me moriré en París con aguacero
Un día del cual tengo ya el recuerdo
Me moriré en París y no me corro
Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos
Los húmeros me he puesto a la mala
Y jamás como hoy, me he vuelto
Con todo mi camino, a verme solo
César Vallejo ha muerto
Le pegaban todos sin que él les haga nada
Le daban duro con un palo
Y duro también con una soga
Son testigos los días jueves y los huesos húmeros
La soledad, la lluvia, los caminos.

Desde entonces la tristeza o la desesperación tienen las manos flacas y huesudas como las dibujó el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, que ilustraba ese periolibro con los versos desgarradores de Vallejo.

Desde ese primer volumen de aquella fantástica colección se sumaron otros que ayudaron, en parte, a crear mi canon personal. Parte de aquellos fueron la entrada a libros y autores que desde entonces me acompañaron.

Mi hermana no me regaló un puñado de hojas de papel de diario y tinta sino una ventana, que una vez abierta es otra posibilidad desde donde poder mirar el mundo.

Libros para todos

¿Periolibro? ¿Y eso qué es? El periolibro fue un artefacto fabuloso y democratizador de la lectura, que no es otra cosa que democratizar la palabra, en particular de la metáfora, en tiempos complejos como lo fueron los de la década de los 90. La década final del siglo XX fue la de la segunda oleada neoliberal, recordemos que la primera fueron las políticas económicas y genocidas de las dictaduras setentistas en Latinoamérica. En nuestros países latinoamericanos el neoliberalismo privatizador de empresas siempre fue privador de derechos. En la década del Fin de la Historia según Francis Fukuyama, la década del elogio del individualismo, del desgarro del tejido social. 

Manuel Scorza, aquel escritor peruano en el que el compromiso de lucha contra las injusticias no sólo se reflejaba en su obra, sino que abría las puertas de su casa para refugiar a los comuneros campesinos víctimas de persecuciones políticas por sus luchas contra los abusos de las compañías mineras. Manuel Scorza siempre pensó y llevó a cabo proyectos editoriales con la idea de llevar la Literatura a la mayor cantidad de gente, el mismo lo contaba:

Entrevisté a cientos de personas en fábricas, cafetines, escuelas y casas. A todos les planteaba la misma pregunta insolente: a usted, ¿por qué no le interesa la cultura?, ¿por qué odia los libros? Casi todos respondieron que los libros eran muy caros y la gente más sencilla confesó su temor de entrar a las librerías. Era un círculo vicioso: no se editaban libros porque no había lectores y no había lectores porque no se editaban libros. Entonces pensé: hay que llevar el libro a la calle, llevarlo a las mismas fábricas. Las librerías son el único lugar donde no es posible vender libros: amedrentan a las mayorías.

En los setenta Manuel será el motor de un proyecto en Lima que será el antecedente de los Periolibros.

En 1992 por iniciativa conjunta del Fondo de Cultura Económica (FCE) y de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) se concibió el proyecto denominado Periolibros, con el objetivo de hacer llegar a manera de suplementos en los periódicos y diarios, obras íntegras de autores latinoamericanos y españoles, pensando en el objeto como un libro de arte.

Se publicaron, en total, 60 periolibros que iban dentro de 23 diarios en lengua española y dos en portuguesa, los textos iban ilustrados por renombrados pintores iberoamericanos.

Cada número se entregó con los diarios sin costo alguno para el lector y cada título alcanzó una difusión de entre dos y cuatro millones de ejemplares.

En el caso de Argentina, los Periolibros se editaron y distribuyeron por Página 12.

Se publicarían obras de Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, César Vallejo, Fernando Pessoa, Octavio Paz, Jorge Amado, Alfonso Reyes, Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Ernesto Sábato, Miguel Otero Silva, José Donoso, Camilo José Cela, Augusto Roa Bastos, Eliseo Diego, Nicanor Parra, Augusto Monterroso, Carlos Fuentes, Juan Carlos Onetti, para sólo mencionar en el desorden de la memoria algunos nombres.

Entre los grandes pintores iberoamericanos participaron Viera da Silva, Rufino Tamayo, Jacobo Borges, Arnaldo Coen, Rapi Diego, Roser Bru, Antoni Tàpies o Juan Sebastián Barberá. 

Se eligieron obras relativamente breves y accesibles a un gran público, con el criterio de que no estén demasiadas cargadas de localismos, esto favoreció posteriormente constatar que la literatura iberoamericana es una literatura universal en el seno de la cultura hispánica y portuguesa y que por más diversos que hayan sido los proyectos literarios elegidos la distancia en el terreno de la sensibilidad es más cercana de lo imaginado.

Si bien UNESCO y FCE proporcionaron sus equipos de trabajo e infraestructuras administrativas aportaron sólo un capital inicial prácticamente simbólico. En la estrategia de financiamiento de este proyecto participaron empresas privadas, fundaciones como la Fundación Marinho de Brasil, bancos como el Banco Interamericano de Desarrollo, y un sinnúmero de anunciantes locales en cada uno de los diarios.

Los periolibros, entre las diversas experiencias que generaron, se transformaron también en herramientas pedagógicas como libros de enseñanza para la educación media, donde no sólo se accedió a leer sino también que permitió aprender a ver obras plásticas.

Y ahora qué?

El lenguaje hablado, tal como lo conocemos hoy, con estructuras complejas y una gramática básica, apareció entre 50000 y 100000 años según las estimaciones. Este desarrollo se asocia a cambios en el cerebro y el aparato de fonación del Homo sapiens, que permitieron crear palabras y combinar esos sonidos en oraciones. Quizás entonces aparecieron las primeras narraciones ante el miedo del trueno, al quemarse con el fuego, al festejar una caza exitosa, al llorar a un ser querido muerto, al acunar al recién nacido o simplemente sentir nostalgia ante la puesta de sol.

La invención de la escritura tiene alrededor de 5000 años, casi simultáneamente en la Mesopotamia, Egipto, China y en Mesoamérica con los mayas. Ver más detalles en https://escuchara.com.ar/el-ganso-negro/poesia-metafora-y-resistencia-el-idioma-de-los-circulos/

El poema más antiguo que nos llegó es La epopeya de Gilgamesh, escrito en Sumeria hace aproximadamente 4100 años. Este poema épico en escritura cuneiforme fue escrito sobre tablillas de arcilla. Al igual que en los relatos religiosos, los hombres fueron creados de barro como los primeros poemas, quizás los hombres seamos poemas y no lo sabemos.

El papel, cercano a como lo conocemos en estos tiempos, se inventó en China hace aproximadamente 1900 años.

En China, también, hace 1100 años ya existían formas de impresión con bloques de madera, y en Corea se usaba una imprenta de tipos móviles de metal hace 700 años. Hace más de 580 años, en occidente, la imprenta de tipos móviles fue desarrollada por Johannes Gutenberg en Mainz, Alemania.

La entrada masiva de internet se da hace más de 25 años.

Esta última tecnología nos permite acceder a miles y miles de libros en formato digital, ya sea como epub o pdf entre los formatos más usados. Podemos descargar material en idiomas diversos y con traductores en línea obtener versiones al castellano. Podemos tener miles de libros en un dispositivo o en línea.

Parece todo ideal, casi el paraíso para los lectores, sin embargo, surgieron nuevas problemáticas. En esta abundancia hay tanto que se parece a que no hubiera nada, esta idea resuena en el dilema contemporáneo de la sobrecarga de información, donde, a pesar de tener acceso a un sinfín de contenidos, a veces nos encontramos desconectados, insatisfechos o incapaces de encontrar algo que realmente nos impacte, nos aporte o nos humanice. Entre tanto material accesible nos preguntamos: ¿Qué leer? En tiempos de algoritmos que van condicionándonos u orientándonos en función de lo que va imponiendo el mercado y dejándonos en lugares sesgados por las trampas de esos mismos algoritmos, atrapados en “islas” en medio de un mar de diversidad como mirándonos en un espejo e intentando conversar con uno mismo, algoritmos que sólo nos lleva a escuchar la voz de nuestro propio eco. Donde con la inmediatez de la vida actual elegimos formatos breves característicos de las redes sociales y en cuanto a los artículos en línea se fomentan lecturas rápidas y menos profundas, esto dado muchas veces por la interconectividad, un texto nos lleva a otro link y este a otro como si entráramos a un laberinto casi infinito. Así de repente se va “navegando” sobre un tema como un nadador velocista: por la superficie del agua, a brazadas veloces y fuertes que sólo salpican las cercanías del golpe de la mano en el agua, sin saber lo que habita en las profundidades, porque sumergirse requiere de otras destrezas, otros tiempos, otras apuestas, otras preparaciones.

Siempre hay que recordar que el libro es un artefacto de transmisión de saberes y de memoria. Por algo los fascismos y la barbarie los prefieren ardiendo en hogueras o borrando sus bytes (en el mundo digital).

La literatura es una construcción social, donde el autor y el lector comparten un lenguaje para que el acto de comunicación pueda darse. Todo en un marco que refleja creencias, valores, sueños, aspiraciones, pero también los conflictos de la sociedad en la que la obra fue creada. Si bien casi siempre leemos en soledad, estamos impregnados de los discursos y normas aprendidos en la cultura que nos forjó, pero también de la historia y experiencias que compartimos con los otros.

Leemos desde las lecturas que ya hemos transitado, de intercambios con otros lectores y también de las interpretaciones que se fueron edificando a lo largo del tiempo sobre los textos. El acto de lectura, es un acto de diálogo, antes que nada, con uno y también con el autor, con los personajes cuando los hay y con las lecturas previas que tenemos. Este diálogo es con voces del pasado y del presente que siempre está alimentándose y volviendo a nacer una y otra vez, por lo tanto, nunca es un acto enteramente privado y en soledad.

En estos tiempos de individualismo, somos casi todos náufragos sostenidos a tablas que flotan en el mar de la alienación, la idea es juntarnos con otros y los restos de sus naufragios, juntar las partes, armar nuevos barcos, entre todos tejer nuevas velas que sean hinchadas por los vientos y por qué no, por tormentas, pero con la certeza de los exploradores: la meta es siempre el camino.

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